La situación política venezolana se agudiza cada vez más, y al mismo tiempo se agudizan también los debates dentro de la izquierda latinoamericana y mundial sobre qué política se debe tener en ese marco. A grandes rasgos se delimitan dos posturas: una de apoyo y de defensa al gobierno de Maduro y el régimen chavista (mayoritaria si consideramos la cantidad de organizaciones), y otra de oposición a ellos. A la vez, en cada uno de esos “bloques” existen diferentes razonamientos ligados a distintas estrategias.

Por: Alejandro Iturbe  – LITCI | 18/8/17

Tal como hemos desarrollado en numerosos artículos y trabajos en todos estos años y en varias publicaciones recientes(1), desde la LIT-CI siempre nos hemos ubicado en oposición de izquierda al chavismo, en defensa de los intereses de la clase obrera. Eso nos valió ser acusados, reiteradas veces, de “agentes del imperialismo” y de “ser funcionales a la derecha”. Los trotskistas estamos acostumbrados a este mecanismo (generalizado por el estalinismo en el siglo XX) de intentar ocultar los contenidos de los debates por medio de insultos o epítetos, y respondemos a ellos con análisis y razonamientos marxistas, respaldados por los hechos.

Por eso, sin abandonar nuestra oposición de izquierda al chavismo, defendimos el gobierno de Chávez e para ello impulsamos activamente las movilizaciones obreras y populares cuando la coalición del imperialismo y la burguesía tradicional venezolana intentó derrocarlo en 2002. Y también impulsamos e intervinimos en la respuesta obrera que quebró el lockout patronal de los meses siguientes. En ese proceso, los trabajadores tomaron las fábricas y refinerías y las pusieron a funcionar bajo control obrero. Y si llegara a concretarse la amenaza de Trump de agresión militar, no dudaríamos un segundo en impulsar nuevamente esta política.

El castro-chavismo

El primer lugar en la defensa del gobierno Maduro lo ocupa la corriente que hemos denominado castro-chavismo. Es decir, el reagrupamiento de algunos partidos comunistas latinoamericanos, y sectores afines, que toman como referencia los gobiernos de Cuba y Venezuela.

Para ellos, en Venezuela se está construyendo el “socialismo del siglo XXI” y lo que está en curso es la defensa de esa revolución contra un proceso de movilización fascista y contrarrevolucionaria que quiere destruirlo. Por lo tanto, defiende incondicionalmente el gobierno, todas sus medidas y maniobras (como la reciente Constituyente), y también la durísima represión contra las movilizaciones opositoras.

En los diferentes escritos que citamos, hemos analizado y demostrado que en Venezuela no había ninguna construcción socialista ni un avance hacia ella. Que, desde cualquier plano que se analizase la realidad (el contenido profundo de las constituciones aprobadas en estos años, el funcionamiento de la economía, el rol del Estado, etc.) se trataba de un proceso burgués hasta la médula. Y que el “socialismo del siglo XXI” era solo un “discurso rojo” para encubrir esta realidad.

El principal beneficiario de esta economía capitalista dentro de Venezuela es la “boliburguesía” (o burguesía bolivariana) nacida de parasitar el aparato del Estado, especialmente los miembros y ex miembros de la cúpula de las fuerzas armadas. Su acumulación capitalista vino de la intermediación de los negocios del petróleo en el exterior, de la corrupción abierta en los contratos públicos, y de los fraudes con el mercado de divisas. A partir de este enriquecimiento, los nuevos burgueses pasaron a comprar o fundar empresas.

El grupo más fuerte es el de Diosdado Cabello, ex alto oficial de las FFAA y uno de los principales dirigentes del PSUV. Hoy es el segundo grupo empresarial del país (posee bancos, industrias y empresas de servicios). Un segundo grupo importante es propiedad de Jesse Chacón, también oficial retirado (posee un banco, una fábrica de leche en polvo y estancias). Existen otros grupos controlados por ex militares. A ellos debemos agregar empresarios y banqueros que se aproximaron al chavismo y así ampliaron sus fortunas (Alberto Cudemus, presidente de Feporcina, Alberto Vollmer, dueño de la empresa de ron Santa Teresa, Miguel Pérez Abad, presidente de Fedeindustria y funcionario del gobierno, y Víctor Vargas Irasqüín del Banco Occidental de Descuento, entre otros). En negocios menores, muchos militares en actividad están directamente ligados al tráfico de alimentos.

Esta boliburguesía muestra ostentosamente su riqueza, con automóviles, casas lujosas y fiestas de altísimo nivel, que contrasta con la situación social desesperante y la miseria de las masas venezolanas. En este cuadro, hablar de “defensa del socialismo” resulta una burla demasiado cruel. Otro aspecto de las posiciones de este sector (el supuesto golpe fascista en preparación) lo veremos más profundamente en los puntos siguientes.

El reformismo y el neorreformismo pro Maduro

En una segunda línea de defensa y apoyo al gobierno Maduro se sitúa la mayoría de las organizaciones de izquierda reformistas y neorreformistas. Es el caso del PT y la mayoría del PSOL brasileños, de Podemos (Estado español) y Die Linke (Alemania).

