Extractos del libro “¿Qué hacer” (1902)
Las afirmaciones de Rab. Dielo [La Causa Obrera, NdE], antes analizadas, de que la lucha
económica es el medio de agitación política más ampliamente aplicable, de que nuestra tarea
consiste ahora en dar a la lucha económica misma un carácter político, etc., demuestran que se
tiene una noción estrecha no sólo de nuestras tareas políticas, sino también de las de
organización. (…).
En efecto, ¿acaso una «tarea» como la de que las masas planteen reivindicaciones concretas
que prometan resultados palpables exige preocuparse de manera especial por crear una
organización de revolucionarios sólida, centralizada y combativa? (…) Estos obreros, los
hombres de medios de la masa, pueden dar pruebas de energía y abnegación gigantescas en
una huelga, en la lucha contra la policía y las tropas en la calle, pueden decidir (y son los
únicos que pueden), el desenlace de todo nuestro movimiento; pero precisamente la lucha
contra la policía política exige cualidades especiales, exige revolucionarios profesionales. Y
nosotros debemos preocuparnos no sólo de que las masas «planteen» reivindicaciones
concretas, sino también de que la masa de obreros «destaque», en número cada vez mayor, a
estos revolucionarios profesionales. Llegamos así al problema de las relaciones entre la
organización de revolucionarios profesionales y el movimiento puramente obrero (…).
¿En qué consistía, pues, el origen de nuestras discrepancias? Precisamente en que los
«economistas» se apartan a cada paso de las concepciones socialdemócratas para caer en el
tradeunionismo [sindicalismo, NdE], tanto en las tareas de organización como en las políticas.
La lucha política de la socialdemocracia es mucho más amplia y compleja que la lucha
económica de los obreros contra los patronos y el gobierno. Del mismo modo (y como
consecuencia de ello), la organización de un partido socialdemócrata revolucionario ha de ser
inevitablemente de un género distinto que la organización de los obreros para la lucha
económica (…).
La organización de los revolucionarios debe agrupar, ante todo y sobre todo, a personas cuya
profesión sea la actividad revolucionaria (por eso hablo de una organización de revolucionarios,
teniendo en cuenta a los revolucionarios socialdemócratas) (…). En efecto, imaginémonos a
personas absorbidas en el 99 por 100 por «la lucha económica contra los patronos y el
gobierno». Unas jamás pensarán durante todo el período de su actuación (de cuatro a seis
meses) en la necesidad de una organización más compleja de revolucionarios (…).
¡La socialdemocracia equivale a «grupos ejecutivos» en lo que concierne a la lucha económica
de los obreros! Sería difícil demostrar con mayor relieve cómo el pensamiento del «economista»
se desvía de la socialdmeocracia hacia el tradeunionismo; hasta qué punto le es extraña toda
noción de que el socialdemoócrata debe pensar, ante todo, en una organización de
revolucionarios capaces de dirigir toda la lucha emancipadora del proletariado (…).
La moraleja es simple: si comenzamos por crear firmemente una fuerte organización de
revolucionarios, podremos asegurar la estabilidad del movimiento en su conjunto y alcanzar, al
mismo tiempo, los objetivos socialdemócratas y los objetivos netamente tradeunionistas
Este hecho testimonia que nuestra obligación primordial y más imperiosa consiste en ayudar a
formar obreros revolucionarios que, desde el punto de vista de su actividad en el partido, estén
al mismo nivel que los intelectuales revolucionarios (…). Por eso debemos orientar nuestra
atención principal a elevar a los obreros al nivel de los revolucionarios (…) Si el obrero revolucionario quiere prepararse por entero para su trabajo, debe convertirse también en un revolucionario profesional. (…)
Cuando tengamos destacamentos de obreros revolucionarios (y bien entendido en «todas las armas» de la acción revolucionaria) especialmente preparados y con un largo aprendizaje, ninguna policía política del mundo podrá con ellos, porque esos destacamentos de hombres consagrados en cuerpo y alma a la
revolución gozarán igualmente de la confianza ilimitada de las más amplias masas obreras (…).
la lucha espontánea del proletariado no se convertirá en su verdadera «lucha de clase» mientras
no esté dirigida por una fuerte organización de revolucionarios.