Una pregunta ronda sobre la cabeza de los camioneros y de los activistas que apoyaron su heroica lucha: ¿qué es lo que explica la amplia unidad entre la familia Marinho (dueña de la red Globo), Temer, Bolsonaro. El PSDB y la cúpula del Ejército, para derrotar su huelga?

Por: João Ricardo Soares PSTU-LITCI Brasil – www.PSTU.org.br – 5/6/2018

Eso sin mencionar el hecho de que las centrales sindicales (excepto la CSP-Conlutas) se negaron a llamar la huelga general, y, a pesar del apoyo formal del PT, uno de sus gobernadores apoyó explícitamente la represión a la huelga sin ser reprendido. Además, actuaron para intentar atar el movimiento de apoyo a los camioneros a la campaña por “Lula libre”, dividiendo no solamente el movimiento de apoyo sino actuando de hecho contra la movilización de los camioneros.

Entonces, ¿cuál es la razón de la profunda unidad de los arriba para atacar la huelga de los camioneros? La heroica lucha de los camioneros abrió las cortinas y presentó, para quien quisiera ver, la cara de nuestro país: unas cuantas familias de multimillonarios que, asociadas a las grandes multinacionales saquean el Brasil a costa de la miseria de la mayoría de la población.

Para luchar contra estas grandes familias de multimillonarios que controlan el país junto con el capital financiero internacional, es necesario luchar contra el lugar que le fue reservado al país en la división internacional del trabajo: exportador de petróleo crudo y pasto para bovinos.

Lo que las clases y los sectores de clase envueltos en esta lucha expresaron es nuestro criterio para entender su carácter, su dinámica y sus consecuencias. Sin comenzar por eso, no entenderemos sus límites ni, al mismo tiempo, su grandeza: la cobardía de la burguesía y su servilismo al imperialismo; la combatividad y determinación de los camioneros; el entreguismo del PT, que nunca se puso contra el proyecto de convertir a nuestro país en mar de soja y pasto para bovinos mientras la mayoría de la población paga la cuenta. Y el populismo de la derecha del Sr. Bolsonaro, que demostró que sus discursos contra el orden es pura charlatanería: apoyó la represión y ayudó a desmontar la huelga.

Y en ese marco, cómo se comportaron las organizaciones de la izquierda para enfrentar la primera lucha política con la ultraderecha que disputó la hegemonía del movimiento.

La sumisión al imperialismo

Si el Brasil fuese un país que no produjese una gota de petróleo y todos los combustibles fuesen importados, el argumento de que el gas de cocina, el diésel y la gasolina comprados en dólares aumentarían de acuerdo con la oscilación de la moneda tendría una explicación dentro de la irracionalidad capitalista. No obstante, la realidad es opuesta a todo esto. Según el artículo de Nazareno Godeiro, se estima la existencia de cerca de 100.000 millones de barriles de petróleo en el subsuelo brasileño. Una riqueza estratosférica que alcanza la cifra de entre 5 y 10 billones de dólares. O sea, tenemos petróleo de sobra.

La Petrobrás exporta cerca de 400.000 barriles/día –el equivalente a 20% de su producción de petróleo bruto– para importar el equivalente en diésel y gasolina. Entonces, ¿estaría justificado teóricamente el aumento del precio en la medida en que tenemos petróleo pero no tenemos capacidad de producir diésel y gasolina? No. Porque hay una ociosidad de 28% en la capacidad de producción de las refinerías. Dejamos de refinar aquí para importar de las grandes compañías multinacionales.

Pero eso es completamente irracional, podría reflexionar el lector. “Porque para la clase dominante brasileña sería mejor tener el combustible barato para aumentar la producción y tener más ganancia; ¿no sería de su interés fortalecer el capitalismo?”. Pero es ahí que entra la cobardía y el servilismo al imperialismo; eso también es el capitalismo en un país dominado.

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El mercado de petróleo mundial es uno de los más centralizados, solamente cinco grandes empresas controlan la producción y el refino en escala mundial. La Petrobrás tiene la ventaja de tener capacidad de refino, tecnología y, más aún, una abundante cantidad de petróleo en el subsuelo brasileño.

Ocurre que está siendo destruida para que el capital financiero internacional y nacional aumente sus ganancias. Antes era 100% estatal; su privatización comienza con Fernando Henrique Cardoso (FHC) y, según el Informe anual de la Petrobrás de 2016, el capital social de la Petrobrás está repartido así: gobierno 46%; extranjeros 36%; demás privados 16%. O sea, la mayoría del capital está en manos de los banqueros internacionales y de los multimillonarios brasileños.

