Foto original de artículo de portal El Observador-www.uy.undp.org

Este año comenzó con la promesa burguesa de que, con el inicio de la vacunación masiva, el mundo marchaba rápidamente hacia el fin de la pandemia y, con ello, hacia el final del profundo deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores y el pueblo. Sin embargo, la pandemia se mantiene con oleadas recurrentes y la economía capitalista-imperialista no logra salir de la crisis.

Por LIT-CI

Hemos rechazado la mentira del “fin de la pandemia” y ahora se produce la fuerte oleada que viven varios países europeos. Desde su inicio, hemos afirmado que el capitalismo es el responsable de su surgimiento, de su rápida extensión y de la persistencia de la pandemia de coronavirus.

Lo es porque ha creado condiciones cada vez más propicias para el surgimiento de zoonosis (enfermedades que se transmiten desde los animales al ser humano) que se propagan con rapidez por la gran dinámica actual de circulación de personas y mercaderías[3]. Porque los gobiernos burgueses encararon el combate contra ella con sistemas de salud pública debilitados por años de ataques, el criterio de alentar los negocios privados en esta área, y sin hacer las inversiones públicas necesarias para revertir este deterioro. Porque, ante la recesión de la primera mitad de 2020, sin haber derrotado la pandemia, comenzó la criminal política de la “nueva normalidad” que multiplicó las posibilidades de contagio.

En 2021 se anunció el “año de la vacunación” y, con ello, del triunfo sobre la pandemia. Pero ese gran avance que representaban las vacunas también fue manejado con los criterios del capitalismo imperialista. La “carrera por la vacuna”, se hizo sin un plan de desarrollo cooperativo y centralizado internacionalmente sino en una feroz competencia entre los grandes conglomerados farmacéuticos privados y salvaguardando sus ganancias a través del “derecho de patente”. Las vacunas tuvieron un alto precio y los países imperialistas compraron y acapararon gigantescas cantidades de dosis de vacunas para su población mientras, en el otro extremo, los países más pobres no tenían ninguna posibilidad de comprarlas y, todavía hoy, presentan porcentajes bajísimos de vacunación.

Esta contradicción se expresó agudamente en la India, que, por un lado, es el principal fabricante de vacunas del mundo (en laboratorios de propiedad de los conglomerados imperialistas) y, por el otro, no tenía condiciones de comprarlas masivamente para su población. En este país se desarrolló una fortísima segunda oleada de la pandemia que originó la peligrosísima variante Delta. En Sudáfrica, uno de los países no imperialistas que tiene capacidad para fabricar vacunas, se originó la cepa Ómicron. La desigualdad en los niveles de vacunación en el mundo (combinada con la criminal política de la “nueva normalidad”) se vuelve como un boomerang sobre los propios países imperialistas, con oleadas originadas en las nuevas cepas, como sucedió hace pocos meses en EEUU y ahora sucede en Europa.

Frente a este panorama, nosotros reivindicamos como correctas las consignas, asumidas por la LIT-CI, de vacunas para todos, ruptura del derecho de patente de los laboratorios que las fabrican y la necesidad de un plan internacional de vacunación masiva y gratuita, extendido a todos los países del mundo, así como la reconstrucción y el fortalecimiento de los sistemas de salud pública. Es el único camino verdadero (en este sentido, el único camino realista) para avanzar en el combate contra la pandemia del coronavirus. Incluso si la pandemia actual fuese derrotada, el capitalismo imperialista nos presenta un futuro sombrío: la aparición casi inevitable de nuevas pandemias. Es la perspectiva que plantean los científicos más especializados: Sarah Gilbert, una de las creadoras de la vacuna de AstraZeneca advirtió en una reciente conferencia que «La próxima pandemia podría ser más contagiosa o mortal que la de covid-19».

El capitalismo imperialismo fracasa en revertir las respuestas negativas de la naturaleza a su carácter cada vez más destructivo, como ha sucedido también con el objetivo de cambiar la matriz energética para reducir el uso de combustibles fósiles contaminantes. Así lo muestra el rotundo fracaso de la reciente Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (llamada COP 26).

