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La Revolución de Octubre

“¡Quién lo había de creer!” Se debía ya creer. Poco después de la insurrección, uno de los generales zaristas, Zaleski, se escandalizaba de que “un portero o un guarda se convirtiera de pronto en un presidente de tribunal; un enfermero, en director de hospital; un barbero, en dignatario; un alférez, en comandante supremo; un jornalero, en alcalde; un obrero calificado, en director de empresa”.
“¡Quién lo habría de creer!” Se debía ya creer…

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