Estas corrientes abandonaron desde hace muchos años la lucha por el poder obrero y el socialismo. Consecuente con ello, abandonaron también cualquier intento de análisis y definición marxista y de clase de los Estados, regímenes políticos y partidos. Para encubrir su apoyo y defensa de gobiernos burgueses (cuando no los encabezan directamente como en el caso del PT brasileño), definen los procesos políticos bajo la dicotomía de “progresivos o reaccionarios” (tal como hacía el estalinismo).

Con ese falso enfoque, hoy apoyan el gobierno “progresista” de Maduro “contra la reacción y la derecha”. Defienden así la fea realidad capitalista y corrupta del régimen chavista y del gobierno Maduro, y caracterizan que las masas que los enfrentan y han roto con ellos (80% de la población según encuestas independientes) han sido “ganadas por la reacción”. Al mismo tiempo, se hacen cómplices de la represión del gobierno antidemocrático venezolano que ya ha provocado más de 100 muertos y centenas de presos. De esta forma, le hacen el juego a la propaganda de la prensa burguesa e imperialista cuando afirma que lo que demuestra Venezuela es el “fracaso del socialismo y de las propuestas de la izquierda”. Se trata de un verdadero crimen político que debe ser combativo con toda su fuerza.

Una defensa más elaborada

En el “círculo de los defensores de Maduro” se agregan también corrientes que se dicen trotskistas, como el CWI (siglas en inglés del Comité Internacional de los Trabajadores) y el MAIS brasileño (surgido de una reciente ruptura del PSTU).

Estas corrientes elaboran un razonamiento más complejo y sofisticado pero llegan a la misma posición que las organizaciones anteriores. Queremos detenernos especialmente en los argumentos del MAIS porque pretende justificarlos con falsificaciones de las elaboraciones de Nahuel Moreno.

Quien expone con mayor claridad estos argumentos es Valério Arcary, principal figura pública del MAIS (3). Él expresa: “No apoyamos la retórica del socialismo del siglo XXI […] El gobierno de Maduro es un gobierno burgués, apoyado en una fracción burguesa minoritaria en formación: la ‘boliburguesia’”. Que este gobierno “se apoya en un régimen bonapartista sustentado, crecientemente, en las Fuerzas Armadas”. Por eso, “Maduro no merece ningún apoyo político”. Hasta aquí, coincidimos con él.

Pero, luego, comienza su giro hacia la defensa de ese gobierno y nos dice: “es un gobierno independiente”. Por eso es atacado por el imperialismo y el sector más ultrarreaccionario de la burguesía venezolana, que quieren derrocarlo para apropiarse de los riquísimos recursos petroleros del país. Entonces, “la cuestión central del análisis sobre Venezuela parece ser el reconocimiento o no del peligro real e inminente de un golpe”. A esa alternativa, responde: “La lucha contra el golpe pasó a ser central”.

En ese marco, los revolucionarios deberían ubicarse “en el campo-político militar del gobierno Maduro contra el golpe” e impulsar un “frente único” contra él. En otras palabras, Valério Arcary nos presenta la situación actual como esencialmente igual a la de 2002, que planteaba la necesidad de defender el gobierno de Chávez. Pero la verdad es que ambas realidades son completamente diferentes y, en muchos aspectos, opuestas.

El razonamiento de Valério Arcary contiene toda una serie de errores, porque incluso se equivoca en las tácticas que habría que aplicar si la situación fuera realmente la que él caracteriza. Veámoslo con mayor profundidad.

¿Un gobierno independiente?

El primer error consiste en definir que en Venezuela existe “un gobierno independiente”. En esta caracterización, Arcary intenta apoyarse en elaboraciones de Nahuel Moreno de la década de 1980, expuestas en congresos y reuniones de la dirección de la LIT-CI (4), en las que retoma elaboraciones de Lenin, Trotsky, y propias. Es necesario señalar que Moreno no pudo precisar cuidadosamente estas definiciones (moriría pocos meses después), y que ellas deben integrarse con otras elaboraciones que realizó.

De modo resumido, Moreno analizaba que, por fuera de los Estados obreros, el mundo estaba dividido mayoritariamente entre un pequeño grupo de países imperialistas y una gran mayoría de naciones dominadas. Pero que, en ese marco, existían algunos pocos “países independientes” surgidos de circunstancias excepcionales: guerras anticoloniales triunfantes y ciertas revoluciones triunfantes contra dictaduras, dirigidas por direcciones pequeñoburguesas o nacionalistas burguesas independientes y que habían destruido las fuerzas armadas del régimen anterior.

A partir de allí, construían o reconstruían Estados, regímenes y gobiernos burgueses que, por su génesis, eran relativamente independientes o autónomos del imperialismo (destacamos el concepto de “relativamente”) y, en muchos casos, el imperialismo los atacaba. En ese momento, en esa categoría incluía países como Argelia, Libia, Nicaragua, Irán y Angola.

