Barrio Nuevo se llama, porque como su nombre lo indica, se fue formando recientemente con la llegada de personas de diversos lugares del Uruguay e incluso inmigrantes venezolanos y colombianos.
Escrito por Jeni – Colonia Nicolich.
Gilberto Los Santos, docente de educación física en Paso de La Arena, es uno de los vecinos que se estableció primero y cuando el lugar se fue poblando, tuvo la iniciativa de reunir a todos los vecinos y organizarse para pedir los servicios esenciales como luz y agua. Pero Gilberto no se conformó sólo con que los operarios de UTE vinieran a instalar la luz y se fueran; él quería que hubiera un contacto más directo, un acercamiento entre los trabajadores de UTE y los vecinos. Fue así que vinieron a darles clases para que aprendieran a administrar mejor la energía y hacer una buena gestión de la misma.
A Gilberto no le gustan las “comisiones”, por eso no quiere formar una; piensa que la comisión implica cargos como presidente, tesorero, etc., y esto puede desembocar en diferencias y separación. Prefiere el diálogo más horizontal y que todos se pongan de acuerdo.
Ahora, con la pandemia del Coronavirus y el golpe tan grande que significa para las familias más humildes, se necesita de más organización para hacerles llegar el sustento básico, ya que muchos hombres y mujeres se quedaron sin su fuente de trabajo.
La pobreza se agudiza.
Gilberto y su esposa Yanet decidieron organizar una olla popular, o , como a ellos les gusta llamarla: olla solidaria. Otros vecinos se unieron a la idea y se pusieron a disposición para trabajar en la preparación de los alimentos.
Durante la semana Gilberto realiza llamadas y visitas a distintos comercios para conseguir donaciones; hace publicaciones en redes sociales solicitando la colaboración de aquellos vecinos que puedan hacerlo. También ha recibido donaciones de distintos sindicatos de obreros.
El día anterior a la realización de la olla pelan y cortan las verduras para dejar el trabajo encaminado. Carlos, es panadero y es quien se encarga de elaborar el pan, para acompañar el plato de comida, con la harina que les donan. Tres jóvenes, Ronald ,Luis y Elías, son quienes cocinan.
El día de la olla solidaria, Daiana, esposa de Carlos, controla con una planilla la entrega de los alimentos a cada familia: una porción del menú de ese día, una fruta, un trozo de pan y agua embotellada, para cada uno de los integrantes del núcleo familiar. Beatriz y Yanet se encargan de servir las porciones.
Las personas que vienen a retirar sus viandas hacen fila en la puerta del predio de Juan, otro vecino, la fila se hace a unos veinte metros de donde se sirve la comida, siempre respetando la distancia recomendada y en una total tranquilidad.
Cada vez que se hace la olla, sábados y domingos al mediodía, se sirven entre cien y ciento treinta porciones. Para el miércoles de turismo, por ser una semana especial, en la cual no se entregarán bandejas en las escuelas, decidieron hacer otra olla. Ya consiguieron una donación de galletitas. Y Gilberto está haciendo las tratativas para conseguir leche en polvo, porque quiere hacer arroz con leche.
Esta solidaridad espontánea que surge desde abajo contra el hambre que se padece en los barrios contrasta con la desidia de las autoridades. Las “canastas” que promete el MIDES aún siguen en etapa de planificación (como si las panzas vacías pudieran esperar!).
El teléfono que dan para comunicarse se pasa media hora o más para conseguir comunicación. Allí te toman los datos y te dicen que alguien va evaluar y te llamarán. El poder comer se ha vuelto un problema ya para cientos de miles. Un país que produce comida para 30 millones de personas, ahora resulta que no puede organizar y brindar una canasta surtida y necesaria para todos los que la necesiten.
Los barrios obreros y populares se están organizando rápidamente y de forma efectiva. Los obreros que están en seguro de paro, la gente de las barriadas humildes, los pequeños comercios y los jóvenes dan la mejor muestra que cuando tomamos en nuestras manos cualquier tarea, actuamos, organizamos y damos solución a los problemas, en este caso al tema de que la gente pueda comer todos los días.
Cuando desde IST decimos que deben gobernar los trabajadores, esto se pone de manifiesto en cientos de ejemplos prácticos: las decenas de ollas populares que hoy surgen ante la necesidad de comer a quien no tiene, el control obrero de la fábrica para producir de forma planificada cuando la patronal quiere cerrar o despedir (como sucedió en Pretrobras-Montevideo Gas), en la organización de los médicos, enfermeros y todo el personal de la salud, que reclaman medidas y caminos para bajar los contagios por Covid-19, y en cientos de iniciativas que surgen desde abajo en esta crisis sanitaria y capitalista. Esto nos deja el ejemplo de que es posible que gobernemos los trabajadores, de que hay solidaridad y que se puede avanzar al socialismo con democracia obrera.
Por supuesto que los representantes de turno de las grandes patronales en el gobierno no se dejarán sacar fácilmente de las manos sus privilegios, sus lujos y sus exorbitantes ganancias, incluso a costa de nuestra vida y nuestra salud.
Por eso solo una revolución socialista podrá dar paso a esa nueva sociedad que se esboza cada vez que las obreras, los obreros y los barrios humildes tomamos las tareas en nuestras manos.