El ex vicepresidente de la Asociación de los Ingenieros de la Petrobrás (AEPET), Argemiro Pertence, afirma que 40% de la ganancia de la Petrobrás es remitida al exterior, después de su semiprivatización.

La sed de ganancia del capital

Lo que interesa aquí es el lucro rápido. Por eso el precio aumenta de forma artificial, los costos son en reales, pero el precio oscila por el dólar.

Pero no para por ahí. Ahora quieren entregar el refino para las multinacionales y, por esto, también aumentan los precios: “… la gestión Dilma-Bendine presentó un Plan de Negocios que preveía ventas de activos del orden de U$ 57.000 millones de dólares hasta 2020. La actual gestión Temer-Parente planea privatizar U$ 34,6 mil millones de dólares hasta 2021, esto es, pretende vender la mitad de la Petrobrás…[1].

Para el imperialismo, la Petrobrás precisa dejar de ser una gran empresa integrada de energía, que controla toda la cadena desde el pozo hasta el puesto. Así, toda la parte de la industrialización y el refino pasaría a las manos de las multinacionales, que deciden si mantienen o no aquí el refino o si importan de sus empresas instaladas por el mundo.

El aumento generalizado de los precios del gas de cocina y de los demás combustibles es consecuencia de la entrega de una empresa estatal a las manos de las multinacionales.

Eso implica una brutal transferencia de plusvalía de las empresas para los grandes monopolios –por la vía del aumento de costo de producción, así como de los autónomos y de la renta de la mayoría de la población por el aumento del gas de cocina y de la gasolina– y para los grandes accionistas de la Petrobrás.

Así, la lucha por la reducción del precio de los combustibles es progresiva. Pues el aumento de los precios de acuerdo con el dólar es consecuencia de la subordinación del país a los intereses de las multinacionales y de las grandes familias multimillonarias brasileñas accionistas de la Petrobrás. No se puede decir otra cosa que robo sobre esta destrucción y esta transferencia de riqueza.

Las clases en lucha

En artículo del site, Iturbe nos ofrece un panorama de las clases involucradas en la movilización[2]. Según datos de la ANTT (Agencia Nacional de Transportes Terrestres) la flota de camiones del país alcanza 1.434.888 camiones distribuidos de la siguiente forma: 811.916, o 56% pertenecen a los “transportadores autónomos”; 615.481 (o 42,9%) está en manos de las empresas.

Las diez mayores empresas del sector suman solo 30.000 vehículos. Siendo que la mayor empresa, la JSL, tiene 9.600 vehículos[3]. Así, las pequeñas y medias transportadoras, con una media de cinco camiones, completan la mayoría de las empresas. Los trabajadores de estas empresas son sometidos a una brutal explotación, reciben entre uno y tres salarios mínimos y 42% no tiene libreta de trabajo y las jornadas de trabajo no obedecen a ninguna regulación[4].

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Entre la masa de los trabajadores autónomos, que compone 56% de la flota y son propietarios de los vehículos, 60% de ellos no tiene escuela secundaria, trabajan cerca de doce horas diarias y tienen una renta mensual que puede alcanzar los 4.000 reales. Así, la característica más importante del sector está en el hecho de que los pequeños propietarios, que viven de su propio trabajo al mismo tiempo en que son propietarios del medio de producción –el camión– componen la mayoría del transporte de cargas.

La cobardía de la burguesía brasileña también se extiende a los grandes propietarios del sector de transporte. Al negociar con el gobierno en nombre de sector y tener sus demandas parcialmente atendidas, y [ante] el miedo de que la radicalización del movimiento cuestionase sus propios intereses, anunciaron por pompa el “fin de la huelga”, pero la decisión no estaba en sus manos sino en la de los camioneros autónomos.

A partir de entonces, el movimiento tiene un nuevo momento subiendo un escalón. La ruptura de la unidad entre lsoo empresarios y los camioneros, y su radicalización, atrajo la simpatía de la población catalizando el odio al gobierno y abriendo el camino para la solidaridad activa. Y es justamente ahí que se forja una amplia unidad de toda la clase dominante y sus representantes para destruir la movilización.

El capital financiero no aceptó ningún cambio en la política de precios de la Petrobrás, lo que dejó al gobierno estampado entre los camioneros y el imperialismo. El creciente apoyo de la población obliga al gobierno a ceder, pero va a querer, como ya anunció por la fuerte campaña de la prensa, hacer que la población pague la cuenta con nuevos cortes en el presupuesto y aumento de los precios administrados por el gobierno.

¿Con los camioneros o con el gobierno?

