La huelga general que durante 15 días paralizó Uruguay fue uno de los acontecimientos más importantes de la lucha de clases de los últimos tiempos, no sólo de Latinoamérica sino también a nivel mundial.

Explota la caldera: 27 de junio de 1973, hora 0 Desde mediados de junio se sentía en el aire que la situación era explosiva. Prácticamente la totalidad del movimiento sindical estaba movilizado. Las reimplantadas medidas de seguridad se habían demostrado impotentes para contener el crecimiento de las lucha obreras. Mientras tanto, los políticos burgueses se debatían entre su temor a los militares y su pavor a las masas. La dirección de la C.N.T. había impulsado la movilización de la mayoría de los gremios. Buscaba así responder a la presión de las bases y, al mismo tiempo, utilizar la movilización para tratar de parar el golpe que, a todas luces, se avecinaba.

La pelea era concebida y llevada adelante sector por sector, de forma que no convergiera en una sola lucha. No obstante, la posibilidad de que confluyera en un torrente único, estaba planteada. El auge de las luchas obreras, y el peligro de su unificación, se combinaba con otro elemento decisivo: la burguesía se encontraba profundamente dividida. El parlamento constituía el foro donde los burgueses sólo coincidían en la defensa de sus sillones y discrepaban en todo lo demás.

El “pacto chico” había saltado en pedazos y el gobierno carecía de mayoría parlamentaria. Las posibilidades de un funcionamiento “normal” de la democracia burguesa estaban liquidadas; ya era un sistema de gobierno que en su agonía ponía en peligro la vida del propio régimen capitalista. Así lo comprendieron los militares de todas las tendencias: el sistema democrático-burgués ya no era garantía para la supervivencia del régimen. Había que suplantarlo por un gobierno “fuerte” (de la izquierda o la derecha militar), suficientemente fuerte como para asegurar lo que ya no podía hacer la democracia burguesa: la defensa del sistema capitalista.

Los únicos que los podían salvar de los uniformados eran los trabajadores, pero temían quedar presos de ellos, y entonces cedían a los militares, sin que sus concesiones pudieran satisfacer a las FF.AA. y, mucho menos, impedir su marcha hacia el golpe. La situación económica continuaba siendo crítica, pero la permanencia del alza de los precios internacionales de carnes y lanas permitía entrever una leve mejoría coyuntural que posibilitaría disponer de una importante masa de dinero.

Estos son los elementos decisivos que determinan el golpe del 27 de junio: la imposibilidad de mantener el funcionamiento democrático burgués en un país sumido en una profunda crisis económica, con un gran ascenso obrero que enfrentaba a una burguesía dividida y con un ejército que quería y podía acceder al poder. Estos factores combinados le dan al golpe de junio un carácter PREVENTIVO y un objetivo central: unificar por la fuerza a la burguesía para impedir que su división facilite una explosión de las luchas obreras que hagan peligrar al régimen.

El 26 de junio, frente al ya seguro golpe, el parlamento fue el lugar donde los impotentes liberales pronunciaron sus cantos de cisne. Interminables discursos que afirmaban que los liberales defenderían con su vida los sagrados fueros parlamentarios se sucedieron sin interrupción. Cuando estos héroes de pacotilla ya tenían un pie en el avión, se conoció a las 5 de la mañana el decreto por el que se disolvía el parlamento. El largo proceso hacia el golpe de estado había culminado. Comenzaba el histórico capítulo de la resistencia obrera a la dictadura…

Tapa del original