Una recuperación de vuelo muy bajo

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Las nuevas oleadas de la pandemia han tenido su impacto sobre la dinámica de la economía internacional y los organismos financieros internacionales reducen su estimación sobre el crecimiento del PIB mundial. El informe del FMI de octubre de 2021 “revela una leve disminución en las estimaciones de crecimiento con respecto al documento emitido en julio de 2021”, por el impacto de las nuevas oleadas de la pandemia.

Una explicación solo parcialmente correcta: en 2020 se produjo una “recesión mundial”. Sin embargo, la pandemia y las restricciones contra ella lo que hicieron fue potenciar la dinámica recesiva que la economía mundial ya traía desde el año anterior. A partir de la política de la “nueva normalidad”, se había iniciado una recuperación de la economía capitalista, que se mantuvo el resto del año y se trasladó a 2021. Pero esa recuperación ya presentaba profundos problemas y trabas.

En setiembre pasado, analizábamos los principales obstáculos de esa recuperación y su carácter limitado. El primero era lo que se denominaba su carácter “quebrado” o “roto”: las profundas desigualdades entre países, ramas económicas y empresas. Un analista definió así esta situación: “tras la crisis, se ven ganadores y perdedores…”. Las economías de EEUU y China eran las que presentaban mejores perspectivas de recuperación en 2021, por lo menos en términos nominales. Las grandes empresas ganadoras son las que producen o están ligadas a las nuevas tecnologías. Otros sectores, como el turismo y el comercio habían sido duramente golpeados, mientras ramas industriales tradicionales (las automotrices) debían encarar planes de reducción y reestructuración.

¿Se viene la estanflación?

El segundo obstáculo es el carácter inflacionario que presenta la recuperación, con índices que, en EEUU y en Europa[16] son los más altos desde hace varias décadas. Otros países y regiones presentan niveles iguales o superiores. Esta realidad nos lleva a considerar la “verdadera dimensión [de] la recuperación que vive la economía” porque “el crecimiento real de la producción material será de tan solo 2%”. Por eso, economistas como Nouriel Roubini consideran que “La amenaza de estanflación [combinación entre estancamiento económico e inflación, NdA] se muestra cada vez más posible”.

Esto significaría que, luego de una corta y débil recuperación, la dinámica de la economía mundial tendería a frenarse y marchar hacia una nueva recesión. Algunos países ya han entrado en recesión, como Brasil[19]. En otros, se desploma la moneda nacional, como la lira turca o el peso argentino. Hay quienes prevén un escenario aún más negativo porque consideran que existen diversas “burbujas que están a punto de pinchar” en los sectores de “vivienda, deuda y criptomonedas”, y que esta perspectiva es peor que la crisis iniciada en 2007/2008.

La economía china también tiene problemas

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China fue la única de las grandes economías que terminó con crecimiento de su PIB nominal en 2020 y mantuvo una de las mejores dinámicas en 2021: tuvo gran crecimiento de su comercio exterior, un buen nivel de captación de inversiones extranjeras y la realización de sus inversiones en otros países (la llamada “Ruta de la Seda”). Los medios festejaron esta dinámica con títulos como “China continuará siendo estabilizador de la recuperación económica mundial”. Sin embargo, detrás de este “panorama dorado” aparecían gruesas nubes de tormenta.

En especial. en el sector inmobiliario y de la construcción civil, uno de los motores del crecimiento de su economía y de la creación de empleos. El sector, en realidad, ha sido “inflado” artificialmente a través de créditos y préstamos estatales y privados, algo que ya se había expresado en 2015. La primera manifestación evidente de problemas fue la crisis del Evergrande Group que no puede pagar sus deudas. El problema es mucho más grande ya que parece comenzar a producirse “un ‘efecto cascada’ sobre todo el sector inmobiliario y de la construcción”. En octubre pasado, la empresa Fantasía Holding no pagó un préstamo de más de 200 millones de dólares y corre el riesgo de ir a la quiebra. Un artículo ya citado considera que la crisis del sector inmobiliario y de la construcción “de facto, ya ha explotado en China”.

¿Cuál será el impacto de este proceso en la dinámica de la economía china y, a partir de allí, sobre el conjunto de la economía mundial? Hay quienes consideran que podría tener el mismo efecto potenciador que el que tuvo la caída del banco Lehman Brothers en EEUU, en 2008. El FMI, en noviembre pasado, señaló: “Aunque la economía china continúa con su recuperación tras el impacto de la pandemia de covid-19, la inercia se está ralentizando”.