Como gobiernos burgueses son enemigos de los trabajadores y había que combatirlos. Pero, como “países independientes”, los defendíamos de los ataques del imperialismo, especialmente si este intentaba derrocarlos. Es en esta definición que Valério Arcary intenta apoyarse para justificar su posición política actual.

“Olvida” sin embargo un aspecto central que Moreno destacaba con claridad: esta categoría de “país independiente” es sumamente inestable y transitoria, porque sus gobiernos erosionan permanente esa independencia. Por eso, refiriéndose a Libia y a su líder de aquellos años, Moreno señalaba:

“Kadafi es un caballo de Troya contra la independencia. Porque, mien­tras no se avance en la expropiación de la burguesía, mientras no se implante un Estado obrero y la economía plani­ficada, siempre estará rondando el peligro de que la crisis lleve a la burgue­sía independiente a someterse a la dependencia política del imperialismo. Toda la política de la pequeña burguesía o de la burguesía nativa al frente de estos Estados, siempre lleva a la pérdida de la independencia, a un callejón sin salida: para mantener la independencia hay que avanzar al socialismo, pero no quieren ir en esa dirección”.

El curso posterior de esos países y la transformación de la mayoría de esos gobiernos en agentes del imperialismo (en muchos casos también en regímenes dictatoriales) han confirmado plenamente esta consideración de Moreno.

¿Qué pasó en Venezuela?

Existe una diferencia muy importante entre los procesos que dieron origen a los “países independientes” que analiza Moreno y el proceso que llevó al chavismo al poder. En Venezuela, existió sí un proceso revolucionario, abierto con el Caracazo de 1989. Pero el chavismo no fue su dirección (por el contrario, Chávez en ese momento fue parte de los represores) ni accedió al poder como resultado directo de esa revolución. En materiales anteriores, analizamos:

“Para la mayoría de las corrientes de izquierda que reivindican al chavismo, su triunfo electoral y su posterior gobierno son el producto directo del Caracazo y del ascenso que lo continuó, es decir, su genuina y progresiva expresión política. Para nosotros, en cambio, siendo un subproducto del ‘Caracazo’ y del ascenso, el chavismo es un movimiento de la segunda línea de la oficialidad militar, que se montó sobre el ascenso para frenarlo o, por lo menos, controlarlo para que no desbordase hacia la revolución socialista y, esencialmente, para cerrar la fractura de las FF.AA. y así reconstruir plenamente el Estado burgués”.

Es decir, el chavismo no solo no destruye las fuerzas armadas burguesas sino que las recompone y las fortalece. Desde el inicio, tiene mucho más acentuado este aspecto regresivo contra la revolución y, por ello, su grado de independencia siempre fue muchísimo menor que el de los otros procesos.

Pero más allá de esta consideración, es cierto que Chávez tuvo choques reales con el gobierno de George Bush y que este intentó derrocarlo (junto con la burguesía tradicional de Venezuela) a través de un golpe y del lockout patronal en 2002. En ese momento, sí se aplicaban las consideraciones de Moreno y cabía luchar por la defensa del gobierno de Chávez, tal como hizo la LIT-CI y sus militantes en Venezuela.

Pero, desde allí hasta hoy ha corrido mucha agua debajo del puente y la situación es totalmente distinta. Después del golpe y el lockout fallidos hubo un cambio central. Por un lado, Chávez perdonó a los golpistas, fortaleció las fuerzas armadas burguesas y les dio grandes privilegios económicos, y concilió con varios grupos económico que habían apoyado el golpe (como el de Cisneros y el Polar-Mendoza). A su vez, cambió toda la cúpula de las fuerzas armadas y la integró con generales que le eran totalmente fieles, a los que les otorgó jugosos negocios. Es la misma cúpula que se mantiene con Maduro.

Por el otro, el imperialismo estadounidense cambió su política golpista y pasó a la “convivencia” con los gobiernos chavistas, aprovechando para hacer muy buenos negocios, especialmente en la explotación del petróleo. La boliburguesía incluso comenzó a hacer inversiones en empresas y propiedades en EEUU. Al mismo tiempo, el imperialismo apoyaba a la oposición de derecha para capitalizar electoralmente el desgaste de los gobiernos chavistas y reconquistar el gobierno más adelante. Es decir, encuadró su política en la táctica que hemos denominado “reacción democrática”. Es bueno recordar que Chávez gobernó catorce años y Maduro ya lleva cuatro.

Es una política que comenzó a aplicarse desde 1976 (con el gobierno de Jimmy Carter, luego de la derrota yanqui en la guerra de Vietnam), que busca apoyarse en los mecanismos de la democracia burguesa (elecciones, parlamentos, etc.) para controlar y desviar las revoluciones. Es una táctica diferente para lograr los mismos objetivos de dominación, adecuada a una realidad más difícil para el imperialismo. Luego de la derrota de la política mucho más agresiva de Bush (en Irak y Afganistán), Obama la retomó plenamente. Trump tiene una política más oscilante pero la “vida” lo obliga a no abandonarla.

