
Tras una seguidilla de asesinatos que están sucediendo en todo el país, el jefe de policía de Montevideo Pablo Lotito se refirió a esto como una “epidemia de violencia”. Se muestra esto como si fueran “hechos policiales”, desconectados entre sí, como si fueran una fatalidad inevitable. Pero lo que está ocurriendo en Uruguay no es una suma de crímenes aislados: es la expresión más descarnada de la descomposición social que produce el capitalismo en crisis.
Entre las víctimas de estos últimos asesinatos, destaca la de Gonzalo De Castro: un joven barbero del Cerro de Montevideo, conocido y querido en el barrio por su solidaridad con los sectores más estigmatizados. No era un “delincuente” anónimo, como pretenden etiquetar los noticieros al decir que tenía antecedentes; era un muchacho respetado en el Cerro por estar involucrado en el barrio y hacer actividades solidarias. Su asesinato no solo es una tragedia personal, sino un símbolo de cómo el sistema capitalista y la violencia burguesa arrebatan vidas valiosas entre quienes menos tienen. La pérdida de este muchacho deja un vacío profundo en la comunidad, y al mismo tiempo nos recuerda que la juventud popular es motor de fraternidad y esperanza, a diferencia de los que dicen que la “juventud esta perdida”.
El desempleo creciente, la precarización laboral, la miseria que avanza en los barrios populares y la descomposición del tejido social generan un caldo de cultivo donde la violencia se multiplica. Bajo los anteriores gobiernos (los del Frente Amplio incluidos) se consolidó un modelo de país dependiente, extractivista y financiero, que no para de profundizar la explotación, descargando la crisis sobre los trabajadores y el pueblo. El resultado está a la vista: un Uruguay cada vez más desigual, con la violencia como cara cotidiana.
Pero esta violencia no surge de la nada, es producto de la explotación creciente de la burguesía a toda la clase trabajadora, de los empresarios legales e ilegales que se enriquecen a costa del narcotráfico, el contrabando, la trata de personas y la especulación financiera. El Estado, lejos de dar una salida, responde con más represión, militarización y campañas reaccionarias que solo fortalecen al aparato policial y no tocan en lo más mínimo las raíces sociales del problema. El régimen patronal necesita blindarse contra la juventud y los trabajadores que empiezan a cuestionar las condiciones de vida intolerables.
La violencia no se resuelve con más patrulleros ni cárceles, sino enfrentando la base material que la produce. Es necesario un plan de emergencia obrero y popular, financiado con impuestos progresivos al gran capital y el no pago de la renombrada deuda pública (la deuda externa de los usureros internacionales y la deuda interna de los usureros locales), para garantizar trabajo digno, educación, salud y vivienda para todos.
Seguridad de clase y autodefensa obrera
En “La actualización del Programa de Transición” de Nahuel Moreno nos recuerda que la clase trabajadora no puede confiar en el aparato represivo de la burguesía para garantizar su seguridad. La policía y las Fuerzas Armadas están al servicio de los explotadores, no del pueblo. Frente a la violencia cotidiana —tanto la de los criminales como la de un Estado que reprime— es necesario levantar la bandera de la autodefensa obrera y popular, organizando comités de seguridad en barrios, fábricas y centros de estudio, que protejan a la juventud y a los trabajadores. Hay que transformar esta bronca de que al salir a romperse el lomo todo el día para ganar dos vintenes en condiciones precarias, todavía haya que tener miedo de que nos asalten y nos maten o nos pare la policía mientras a los narcos les encuentran la vuelta para no apresarlos.
Los vecinos del Cerro demostraron un embrión de este tipo de organización ante el asesinato de Gonzalo de Castro, bajo la consigna de “Nos están arrebatando a nuestros hijos” con pancartas, quema de neumáticos y corte de ruta transformaron el dolor, la bronca y la realidad diaria de miseria que nos hacen vivir a los trabajadores en lucha, hay que repetir eso y avanzar en la construcción de la autodefensa popular.
Organizarnos para una salida de fondo
La clase trabajadora y la juventud no pueden dejarse arrastrar por las discusiones vacías que hay en el parlamento que lo único que buscan es como quedarse con la torta y repartir las migajas al resto. La única salida real es la construcción de una alternativa revolucionaria, socialista, que organice a los trabajadores para tomar en sus manos la dirección del país y terminar con la barbarie capitalista que hoy nos condena a contar muertos día tras día.
Por eso, llamamos a impulsar asambleas barriales, plenarios de sindicatos y coordinadoras de trabajadores, estudiantes y organizaciones populares, que discutan un programa de emergencia, organicen la autodefensa y comiencen a forjar una dirección propia de los explotados. Al calor de esto tenemos que formar un partido socialista, revolucionario e internacionalista. En Izquierda Socialista de los Trabajadores buscamos esto. Solo con la organización independiente de la clase obrera encabezada por un partido revolucionario podremos abrir un camino que enfrente de raíz esta violencia: el camino de un gobierno de los trabajadores y el socialismo.