Nos referiremos brevemente al tema del enfrentamiento que EEUU mantiene con China y que ha sido planteado como el objetivo estratégico de su política exterior por el gobierno de Joe Biden. Esto se ha expresado en la “guerra comercial-tecnológica” iniciada por Donald Trump y que ahora comienza a tener otras expresiones diplomáticas. Independientemente de las caracterizaciones posibles sobre el significado de este enfrentamiento, es evidente que cruza toda la situación mundial y plantea inestabilidad a la dinámica de la economía mundial y su recuperación.

El movimiento de masas

La pandemia golpeó duramente a los trabajadores y a las masas en todo el mundo: por el impacto directo de contagios y muertes, y porque las burguesías descargaron sobre sus espaldas el peso de la crisis económica del año pasado, exacerbando al extremo los permanentes ataques contra las condiciones laborales y el nivel de vida que, con algunos altibajos, ya vienen desde hace décadas.

Una de sus expresiones más graves es el aumento de la “pobreza extrema” (miseria) y de la “inseguridad alimentaria” (hambre). Sin llegar a tal extremo, en todo el mundo aumentó la pobreza, el desempleo, la pérdida del poder adquisitivo de los salarios, el deterioro de las condiciones laborales y la precarización. Una realidad que casi no se revierte por la recuperación en curso: las burguesías no tienen ninguna intención de “devolver lo robado” sino, por el contrario, buscan consolidar de modo permanente este deterioro. Esta realidad provoca sentimientos de “intolerabilidad” en los trabajadores y las masas que, en varios países y regiones, han generado fuertes respuestas en el terreno de la lucha de clases.

En 2020, la pandemia y su impacto provocaron un impasse relativo en la acción del movimiento de masas, que estuvo mucho más a la defensiva. Fue un “relativo” porque, apenas iniciada la pandemia, se produjeron en EEUU las rebeliones antirracistas contra la represión y los asesinatos policiales, que pusieron contra las cuerdas el gobierno de Donald Trump y provocaron una crisis en el régimen político en su conjunto. Un poco oculto por el impacto de estas rebeliones, se producía un importante proceso huelguístico, en especial en los sectores de la educación, los servicios y el comercio.

Este último año ha sido, en gran medida, de recuperación de una mayor dinámica de lucha de las masas en diversos países y regiones. Vamos a concentrarnos en algunos, por su importancia objetiva o por su significación política.

Cuba

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En julio pasado se realizaron movilizaciones de varios miles de personas en diversas ciudades cubanas, en protesta por la crisis sanitaria generada por la pandemia, el racionamiento de medicamentos y alimentos y la falta de libertades democráticas impuesta por el régimen castrista. Las movilizaciones fueron duramente reprimidas y cientos de activistas y participantes fueron procesados y encarcelados. Estos hechos reavivaron la intensa polémica que se da, desde hace más de dos décadas en la izquierda mundial.

Protestas del 11J en La Habana

La corriente castro-chavismo considera que Cuba es “el último bastión del socialismo” y que el elemento determinante de los problemas que atraviesa el país es el boicot que desarrolla, desde hace décadas, el imperialismo yanqui. Por eso, caracteriza que estas movilizaciones son contrarrevolucionarias porque son impulsadas y terminan al servicio de los intereses de este imperialismo y de la burguesía cubana exiliada en Miami (los gusanos). Por lo tanto, apoyan la represión del régimen castrista contra ellas.

Por su parte, varias organizaciones que se consideran trotskistas (como la FT, encabezada por el PTS argentino) consideran que Cuba continúa siendo un “Estado obrero burocratizado” en el que el castrismo impulsa una política de restauración del capitalismo y, como un riesgo equivalente, existe la “presión restauracionista” del imperialismo yanqui y la burguesía gusana de Miami. Por eso, caracteriza que esas movilizaciones tuvieron un “carácter contradictorio”: por un lado, obedecían a causas justas (el deterioro de las condiciones sociales de las masas) pero, por el otro, son reaccionarias: “No hay dudas de que fueron utilizadas por medios y redes sociales financiados por Estados Unidos”. Ante esa “contradicción”, la FT adoptó una posición abstencionista ya que no propone ninguna orientación concreta. Una política que, frente a las movilizaciones reales que se han dado, acaba favoreciendo al régimen castrista. Hay algo peor, que se ubica en el terreno de los principios para una organización que se reivindica trotskista: la FT no solo no apoya las movilizaciones, sino que casi no denuncia la represión presente del régimen castrista. De modo especial, no está impulsando (o sumándose) a una campaña internacional por la libertad de los muchos presos que fueron detenidos por la represión del régimen. Campaña que podría desarrollar con mucha fuerza en Argentina, donde el PTS tiene varios legisladores y mucho espacio en los medios. Es necesario que cambien esta actitud.