La prueba de los hechos

Para evaluar si Venezuela y el gobierno de Maduro son “independientes”, es necesario salir de su retórica y someterlo a la “prueba ácida” de los hechos (es decir, de su política real).

El centro de la economía venezolana es la extracción de petróleo y, en la década de 1970, el gobierno de Carlos Andrés Pérez crea PDVSA como monopolio estatal. La realidad es que en todos sus gobiernos, el chavismo ha profundizado mucho la “apertura petrolera” iniciada en la década de 1990 por Rafael Caldera. A través de las empresas mixtas en asociación con PDVSA o a través de concesiones directas de explotación, las empresas extranjeras (desde la estadounidense Chevron hasta Petrochina) controlan 50% del petróleo y del gas venezolanos. En el caso de la llamada Faja del Orinoco (en el oriente del país) les ha otorgado el control de partes enteras del territorio. En esa región, además, está entregando la explotación minera.

En segundo lugar, esos gobiernos han pagado puntualmente (a veces anticipadamente, en vida de Chávez) la inmensa deuda externa venezolana y sus intereses. Incluso en medio de la agudísima crisis social que vive la mayoría de los venezolanos, el propio presidente Maduro informó hace poco que: “Venezuela ha pagado 60.000 millones de dólares en compromisos internacionales durante los últimos dos años” (5).

Entrega del petróleo a empresas extranjeras, pago de la deuda externa a costa del hambre de su pueblo. ¿Qué diferencia, desde el punto de vista de la verdadera independencia del país y de las necesidades de los trabajadores y el pueblo, hay entre el gobierno “independiente” de Maduro y otros declaradamente agentes del imperialismo, como Temer en el Brasil o Macri en la Argentina? En realidad, lo que está haciendo el gobierno de Maduro es aún peor, porque pagar la deuda externa hoy en Venezuela es condenar a su pueblo al hambre. No hablamos figurativamente: familias venezolanas nos han contado que como consecuencia de la situación, sus miembros han llegado a perder hasta nueve kilogramos de peso.

Es una verdadera falsificación de la realidad afirmar que la lucha actual en Venezuela es entre un “gobierno independiente” que defiende (así sea débilmente) la soberanía del país frente a otros que quieren apoderarse y entregar los recursos naturales, porque esa entrega ya está siendo hecha por el propio chavismo.

¿Cuál es entonces la razón de la disputa entre la boliburguesía y los sectores burgueses expresados en la MUD? Es la pelea entre dos sectores burgueses por el usufructo de la parte de la renta petrolera que queda en el país y en el Estado. Son dos proyectos entreguistas que pelean por el control de esa entrega. En el mejor de los casos tienen apenas diferencias de cantidad, porque posiblemente la MUD está dispuesta a aumentar el porcentaje de entrega del petróleo (pagar más de la deuda externa ya sería difícil) y eliminar definitivamente los programas sociales, ya sumamente deteriorados.

¿Cuál es la verdadera política del imperialismo?

Valério Arcary y todos los que defienden el gobierno de Maduro podrán argumentar que, a pesar de ello, Trump ha amenazado a Venezuela con acciones militares en una hipócrita “defensa de la democracia”. Repudiamos estas amenazas y si las acciones se concretaran no dudaríamos un segundo en defender a la Venezuela agredida, tal como lo señala la reciente declaración de la LIT-CI.

El gobierno de los Estados Unidos incluso impuso sanciones económicas menores, como el bloqueo de los bienes de Maduro en los Estados Unidos. Pero si Trump quisiese realmente atacar y aislar económicamente al gobierno venezolano, le bastaría con dejar de comprar petróleo venezolano y su situación se tornaría insostenible.

Por eso, se hace necesario despejar el ruido y ver cuál es la verdadera política del imperialismo. Mientras Trump juega públicamente el papel de “policía malo”, su política de fondo (y la del imperialismo) es presionar a Maduro para que haga un acuerdo con la MUD y posibilite elecciones presidenciales y parlamentarias que, muy posiblemente, ganaría la MUD. Fue la política que intentó negociar (en medio de las elecciones por la Constituyente) el ex presidente español Zapatero. Una variante un poco más agresiva verbalmente, para imponer la “reacción democrática”.

El imperialismo ha aprendido del fracaso de su política en 2002 (y del fracaso más general de la política de George Bush en el mundo). Ahora aplica otra táctica. Una de sus voces más lúcidas, el New York Times, publicó un artículo explicando por qué el gobierno de los Estados Unidos no hace una intervención militar: eso podría desatar un “choque más violento” en el país y en Latinoamérica. Esas “olas de choque en todo el hemisferio podrían crear más complicaciones para el gobierno americano en el momento en que intenta concentrarse en Corea del Norte e Irán”.

