Foto asamblea Casa de Galicia

El 23 de diciembre del 2021, la noticia del cierre de Casa de Galicia conmocionó a todo el país.

En plena pandemia, cuando la variante ómicron comenzaba a instalarse, el gobierno de la “libertad responsable” cerraba justamente una mutualista. Sí, un centro de salud, que funcionaba con cerca de tres mil funcionarios y 45 mil usuarios. Seguramente, es un caso único en el mundo.

Escrito por Mónica

Un centro de salud funcionando, con varios vacunatorios covid y una rica historia de 100 años, protagonizada por miles de humildes inmigrantes gallegos, quienes con su esfuerzo y ahorros lograron con orgullo la construcción de este centro de salud único en la zona. Pero el gobierno de Lacalle Pou y su coalición multicolor solo hizo cuentas, no tuvo en cuenta la pandemia y buscó una salida que solo se ajustara a sus metas económicas, con un claro desprecio hacia los derechos de los trabajadores y su salud.

El remedio fue peor que la enfermedad

Foto: espanaexterior.com

La solución finalmente planteada por el gobierno fue un ataque liso y llano contra los derechos de los usuarios, a quienes se los obliga a cambiar de mutualista de modo arbitrario, a tener que confiar en nuevos médicos, a trasladarse distancias mayores y un largo etcétera.
También se quitan derechos a los trabajadores porque -si bien se les garantiza el empleo dado que están en un sector que los requiere- deberán acomodarse a nuevos equipos de trabajo, nuevas directivas y también otras distancias.

Así es la política neoliberal y antiobrera del gobierno de Lacalle Pou. Todos los trabajadores debemos comprender que este gobierno se preocupa por los “malla oro”, pero no por las trabajadoras y trabajadores, ni por los sectores populares. Su política en Casa de Galicia es una muestra y una alerta para todos.

La salud es un gran negocio

La resolución del gobierno no pasó por expropiar Casa de Galicia e ingresarla como mutualista para reforzar el sistema público reunido en ASSE. Así se hubiera puesto su gran sanatorio al servicio de las necesidades de la densa población de zona oeste de Montevideo que solo cuenta con pequeñas e insuficientes policlínicas.

Por el contrario, las beneficiarias serán cinco mutualistas más pequeñas que se repartirán los usuarios y el personal de Casa de Galicia. Así recibirán más dinero por las “cápitas” (usuarios) y de ese modo irán pagando deudas. Deudas que, en su mayoría, no provienen de gastos médicos, sino fundamentalmente de despilfarros, corrupciones y altísimos sueldos gerenciales de quienes claramente gerencian para su propio beneficio.

Sobre el edificio del sanatorio hay muchos rumores. Desde que se promoverá la instalación de un shopping hasta que ya existe un inversor extranjero interesado.

Será una tarea más de las y los trabajadores exigir al gobierno que ese inmenso edificio se ponga al servicio de las necesidades de esa populosa y trabajadora zona.
Porque la lucha de Casa de Galicia no ha terminado aún.

Y así lo recuerda la murga Doña Bastarda, que en cada presentación hace un emotivo saludo a estos heroicos y heroicos trabajadores de la salud.