La LIT-CI, por su parte, caracteriza que, desde hace décadas, el propio régimen castrista restauró el capitalismo en Cuba; que ese espacio ha sido aprovechado por los imperialismos europeos y canadiense, (que han realizado grandes inversiones en el sector de turismo internacional, en un acelerado proceso de recolonización), y que la cúpula castrista se ha ido transformando en una burguesía subordinada (a partir del control del conglomerado estatal GAESA). Si sumamos la falta de libertades democráticas para los trabajadores y las masas, definimos que el régimen castrista se transformó en una dictadura capitalista.

El bloqueo yanqui efectivamente existe, busca estrangular la economía cubana y generar malestar económico y político de la población contra el régimen castrista. Por eso lo combatimos y lo denunciamos. Sin embargo, es necesario precisar que se trata de un bloqueo parcial ya que diversos países imperialistas invierten y comercian con Cuba. Lo mismo hacen muchos otros países en el mundo, como Brasil, que participó de la construcción de las instalaciones de la Zona Especial de Desarrollo del Puerto de Mariel con financiamiento del Estado brasileño a través del BNDES.

El régimen cubano viene impulsando ajustes que eliminan las conquistas remanentes de la revolución. El último de ellos es el llamado Plan del Día Cero, lanzado a inicios de 2021. Este deterioro es tan grande que, incluso, revirtió los buenos resultados iniciales que el país había obtenido en el combate a la pandemia. La pandemia generó una gran disminución del flujo de turismo internacional (su principal fuente de divisas extranjeras) y con ello, un estrangulamiento económico. La situación de las masas se hizo intolerable, mientras los integrantes de la cúpula del régimen y los turistas extranjeros compraban en las tiendas especiales, con dólares. Esa realidad, y la falta absoluta de libertades democráticas, generaron las movilizaciones de julio.

Por eso, las definimos como una expresión justa y progresiva de una lucha contra una dictadura capitalista, que deben ser apoyadas más allá de las inevitables contradicciones que puedan presentar. Por eso, ahora desarrollamos, como una de nuestras actividades centrales, una campaña internacional por la libertad de los presos políticos cubanos.

Afganistán

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Otro hecho muy importante fue la derrota de las fuerzas imperialistas encabezadas por EEUU en la guerra de Afganistán, iniciada hace 20 años por el entonces presidente George W. Bush, y que, en 2003, continuaría con la invasión a Irak[45]. Con la retirada de las tropas se produjo “la consumación de la derrota” ya que el curso de ambas guerras le era claramente desfavorable desde hacía varios años. El gobierno de Obama ya había comenzado un giro táctico con la estrategia de ir retirando las tropas: impulsó la construcción de un “ejército nacional afgano” al que armó, entrenó y financió para que fuera capaz de sostener de contener al Talibán. Pero, desde entonces, se mostró como un “castillo de arena” ineficiente y corrupto y acabó derrumbándose cuando el imperialismo anunció su retirada definitiva.

Crítica situación en Afganistán

El gobierno de Trump ya había tomado esta decisión: “Después de todos estos años, es hora de traer a nuestra gente de regreso a casa”. Pero fue el de Joe Biden quien concretó la retirada definitiva. Fue una nueva derrota del imperialismo yanqui y sus socios europeos en su política de invadir países e imponer militarmente su voluntad. Festejamos esa derrota porque es una demostración de que el imperialismo no es una fuerza invencible, sino que presenta profundas fragilidades. Esta definición es central en el balance de lo ocurrido en los últimos 20 años y un componente importante de la situación actual. Para nosotros, este resultado fortalece las luchas de los trabajadores y las masas en el mundo contra el imperialismo, y llamamos a redoblarlas.