¿Es posible que en el futuro, si Maduro y el chavismo no acceden a esta negociación, el imperialismo y la burguesía opositora de derecha pasen a un ataque más decidido para derrocarlo por la vía armada? Por supuesto que sí, más aún tratándose de una figura bastante impredecible como Trump. En ese caso, sí estaría planteada para los revolucionarios una política como la de 2002 (defensa del país frente a los ataques del imperialismo), y no dudaremos un segundo en impulsarla y estar en la línea de frente de la lucha. Pero no es esa la realidad actual, y confundirse en esa apreciación lleva inevitablemente a políticas totalmente equivocadas.

¿Quién está dando el golpe?

Sin embargo, los castro-chavistas y Valério Arcary tienen razón cuando dicen que en Venezuela está en curso un golpe. Pero, quienes están dando ese golpe son el gobierno de Maduro y el chavismo. ¿Por qué afirmamos esto?

La crisis económica y la caída de los precios del petróleo derrumbaron la base material del chavismo. La resultante política fue la ruptura de los sectores populares que apoyaban tradicionalmente al chavismo. Por eso, en 2015, la oposición de derecha ganó ampliamente las elecciones parlamentarias (obtuvo más de 2/3 de los escaños). A partir de allí, los elementos democráticos secundarios pasaron a ser un estorbo para el régimen chavista.

Ahí comenzó el golpe. Maduro ignoró el Parlamento electo, postergó las elecciones para gobernadores (que debieron realizarse en diciembre de 2016), e impidió la convocatoria a un “referendo revocatorio” (mecanismo previsto en la Constitución chavista de 2004) a pesar de conseguir las firmas previstas, porque Maduro sabía que sería destituido.

En ese marco, convocó una “Asamblea Constituyente” que, en el mejor de los casos, tiene el apoyo de 20% de los venezolanos. Esta “Constituyente” se declaró el “poder supremo” de Venezuela, eliminó el voto universal para la elección de parlamentarios y deformó completamente los criterios de representación. Todo eso para transformar una minoría en mayoría. El gobierno de Maduro y el régimen chavista son hoy totalmente minoritarios. La institución fundamental en que se apoyan han pasado a ser las fuerzas armadas, y la “Constituyente” es solo una herramienta para ejercer ese dominio del Estado. Eso en cuanto a las instituciones. En su contenido profundo, es un régimen para garantizar la entrega del petróleo, el pago de la deuda externa, y los negocios de la boliburguesía.

En el marco de una situación social desesperante para las masas (que están literalmente pasando hambre) y con la boliburguesía ostentando su riqueza, Maduro y el chavismo no pueden sostenerse e imponer su golpe sin una durísima represión: más de cien muertos y cientos de presos, leyes que criminalizan la protesta (como la que castiga a los que manifiesten “odio”). Junto con esta represión “oficial” existen elementos crecientes de represión paramilitar que provienen del gobierno y del régimen: son los “colectivos”, grupos chavistas que reprimen las movilizaciones y matan a los opositores.

Con Valério Arcary partimos de un elemento común de caracterización: el gobierno de Maduro “se apoya en un régimen bonapartista sustentado, crecientemente, en las Fuerzas Armadas”. Este tipo de regímenes (bonapartista sui generis, para ser más exactos) fue caracterizado por Trotsky en México a finales de la década de 1930 como la alternativa que construían las burguesías de ciertos países dominados por el imperialismo para conseguir un espacio mayor de control de la economía. Era típico, por ejemplo, de los “países independientes”, que analizaba Moreno.

Es un régimen distinto del democrático-burgués ya que, en este tipo de bonapartismo, las instituciones centrales son (con distinto grado de peso, según los casos) el líder o comandante, el partido-Estado y las fuerzas armadas. A veces se combinan con instituciones de la democracia burguesa, como las elecciones presidenciales y parlamentarias. Pero estas siempre juegan un papel secundario y coadyuvante y se utilizan solo si existe la seguridad de que el núcleo gobernante ganará esas elecciones. En su etapa de apogeo, a través del apoyo de masas, y, en su decadencia, a través del fraude (cuando no se eliminan directamente).

Incluso en su momento de apogeo, los más fuertes de estos movimientos (como el peronismo argentino o el nasserismo egipcio) tuvieron siempre un importante componente represivo. El chavismo no fue una excepción en este sentido: incluso en sus “años de gloria”, en vida de Chávez, existen numerosos ejemplos de represión y asesinatos al movimiento obrero y de masas.

Lo que vemos en Venezuela no es nuevo: es el proceso de transformación regresiva de estos movimientos nacionalistas burgueses y regímenes bonapartistas sui generis que pierden todo aspecto progresivo y, además de burgueses, pasan a ser completamente corruptos, dictatoriales, represivos y antidemocráticos. Lo hemos visto, por ejemplo, con Kadafi en Libia y con Assad en Siria. En todos estos países, además, el apoyo de masas que en algún momento tuvieron estos regímenes se transformó en su opuesto: ruptura de las masas con ellos y lucha para derribarlos. Sobre la base de un análisis marxista podemos decir que es el curso inevitable de estos movimientos si los trabajadores no los derrocan y toman el poder. Por eso, en Libia apoyamos la lucha contra Kadafi, y ahora lo hacemos contra Assad en Siria.