La dinámica de la movilización que obtuvo la simpatía de más de 80% de la población y galvanizó la rabia contra Temer y su cuadrilla de bandidos, abrió una nueva situación política. En primer lugar, la inmensa mayoría de la población trabajadora, incluso con el sacrificio representado por la falta de combustible y el inicio de la falta de algunos ítems en los supermercados, seguía apoyando la huelga. Esta disposición puede indicar un cambio importante en la realidad.

En otro sentido, al mismo tiempo que la mayoría de la población apoyaba y mostraba disposición para un apoyo activo y algún sacrificio para la victoria de la huelga, las centrales sindicales y el PT actuaron en sentido opuesto: desperdiciaron la oportunidad de derrocar a Temer. Actuaron como sostenedores del gobierno.

Estos dos factores aún siguen marcando la situación política. La inmensa disposición para la lucha ante el empeoramiento de las condiciones de vida, y la traba de los aparatos políticos y sindicales. Es la superación de esta contradicción o el inicio de ella lo que puede profundizar las luchas, por eso las “explosiones” se dan en los sectores menos controlados por los aparatos, como los camioneros.

En esta nueva realidad abierta por la huelga hay un hecho importante. La disputa dada por la ultraderecha por la conciencia de los camioneros. Las organizaciones de la “izquierda” que utilizaron el hecho de que había carteles por la intervención militar como el elemento que determina todo el movimiento, ignorando la justeza de la reivindicación y de las clases sociales en lucha, no hacen otra cosa que entregar la lucha de los camioneros a los grupos de derecha que intervinieron de forma organizada.

En otro sentido, las declaraciones de Bolsonaro exigiendo el fin del movimiento es contrario a la intervención militar, y no solamente demuestra cómo este bandido es servil al imperialismo sino que lo coloca en el mismo campo de los que estuvieron contra la huelga o vacilaron en apoyarla.

No obstante, si es verdad que la composición social del movimiento facilitaba la entrada de la derecha, el odio a las instituciones y la necesidad de un orden establecido que dé alguna previsibilidad a los negocios, lleva a la pequeña burguesía a la radicalización. La agitación por la intervención militar llenaba el vacío de una salida aparentemente radical, que aparece contra el régimen.

Pero, mientras tanto, el PT y sus satélites, que defienden la mantención del calendario electoral o insistían en el “Lula Libre”, actúan de hecho para mantener el orden actual dejando el discurso de la aparente lucha contra ese orden en manos de la derecha. Al negarse a convocar la Huelga General poniendo en movimiento a los trabajadores, el PT y las centrales sindicales bloquearon la posibilidad de una alternativa de clase visible contra la alternativa de la “intervención militar”, facilitando el trabajo de la ultraderecha. Aún más cuando un gobernador de ese partido exige del gobierno la represión a los camioneros; y, dígase de paso, con el miedo de que la represión deflagrase un levantamiento nacional aún más profundo, las Fuerzas Armadas optaron por una represión selectiva y no siguieron el consejo del gobernador petista.

Pero el hecho más importante es que la tendencia a la creciente polarización entre las clases y sectores de clases de la situación prerrevolucionaria, intensificará aún más la disputa por la conciencia de los trabajadores. La pregunta que no puede dejar de hacer es: ¿cuál es la salida para el Brasil?

De nuestra parte, seguiremos defendiendo las tareas que nos parecen están a la altura de las acciones, que los trabajadores se rebelen y crean solamente en sus propias fuerzas, [por]que la cobarde burguesía brasileña socia del imperialismo en el saqueo del país solamente tiene para ofrecer la profundización de la pobreza y la degradación. Luchemos por un proyecto socialista.

Notas:

[1] Ventas por concluir por valor de R$ 28.000 millones de reales… gasoductos del Sudeste, Liquigás, BR Distribuidora, Petroquímica Suape y Compañía Integrada Textil de Pernambuco (que están siendo ofrecida por 10% de lo que fue invertido en las empresas), venta de campos maduros en tierra y mar en Rio Grande del Norte, Sergipe, Bahia, Ceará y Espirito Santo, la Termobahia, venta de parte de los campos de presal de Iara, Lapa, Carcará, Baúna, Tartaruga Verde.

[2] Ver “Debate con el MRT sobre la huelga de camioneros en Brasil”, disponible en: https://litci.org/es/menu/mundo/latinoamerica/brasil/debate-mrt-la-huelga-camioneros-brasil/

[3] https://economia.estadao.com.br/noticias/geral,hipotese-de-locaute-para-a-greve-dos-caminhoneiros-esbarra-em-pulverizacao,70002327133

[4] ttps://jornal.usp.br/ciencias/ciencias-humanas/leis-nao-alteraram-perfil-dos-caminhoneiros-no-brasil-mostra-estudo/

Traducción: Natalia Estrada.