El siguiente texto es un extracto de un artículo escrito por el compañero Jorge Guidobono (1944-2007) poco después de la huelga general uruguaya. El era miembro de la dirección de nuestro partido trostkista en el país (PRT), y se había exilió en 1974 en Argentina, donde militaba en la corriente morenista de la cual formábamos parte. Guidobono fue miembro de la redacción de Revista de América y del periódico Avanzada Socialista del MAS. La revista completa se puede descargar desde nuestra página www.ist.uy

La revolución permanente y la lucha democrática como puente hacia el gobierno obrero

Por su conformación social, en los países dependientes más que en ninguna otra parte, el gran problema estratégico que debe resolver la revolución proletaria es: cómo hacer para que una clase obrera numéricamente pequeña logre ganar y arrastrar detrás de sí a las grandes masas pequeño burguesas, sean estas campesinas o urbanas.

Para Trotsky, el puente fundamental que permitiría al pequeño proletariado transformarse en el dirigente del con- junto de las masas explotadas, era que éste asumiera la conducción de la lucha por las tareas no resueltas de la revolución democrático burguesa, desde la independencia nacional a la lucha por la tierra y los derechos democráticos en los países coloniales y semicoloniales, combinando esta lucha con su combate directo por liquidar toda forma de explotación.

En Uruguay durante el “ensayo revolucionario” que implicó la huelga general, este proceso no adoptó una forma clásica. No se manifestó en la lucha por conquistar, sino por defender lo ya adquirido.

El puente, la transición entre la lucha democrática que unificaba al conjunto de la población, y el gobierno obrero, no se presentó como una batalla en la que el proletariado acaudilló al conjunto de las masas explotadas para imponer un programa demo-burgués, sino como un combate en el cual la clase obrera se puso a la cabeza de todas las fuerzas democráticas para defender las libertades ya conquista- das que la dictadura pretendía arrasar.

Fue por medio de esa lucha defensiva que la clase obrera se transformó en el caudillo de la pequeña burguesía, demostrando en los hechos ser la única clase capaz de luchar en forma consecuente por las libertades.

Ese combate posibilitaba a la clase obrera ir ganando en su propio desarrollo a las masas democráticas para la necesidad de un gobierno obrero; el proletariado podía conquistar por la lucha su derecho a dirigir la nación, demostrando fehacientemente a toda la población que es capaz de luchar hasta sus últimas consecuencias por las conquistas democráticas, y vencer en ese combate.

Lamentablemente, para lograr eso era necesario una dirección revolucionaria, precisamente la gran carencia de la revolución uruguaya de junio/julio del 73.

¿Quién acaudilla la lucha democrática y arrastra tras de sí a la pequeña burguesía? ¿La burguesía democrática o la clase obrera?

Este dilema se colocó en el centro de la revolución en Uruguay, y de su dilucidación dependía el futuro inmediato de la misma. La burguesía era totalmente impotente, y los hechos se encargaron de demostrarlo sobradamente.

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