Una metodología equivocada

Valério Arcary equivoca groseramente el “campo de lucha” que ha elegido: llama a la defensa de un “gobierno independiente” que no existe y a la batalla contra el golpe errado. Pero incluso si su ubicación fuera correcta, se “pasa de largo” en sus propuestas políticas para la situación: nos propone estar en el “campo político-militar” del chavismo y formar un “frente único” con el gobierno de Maduro.

Moreno (a quien Valério Arcary pretende reivindicar) decía con absoluta claridad que si, por circunstancias excepcionales (enfrentar un golpe militar, intervenir en una guerra civil, luchar por derrocar una dictadura) debemos estar en el mismo campo militar o de lucha con sectores o gobiernos burgueses, esta unidad es solo circunstancial y transitoria.

Sin abandonar, ni por un momento, el combate político contra ellos, hacemos “unidad de acción” limitada en el tiempo a la lucha planteada. Fue lo que hicieron los bolcheviques con Kerensky frente al golpe de Kornilov, los trotskistas con la burguesía republicana en la guerra civil española, o los militantes de la LIT-CI frente al golpe de 2002 contra Chávez. En este aspecto, Moreno fue siempre muy claro: nunca, nunca, nunca… (ni siquiera bajo esas circunstancias excepcionales en las que debemos estar en el mismo campo militar) estamos en el mismo campo político que la burguesía ni formamos un “frente único” con gobierno burgueses. Esa es la política del estalinismo, no la trotskista ni la morenista.

Detrás de los groseros errores de Valério Arcary y el MAIS hay un problema mucho más profundo: ellos también han reemplazado el análisis marxista de la lucha de clases por un método en el cual los procesos se producen por el enfrentamiento entre “campos progresivos” y “campos reaccionarios” permanentes. Al eliminar o supeditar el análisis de clase a la definición de estos campos, la política propuesta es de total capitulación, de “furgón de cola” del sector burgués que integra el “campo progresivo”, al que le dan una “cobertura de izquierda”.

Para este método y esta política siempre es bueno tener a mano un “golpe que enfrentar” porque esta situación sirve para encubrir esa capitulación. Y si no existe, se lo inventa. Por eso, en Brasil, precisaron inventar que la maniobra parlamentaria (prevista en la Constitución que rige el régimen democrático burgués brasileño) que destituyó a Dilma y llevó a Temer al poder era un “golpe”, para así justificar su capitulación al PT. A partir de ahí, su política central fue salir en defensa del gobierno Dilma y después justificaron su integración en el Frente do Povo sem Medo y el Frente pelas Diretas Já (un frente político que incluye al PT).

En Venezuela, para justificar su integración al campo progresivo que han definido, se ven obligados a ignorar el golpe real que están dando Maduro y el chavismo e inventar un “golpe proimperialista” que hoy no existe. Seamos honestos, no son los únicos que hacen esto: están acompañados por la mayoría de la izquierda mundial, que adoptó como propio este método estalinista de razonamiento.

Sin embargo, no estamos discutiendo problemas metodológicos o políticos en abstracto. Estamos discutiendo con el marco de fondo dramático de la situación de hambre y miseria de las masas venezolanas y de la feroz represión que un gobierno y un régimen bonapartista dictatorial aplica sobre ellas. Al definir su ubicación en el “campo político-militar” del gobierno Maduro y del régimen chavista, Valério Arcary y el MAIS se han hecho cómplices de esta represión y del golpe en curso. Hacen lo mismo que las corrientes que defienden el régimen de Assad en Siria, con el mismo tipo de argumentos. Un papel muy triste para un dirigente y una organización cuyos miembros eran, hasta hace poco, militantes revolucionarios.

Los “ni-ni”

Aunque sea de modo más breve, queremos referirnos a algunas organizaciones que se oponen a la Constituyente de Maduro y a su gobierno. Con estas organizaciones está planteada, por supuesto, la posibilidad y la necesidad de realizar acciones unitarias en Venezuela y en el mundo. Es importante que haya sectores de izquierda que se oponen a la dictadura de Maduro y que no avalan su vergonzosa represión. En ese marco, vemos contradicciones en sus enfoques y en sus propuestas políticas.

Existe un sector que adopta una posición centrista (podemos llamarla de “ni-ni”) expresada por las organizaciones argentinas PO, PTS y Nuevo MAS, y sus corrientes internacionales. El PTS tiene una organización hermana en Venezuela y, en un artículo reciente de su principal dirigente, llama a luchar contra el gobierno Maduro y el fraude de la Constituyente: “La ‘fuerza’ del gobierno de Maduro deviene del gran apoyo y sustentación de las Fuerzas Armadas, hasta ahora incondicional, en el marco de toda una degradación bonapartista, siendo un actor crucial que ha acumulado intereses políticos y económicos propios que las ubican en una posición absolutamente antagónica frente a los padecimientos cotidianos de los trabajadores y el pueblo de Venezuela” (6).