Sobre la base de este criterio (apoyamos las luchas de las masas contra el imperialismo más allá de su dirección), a lo largo de la guerra, nos ubicamos claramente en el campo militar de la resistencia nacional afgana. Por eso, impulsábamos la unidad de acción militar con el Talibán contra el imperialismo. Una posición que ya había provocado polémicas, en el propio inicio de la guerra.

Que ahora se reabrió porque lo ocurrido presenta una profunda contradicción: quien tomó el poder en el país es el Talibán, una organización de ideología profundamente reaccionaria y de carácter semifascista, que instaló una dictadura teocrática, que aplica una legislación muy opresiva y represiva contra las mujeres y las minorías étnicas, religiosas y lingüísticas que viven en Afganistán. Esto hace que algunos sectores de izquierda consideren que “no hay nada que festejar” porque el resultado general de la guerra es un “saldo cero”, sin beneficios para las masas. Otras van incluso más allá y dejan entrever que estos sectores atacados por el Talibán estaban mejor antes y, por lo tanto, el resultado de la guerra sería negativo. Creemos que este criterio de análisis y sus conclusiones están equivocados.

Sin embargo, de la misma forma que festejamos la derrota del imperialismo, consideramos que, a partir de la toma del poder por el Talibán, la realidad ha cambiado en el país y, por ello, debe cambiar nuestra política. Creemos que la principal tarea que ahora se presenta para las masas afganas (en especial para las mujeres y las minorías oprimidas) es la lucha contra esta dictadura. Por eso, apoyamos las incipientes manifestaciones de este proceso que han comenzado a darse.

Por detrás de su reaccionaria ideología teocrática, el Talibán es una organización cuya cúpula aspira a transformarse en un sector burgués que se enriquezca como intermediario de la extracción de los inmensos recursos naturales inexplotados (como el litio). Esta política enfrenta una realidad: el nivel de industrialización afgano es casi inexistente y no existe personal capacitado para el manejo y el mantenimiento de la tecnología y las maquinarias necesarias (ni hablemos de su fabricación). Por eso, el régimen del Talibán necesita asociarse con países que cuenten con esas tecnologías y realicen las inversiones necesarias, a cambio, claro, de apropiarse de una parte sustancial de esa riqueza.

La búsqueda está dirigida principalmente hacia China y Rusia. Pero también abren su oferta a los diversos imperialismos. En una entrevista a un diario italiano, el portavoz del Talibán expresó que “invitaba a los inversores extranjeros a invertir en un Afganistán estable y seguro”. Es decir, la perspectiva no es que este régimen utilice su triunfo para profundizar la lucha contra el imperialismo sino, por el contrario, que intente mostrarse “estable y seguro” y conseguir “un lugar bajo el sol” bajo el dominio imperialista. De confirmarse esta perspectiva, sería una nueva razón para luchar contra este régimen.

¿La clase obrera vuelve a escena?

Foto-LIT-CI

En 2019, una oleada de rebeliones y revoluciones se extendió por diversas regiones del mundo. En Latinoamérica tuvo epicentro en el proceso revolucionario de Chile. Eran luchas que respondían al empeoramiento constante del nivel de vida de las masas, a situaciones de opresión nacional o contra regímenes dictatoriales. Fueron procesos explosivos, con movilizaciones que enfrentaban duras represiones. La juventud precarizada y sin futuro se colocó a la vanguardia de estos enfrentamientos. En Chile, este sector adquirió un principio de organización y un nombre: la Primera Línea[52]. En general, la clase trabajadora no intervenía en los procesos desde sus estructuras y organizaciones, y con sus métodos, sino disuelta dentro las masas en lucha.

La Primera Línea, en Chile

Foto-MIT Chile

En 2020, la pandemia y su impacto provocaron un impasse relativo en la acción del movimiento de masas, que estuvo mucho más a la defensiva, Incluso hubo algunas derrotas, como en Hong Kong. En EEUU, explotaron y se extendieron las rebeliones antirracistas. A finales del año, una gran lucha de las mujeres argentinas culminó con el triunfo de la votación parlamentaria de la ley que legalizaba el derecho al aborto.

