Los compañeros de IST en Mercedes regularmente se reúnen para planificar sus actividades partidarias: leer la prensa, distribuirla a los amigos y conocidos, venderla a la salida de la fábrica Pamer y en las ferias.

También decidieron ir al rescate de ciertos procesos que aún están vivos en el “anecdotario popular” para tener una comprensión más profunda de las luchas que los trabajadores de la zona protagonizaron en defensa de sus más elementales derechos, como es el derecho al trabajo.

Escrito por Mónica

Fue entonces que conocieron una nota informativa sobre la historia de ARINSA, el ex – ingenio “Azucarera del Río Negro S.A.” En el departamento de Soriano se lo conoce popularmente como el «gigante dormido». Se trata de un establecimiento fabril de producción de azúcar en base a remolacha azucarera, que llegó a ser modelo en Sudamérica. Desde 1981 se encuentra inactivo, fue totalmente desmantelado y quedó prácticamente reducido a escombros.

Un ingenio azucarero para Soriano

Estos hechos tienen sus inicios en 1963, cuando se presentó un proyecto para crear un ingenio azucarero en Mercedes, la capital del departamento. Los trabajadores lo vieron como una oportunidad de tener trabajo en la zona y no tener que emigrar a Montevideo.

En esos años, estaba comenzando la crisis económica que afectaría profundamente al país, que dejó de recibir las ganancias que obtuvo mientras duraron las guerras en Europa y en la década de los años ’60, la guerra de Corea. Terminadas las guerras, la crisis se hizo patente y significó la caída de la industria de la carne y textil, el cierre de muchos frigoríficos y fábricas textiles. Los empresarios se embolsaron sus ganancias y cambiaron de rubro o se fueron del país.

Las empresas estatales como el Frigorífico Nacional cerraron sus instalaciones y dejaron a cientos de obreros y obreras en la calle. Y detrás de las grandes fábricas, cerraron muchos pequeños almacenes, tiendas, boliches. La desocupación y la miseria llevaron a los trabajadores, muy especialmente a los trabajadores de los frigoríficos y textiles, a las calles, a la lucha por sus puestos de trabajo y en defensa de sus conquistas. En Montevideo, la década de los ’60 vio importantes manifestaciones y luchas callejeras desde el Cerro hasta la curva de Maroñas.

En esa situación, el gobierno de turno presidido por Pacheco Areco –el mismo que instalaría las “medidas prontas de seguridad” para reprimir a los huelguistas textiles y de los frigoríficos, y luego a los estudiantes- anunció con bombos y platillos la inauguración el ingenio azucarero en Mercedes, conocido como “ARINSA”. Los trabajadores vieron en este emprendimiento una oportunidad de tener empleo y poder alimentar a sus familias. El mismo entusiasmo que pudimos ver hace unos pocos años cuando se instaló Botnia-UPM en Fray Bentos o como el que viven hoy en Durazno por la instalación de UPMII.

La historia se repite

El ingenio “ARINSA”, la obra de mayor aliento en la historia de Soriano, que llegó a ser modelo en América Latina por la tecnología utilizada, proveniente de Alemania, terminó cerrando sus puertas el 31 de marzo de 1981 en la época dictatorial.

Tras ser un polo de desarrollo, trabajo, salario y un movimiento inusual para Mercedes y la región, su cierre fue un duro golpe para la comunidad. En menos de una década, más de 400 obreros quedaron desocupados y sus familias sin otro recurso; pero además, se produjo el cierre de muchos negocios de diferentes rubros que también se vieron afectados.

Funcionó poco más de 10 años, dejando tras su cierre una fuerte crisis social en Mercedes, pero también una deuda millonaria con el BROU, el banco estatal que prestó millones a los inversores de ARINSA, quienes luego se llevaron todas las ganancias al extranjero. Para los trabajadores, represión y cárcel. Para los patrones, todo tipo de facilidades para llevarse las ganancias. Ninguna fábrica fue embargada y mucho menos estatizada.

Cada tanto aparecen algunos interesados en reconvertir el predio en un polígono industrial. Hasta el mismo presidente Vázquez hizo algunas promesas en ese sentido, pero no se concretó nada. En el año 2016, llegaron los últimos interesados, pagaron una multa de unos 260 mil dólares y se adueñaron del lugar, que por ahora sigue funcionando como un enorme depósito.

Esta historia la vivieron los trabajadores y sus familias en Montes con su azúcar de remolacha, en Bella Unión con su azúcar de caña, en Paylana y Paycueros, en los frigoríficos, las textiles, las curtiembres de todo el país.

Es necesario conocer estos hechos para comprender cómo los capitalistas sólo actúan movidos por las ganancias y el lucro. En esta sociedad capitalista, no hay salida para los y las trabajadoras, sean de la capital o del interior. Y los compañeros de Soriano tienen mucho para aportar a las luchas que tenemos que emprender para construir el socialismo con democracia obrera.