Sin embargo, como la principal fuerza de la oposición es la MUD (a la que califican correctamente de proimperialista y reaccionaria) no levantan como tarea de la hora el “Fuera Maduro y el régimen chavista” sino un llamado a “enfrentar a ambos bandos reaccionarios”. Aunque llamen correctamente a “luchar por una alternativa independiente de los trabajadores”, su planteo es abstracto porque no plantean hacerlo a partir de la necesaria lucha contra la dictadura de Maduro, y así queda como propaganda general.

En esto, el PTS vuelve a cometer el error metodológico con el que debatimos en los casos de la lucha contra Kadafi en Libia y contra Assad en Siria (7): confundir los procesos de lucha progresivos y las tareas que surgen objetivamente de ellos con las direcciones que influyen sobre esos procesos. ¿Cómo luchar contra la “degradación bonapartista” del chavismo y su “posición absolutamente antagónica frente a los padecimientos cotidianos de los trabajadores y el pueblo de Venezuela” sin plantear como tarea de la hora derrocar ese gobierno y ese régimen? Al mismo tiempo, ¿cómo combatir la influencia reaccionaria y proimperialista de la MUD y construir “una alternativa independiente de los trabajadores” si no le disputamos la dirección en las condiciones concretas en que la lucha se da?

Este método del PTS (y de las demás corrientes que lo comparten) tiene graves consecuencias políticas. En Libia, los llevó a abandonar el llamado de lucha contra Kadafi y a caracterizar que su derrocamiento había sido una “derrota del movimiento de masas” porque los “rebeldes” se habían transformado en “tropa terrestre del imperialismo”. En Venezuela, al no levantar el “Fuera Maduro”, le capitulan por una vía indirecta al régimen “bonapartista degradado” del chavismo y al gobierno de Maduro.

El “chavismo crítico”

Otra posición es la del llamado “chavismo crítico”: es decir, aquellos que apoyaron al chavismo y ahora toman distancia y son opositores al gobierno de Maduro y al PSUV. Su principal exponente es la organización venezolana Marea Socialista. En una reciente declaración (8), exponen:

“El madurismo y la cúpula del PSUV han cruzado el umbral que separaba su vocación autoritaria con máscara ‘democrática y pacífica’ para llevarlo al terreno de un intento de una contrarrevolución abierta, con métodos de guerra civil selectiva, que ya se están aplicando”. Luego de denunciar a la MUD y la “falsa polarización” con Maduro-PSUV, plantean que “hay un tercer sector que ha ido tomando fuerza en los últimos meses, ha ido creciendo, fue formando su personalidad y empieza a aparecer como una nueva referencia política por fuera de estos dos campos. Es lo que la prensa local e internacional ha llamado ‘chavismo crítico’”. Para la construcción de este tercer sector, “se trata, a partir de una revisión crítica y autocrítica de los errores del proceso bolivariano, de reconstruir desde los cimientos un proyecto nacional y americano”.

Existe, entonces, en primer lugar, un debate sobre el balance de toda la experiencia chavista. Recordemos que Marea Socialista apoyó el “Socialismo del Siglo XXI” y fue, hasta hace poco, parte el PSUV. Por eso, para esta organización, el feo presente del gobierno de Maduro y el PSUV no es la consecuencia inevitable (y por lo tanto, sus verdaderos herederos) de la raíz de clase burguesa del chavismo y su política de frenar la revolución socialista, sino de la “vocación autoritaria” de la dirección actual. Como conclusión, sus propuestas se limitan a volver al “chavismo de los orígenes”, solo mejorándolo un poco.

Además del debate sobre este balance necesario para preparar el futuro, le planteamos a Marea Socialista la misma crítica que a las organizaciones anteriores: no le proponen al movimiento de masas, como tarea concreta e inmediata, el derrocamiento del gobierno de Maduro y su régimen, a pesar de caracterizar que impulsan “un intento de una contrarrevolución abierta, con métodos de guerra civil”. Si esa es la caracterización, no hay otra alternativa que enfrentarla para derrotarla y derribar este régimen y este gobierno. Al no plantear eso, también le capitulan, por una vía indirecta, al gobierno de Maduro.

Los “democráticos”

Existen también sectores reformistas y neorreformistas más próximos a la socialdemocracia, que se contraponen, aunque de forma limitada, al gobierno de Maduro y su política antidemocrática. Es el caso del Bloco de Esquerda (Portugal), Jean-Luc Melenchón (Front de Gauche, Francia) y una parte del PSOL brasileño. La presidente de Chile, Michelle Bachelet, se pronunció contra el golpe de Maduro, y el gobierno uruguayo del Frente Amplio apoyó la suspensión de Venezuela en el Mercosur.