En 2021, los trabajadores y las masas parecen volver a retomar la dinámica de 2019. En marzo, se produjo un estallido en Paraguay contra el pésimo manejo de la pandemia por parte del gobierno del Partido Colorado. En junio, se inició una ola de movilizaciones contra el gobierno de Iván Duque, en Colombia, al que el régimen respondió con una feroz represión. Estos procesos mantuvieron las características que analizamos en los de 2019 y en las rebeliones antirracistas de EEUU. Sin embargo, en 2021 parece estar produciéndose un cambio importante: la presencia de la clase trabajadora desde sus estructuras, su organización y sus métodos.

A lo largo del año, se desarrolla una importante oleada de huelgas en EEUU que, desde los sectores de educación y servicios, predominantes en las luchas de 2020, se extiende con fuerza a los trabajadores industriales, que hace muchos años que estaban ausentes de la escena. Un analista calificó la situación como una “huelga general” de hecho. La oleada se produce por objetivos económicos, pero tiene una profunda significación política porque apunta contra el corazón de una política central de la burguesía: descargar sobre las espaldas de la clase trabajadora el costo de la recuperación económica. Al mismo tiempo, consideramos que significa un cambio profundo en el estado de ánimo y en la acción de la clase trabajadora estadounidense.

Otro proceso de gran importancia ha sido la huelga general realizada en la India, en diciembre de 2020, contra diversas “leyes agrícolas” y en oposición a la nueva “ley laboral” que ataca la organización en los lugares de trabajo, impulsadas por el gobierno del BJP (Partido Popular de la India). Participaron más de 200 millones de personas (la más grande de la historia de la humanidad). En esos momentos, el gobierno había retrocedido, pero luego volvió a la carga. En octubre pasado, el Frente Unido de los Agricultores y numerosos sindicatos convocaron una nueva huelga. Ante esta amenaza, el Parlamento derogó las controvertidas leyes, lo que significaría un primer triunfo de la lucha.

En Sudáfrica, los trabajadores metalúrgicos (agrupados en el poderoso sindicato NUMSA) realizaron una fuerte huelga por aumento de salarios. En Italia, los trabajadores de la empresa metalmecánica GKN y los de Alitalia superan las divisiones sindicales y aparecen como un eje de resistencia a los ataques del gobierno Draghi y las patronales. En octubre, la Confederación de Nacionalidades Indígenas (CONAIE) y el Frente Unitario de los Trabajadores convocaron a una huelga general contra las políticas del gobierno ecuatoriano de Guillermo Lasso, en especial contra el alza de los combustibles. En Bélgica, a inicios de diciembre, miles de manifestantes marcharon por las calles de Bruselas, convocados por todas las centrales sindicales, contra la inflación y también contra los ataques a los dirigentes sindicales.

Si esta tendencia se confirmase, significaría un elemento de gran importancia para las tendencias de la lucha de clases en 2022. En ese marco, sería también un proceso central para la LIT-CI, porque nos reivindicamos una organización de la clase obrera y es allí donde desarrollamos nuestra principal intervención.

Las respuestas de las burguesías

Las burguesías imperialistas y nacionales no permanecen pasivas frente a esta dinámica de las luchas. Ante los estallidos y movilizaciones callejeras, responden muchas veces con durísimas represiones institucionales que pueden alcanzar niveles criminales (Colombia ), o centenares de opositores presos (Cuba). En otros casos, responden con golpes de Estado, como los ocurridos en Myanmar (ex Birmania), en febrero de este año, y en Sudán, en octubre.

Sin embargo, nos parece que la respuesta principal en muchos países es buscar desviarlos a través de las elecciones burguesas. Por ejemplo, es lo que claramente tratan de hacer en Chile. En ese país, la victoria electoral del reformista Gabriel Boric es una expresión distorsionada de las luchas que el movimiento de masas ha encarado en la última década, especialmente desde 2019. Por eso genera mucha expectativa dentro y fuera del país. Pero Boric, como alertamos, no representa los intereses de la revolución que estalló hace poco más de dos años sino un proyecto defensor de los intereses del gran empresariado del país. Su gobierno, aunque con una retórica “progresista”, será un gobierno para los capitalistas. La estrategia de Boric, del Frente Amplio y del Partido Comunista de Chile, es negociar con los de arriba y calmar el movimiento de masas, desviar la revolución por el camino muerto de la institucionalidad democrático-burguesa. Por ello, desde el MIT y con nuestra compañera constituyente María Rivera, que utiliza la tribuna parlamentaria para fortalecer el proceso revolucionario y desenmascarar todos los proyectos burgueses y reformistas, proponemos un camino distinto: el camino de la movilización y organización de la clase trabajadora y la juventud para llevar a fondo la lucha contra el capitalismo neoliberal chileno y el poder del gran empresariado. Esta alternativa, obrera y socialista, implica la independencia del futuro gobierno de Boric, que no solucionará los problemas de fondo de nuestra clase ni responderá a las demandas de la revolución chilena.

