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El “caso Penadés” está mostrando la punta de una madeja muy grande. El senador y dirigente de primera línea del gobierno ya cuenta con ocho denuncias por explotación sexual a menores. Su situación está tan comprometida que el propio Lacalle Pou debió tomar distancia después de haber declarado en un principio de manera lamentable, que le creía a él porque era su amigo.

El tema es tratado muy delicadamente no solo por el gobierno sino también por la dirigencia del Frente Amplio. Es personal, no político; no se puede hacer política con esto, afirman los mismos dirigentes que después dicen bregar por los derechos las mujeres. Cada noticia o declaración que se va conociendo indigna más. Existen todo tipo de negociaciones tras bambalinas en cómo tratar el desafuero y el tema en general. La lucha de las mujeres quedó supeditada, para estos dirigentes, a los pactos parlamentarios. Son una verdadera vergüenza.

Pero lamentablemente no sorprende, porque por encima de todo lo que sí defienden a fondo y a cualquier precio, es el capitalismo. Y este sistema capitalista, por la desigualdad que engendra, es un encubridor de abusadores y explotadores sexuales. Así quedó demostrado con los abusos de la Iglesia durante décadas en todo el mundo. Así quedó demostrado con el caso más grande de explotación sexual en nuestro país denominado Operación Océano, que después de años de lenta investigación, muchos abusadores siguen impunemente sueltos y solo existen un puñado de condenados con penas irrisorias como la prisión domiciliaria por algunos meses ante hechos gravísimos. La Justicia, una vez más, actúa a favor de la impunidad de los poderosos.

Las denuncias contra uno de los principales políticos de la burguesía uruguaya en el llamado “caso Penadés”, es la piedra de toque que muestra hasta qué punto está arraigado el abuso a menores y como eso es una práctica habitual incluso en las “altas esferas del poder” político y económico. Es el poder que les da el capitalismo.