Insistimos con que es bueno que haya sectores de izquierda, o que así son vistos por las masas, que estén en contra de la represión de Maduro. Pero estas organizaciones y estos gobiernos tienen profundas limitaciones, porque su política siempre se centra en las elecciones. Pero existe otra crítica más importante: estas organizaciones y gobiernos acompañan (algunas con argumentos un poco más a la izquierda) la política del imperialismo europeo, de presionar a Maduro a hacer una negociación con la MUD para llamar a elecciones generales. Por supuesto, no quieren derrocar a Maduro a través de la acción revolucionaria de las masas sino reemplazarlo a través de los mecanismos de la “reacción democrática burguesa”.

Nuestras propuestas

En la declaración de la LIT-CI y en los artículos de la UST ya citados, desarrollamos más en profundidad la política que proponemos. Acá queremos presentar un resumen.

La principal tarea de la hora que les proponemos a los trabajadores y a las masas venezolanas es luchar contra el verdadero golpe en curso y por el ¡Fuera Maduro! Para derrocar el gobierno y el régimen proponemos una huelga general organizada desde la base y un “venezolanazo” que unifique todas las luchas contra Maduro.

De modo inmediato, proponemos la lucha contra la represión y la realización de elecciones generales libres. ¡Libertad y autonomía sindical: elecciones libres en todos los sindicatos, sin interferencia del Estado! Para llevar adelante estas tareas, impulsamos la más amplia unidad de acción contra la dictadura de Maduro.

En ese marco, no damos ningún apoyo y combatimos a la MUD que quiere capitalizar el descontento de la población contra Maduro para imponer un gobierno que aplique un plan económico igual o aún peor. En el marco de esta lucha, es necesario impulsar la independencia política de los trabajadores en relación con los dos bloques burgueses.

Para resolver las acuciantes necesidades de las masas proponemos la aplicación de un programa económico de los trabajadores y el pueblo basado en la expropiación de las multinacionales y de las grandes empresas, incluidas las de la boliburguesía. Prisión de los especuladores y expropiación. Por el no pago de la deuda externa. ¡Escala móvil de salarios de acuerdo con la inflación! Inmediato congelamiento de los precios de los alimentos, y control obrero y popular de la producción y distribución de los alimentos.

Frente al golpe de Maduro y la represión, impulsamos la autodefensa de los trabajadores y llamamos a las bases de las FFAA a romper con su dirección, a no reprimir a los trabajadores y sumarse con sus armas a las movilizaciones.

¡Por un gobierno socialista de los trabajadores que rompa la falsa dicotomía Maduro-MUD! Por la construcción de una dirección revolucionaria en Venezuela.

Algunas consideraciones finales

Al costo de ser reiterativos, queremos reafirmar que aquellas organizaciones que apoyan y/o defienden el gobierno Maduro están manchando sus banderas con la sangre de los trabajadores y el pueblo provocada por una dictadura burguesa, corrupta y asesina. La LIT-CI no tiene nada que ver con esta tración y se ubica, sin dudarlo, en el campo de los trabajadores y el pueblo venezolanos. Esto significa que, en Venezuela, estaremos en trincheras enfrentadas.

Notas:

(1) Ver por ejemplo la declaración “Adónde va Venezuela” del SI de la LIT-CI en: https://litci.org/es/lit-ci-y-partidos/publicaciones/declaraciones/adonde-va-venezuela/El reciente artículo de la UST (sección venezolana de la LIT-CI) en: https://litci.org/es/lit-ci-y-partidos/publicaciones/declaraciones/adonde-va-venezuela/ Para un análisis histórico más profundo: el libro Venezuela después de Chávez: un balance necesario. San Pablo: Ediciones Marxismo Vivo, 2013.

(2) El MAIS surgió de una ruptura reciente del PSTU brasileño y de la LIT-CI (2016). Nahuel Moreno fue el fundador de la LIT-CI (1982) y falleció en 1987.

(3) Las citas a continuación han sido tomadas de la página facebook del MAIS: https://www.facebook.com/portalesquerdaonline/videos/vb.654339308067228/8616648306 Y de un reciente “post aclaratorio” (6/8/2017) publicado por el propio Valério Arcary en su página www.facebook.com/valerio.arcary.9 . Ambos materiales están en portugués en el original (las traducciones son nuestras).

(4) Entre ellas: “Intervenciones en el CEI de abril de 1986” en: http://www.geocities.ws/moreno_nahuel/49_nm.html#_Toc536853247

(5) http://rnv.gob.ve/venezuela-ha-pagado-60-000-millones-de-dolares-en-compromisos-internacionales/

(6) http://www.laizquierdadiario.com.ve/Se-instala-la-fraudulenta-Constituyente-y-la-MUD-apuesta-a-la-presion-imperialista?id_rubrique=5442

(7) Véase el artículo “En defensa de la revolución permanente”. En: Marxismo Vivo Nueva Época n.o 3 (San Pablo, 2013).

(8) https://mst.org.ar/2017/08/01/venezuela-carta-de-marea-socialista-izquierda-autonoma-al-chavismo-critico/

Fotografía tomada de El País: Venezuela. Manifestantes en El Hatillo, al este de Caracas. ATLAS