Nuestra compañera constituyente María Rivera, que utiliza la tribuna parlamentaria para fortalecer el proceso revolucionario

En esos procesos electorales impulsan la idea de que la única forma de cambiar las cosas son las elecciones y, en ellas, se debe elegir sí o sí entre las variantes burguesas de derecha o las supuestamente “progresistas”, a través de las organizaciones que las representan.

Buscan mantener su dominio a través de un movimiento electoral pendular: si es la derecha la que está en crisis, vamos con los “progresistas”, como sucedió en EEUU con Biden; en Perú, con Pedro Castillo; en Honduras, con Xiomara Castro; en Chile, con Boric; o puede suceder en el Brasil con Lula. Si son los “progresistas” los que se han desgastado, “vamos con la derecha”, como sucedió con Lacalle Pou en Uruguay o puede suceder en Argentina, por el desgate del gobierno peronista y un nuevo gobierno de Juntos por el Cambio, en 2023.

En Latinoamérica, en la medida en que se confirme esta tendencia a un nuevo ascenso y, ante la ausencia de una dirección revolucionaria que impulse los procesos de lucha hasta sus últimas consecuencias, es muy posible que veamos mucho esta utilización de los procesos electorales y, por lo mismo, una tendencia de capitalización electoral por parte de los partidos o coaliciones burguesas supuestamente progresistas.

En el marco de la crisis y el desgaste de los mecanismos de la democracia burguesa, y el escepticismo creciente de las masas con ella, se abren espacios para figuras con un discurso de extrema derecha disfrazado de “antisistema”, al estilo del que desplegó Bolsonaro en el Brasil. Esta crisis, por un lado, y el hecho de que la mayoría de la izquierda esté totalmente adaptada a ella y no presente una alternativa revolucionaria, les permite ir ganando espacios, como ocurrió con Javier Milei, en Argentina, o con Franco Parisi, en Chile. Más allá de sus discursos confusos de extrema derecha, no se trata de figuras que impulsen una organización fascista con el objetivo de tomar el poder por la fuerza, sino que su objetivo es aprovechar ese espacio existente para construirse como corrientes electorales y parlamentarias.

Queremos terminar con algunas breves conclusiones. La primera de ellas es que la principal tarea que se plantea la LIT-CI es apoyar las luchas en curso e impulsar su desarrollo, en especial las que interviene la clase obrera. En esas luchas, participamos en unidad de acción con diversas organizaciones. Sin embargo, en el marco de esa unidad de acción, debemos desarrollar un duro combate contra la política de las organizaciones reformistas y/o burocráticas que, por un lado, empujan para llevarlas a la vía muerta de los procesos electorales o los mecanismos parlamentarios. Y, en ellos, atan su carro a la variante burguesa “progresista” de turno. Por ejemplo, la política del PSOL en el Brasil, de apoyar la candidatura de Lula y su alianza con sectores burgueses de derecha. O las organizaciones de la izquierda argentina que se integraron a las listas electorales del kirchnerismo.

Para la LIT-CI, las luchas de los trabajadores y las masas nunca deben subordinarse a los procesos electorales, aunque estamos a favor de participar de ellos y de utilizar ese espacio. Al mismo tiempo, creemos que esos combates deben ser pasos que avancen en el camino de la lucha por el poder para la clase obrera, la destrucción de este sistema capitalista imperialista cada vez más retrógrado e inhumano y su reemplazo por un sistema mucho más racional y humano, a través de la revolución socialista. Por ello, cerramos el 2021 reafirmando nuestro llamado, en todos los países, a construir partidos revolucionarios, obreros y socialistas, que sean parte de una Internacional democráticamente centralizada, que se plantee la reconstrucción de la IV Internacional. La LIT-CI renueva su compromiso con esta estrategia.

Nota y referencias en:

https://litci.org/es/el-ano-que-no-se-termino-la-pandemia-ni-la-crisis-economica/