Zelenski acelera los trámites para entrar en la Unión Europea

En la actual guerra de liberación nacional, Ucrania ha obtenido un triunfo, parcial pero importante, sobre la ocupación del ejército ruso. Desde el inicio de la guerra, la LIT-CI apoyó sin ambigüedades la resistencia ucraniana y, por eso, hemos festejado este triunfo como un paso para la derrota militar de Putin. Afirmamos que el factor central que lo explicaba era el heroísmo y la abnegación de la clase trabajadora ucraniana para defender su país[1].

Por Alejandro Iturbe

Al mismo tiempo, señalamos que en esta reciente ofensiva ucraniana había tenido un peso mayor el suministro de armas y el apoyo tecnológico del imperialismo estadounidense[2]. Este apoyo no tiene nada de desinteresado: es parte de una política que busca, por un lado, construir un ejército regular ucraniano dependiente de EE.UU. Por el otro, debilitar las Defensas Territoriales como la expresión más clara de un proceso de lucha armada de la clase trabajadora que puede adquirir una mayor y peligrosa independencia. En ambos aspectos, el gobierno burgués de Zelensky actúa como instrumento de esta política.

La dependencia militar con el imperialismo por parte de las Fuerzas Armadas de un país es uno de los rasgos centrales de una situación semicolonial. Por eso, es uno de los objetivos estratégicos que se ha trazado el imperialismo estadounidense en Ucrania, con la colaboración del gobierno de Zelensky.

Pero este objetivo estratégico no es el único: se combina íntimamente con el de avanzar en la semicolonización del país en el terreno financiero y de la economía. En este segundo objetivo interviene no solo el imperialismo estadounidense sino también las potencias europeas, a través de Unión Europea (UE). Toda la “ayuda financiera” (e incluso la militar) que están dando la UE, el FMI y el gobierno de Joe Biden será cobrada en el futuro, “devorándose” a Ucrania bajo el camuflaje de su “reconstrucción”. Por eso, todos las cuotas de “ayuda” que han dado y que darán en los próximos meses están atadas a compromisos firmados por el gobierno de Zelensky de garantizar esa entrega.

Un poco de historia

Antes de analizar esos compromisos, es importante recordar que este proceso de semicolonizar Ucrania no es nuevo: aunque está intermediado por la guerra actual es una continuidad del que se inició en 2014 luego de la “revolución de Maidán” y la caída del régimen de Víktor Fiódorovich Yanukóvich. Un proyecto de entrega que el gobierno de Zelenskiy (y los sectores de la burguesía ucraniana que expresa) asumió con mucha claridad desde 2019.    

Ucrania era una república que formaba parte de la ex Unión Soviética (URSS), en la que Gorbachov inició el proceso de restauración del capitalismo en 1986. Posteriormente, a finales de 1991, se disolvió la URSS y Ucrania se transformó en una república independiente. A partir de la restauración capitalista, comenzó a surgir una burguesía ucraniana, proveniente básicamente de sectores del viejo aparato estalinista, que se enriqueció rápidamente con la privatización y la rapiña de las empresas estatales y la apropiación de una parte de las riquísimas tierras ucranianas.

A pesar de ese rápido enriquecimiento, esta burguesía ucraniana es débil estructuralmente y, por eso, busca ser “socia menor” y dependiente de burguesías extranjeras más fuertes. Algunos sectores están ligados a la burguesía rusa, con negocios compartidos, mientras otros buscan ligarse a los imperialismos europeos y estadounidense, lo que genera una política oscilante.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen y Volodímir Zelenski

Frente a esa disyuntiva (integrarse a la UE como semicolonia o permanecer aliada a Putin), el régimen de Víktor Yanukovich tomó esta última opción. En respuesta, se produjo el proceso revolucionario de Maidán, a finales de 2013 e inicios de 2014. Fue una revolución democrática clásica, en el sentido de que derribó un régimen esencialmente bonapartista y consiguió libertades democráticas mucho más amplias. Pero en la conciencia de los trabajadores y las masas ucranianas había una gran confusión política, expresada en la ilusión sembrada por importantes sectores burgueses sobre que el ingreso a la UE garantizaría no solo democracia sino también independencia y prosperidad económica.

A pesar de esta confusión y de la política de desviar el proceso revolucionario a través de la reacción democrática (los procesos electorales burgueses) hubo un cambio en la correlación de fuerzas entre las clases, que se expresó en muchas huelgas obreras con ocupación de empresas y con la formación de nuevos sindicatos independientes que combatieron a esos gobiernos.

Al mismo tiempo, apoyándose en esta confusión, a partir de 2019 el gobierno de Zelensky avanzaba claramente en esta política de integración semicolonial a la UE e incluso en la posibilidad de incorporar el país a la OTAN. En ese marco, en 2022, Putin ordenó la invasión a Ucrania y la situación interna ucraniana se transformó en una guerra de liberación nacional por la propia existencia del país.

Foto – AFP / GETTY IMAGES – BBC

Sin embargo, tal como hemos dicho en un artículo reciente: “incluso en medio de la guerra de resistencia nacional, esa burguesía y el gobierno de Zelensky mantuvieron su proyecto estratégico de entregar Ucrania como semicolonia a los imperialismos europeos (a través del ingreso a la Unión Europea) y estadounidense”[3]. Veamos entonces, los hechos, las cifras de las “ayudas” y los “compromisos” que, en contrapartida, está firmando el gobierno de Zelensky.

Las “ayudas” son inversiones imperialistas para “comerse a Ucrania con papas”

Un artículo publicado en mayo pasado, en la página de la Comisión Europea (organismo ejecutivo de la UE), nos informa que desde el inicio de la guerra en Ucrania, la UE había “apoyado” a Ucrania con 4.100 millones de euros y que, en lo que restaba de 2022, le daría préstamos por otros 9.000 millones. Además, que a esa fecha, el FMI había prestado cerca de 15.000 millones de dólares[4].

Vale entonces una primera aclaración: no se trata de ninguna “ayuda” sino de préstamos que Ucrania deberá pagar en el futuro y que se suman a la deuda externa ya existente. Otro artículo de un medio estadounidense especializado nos informa que, considerada como porcentaje del PIB, la deuda externa había pasado de 50,7%, en 2021, a 90,7%, en 2022[5].

La UE planifica nuevos préstamos futuros para “ayudar a la reconstrucción de Ucrania”. Denys Shmiyal, primer ministro ucraniano, estimó el “daño físico de la guerra” en cerca de 100.000 millones de dólares[6]. En ese marco, incluso en el tradicional lenguaje eufemístico de estos organismos, comienza a verse la “punta del ovillo” de las intenciones de las potencias imperialistas de la UE. Por un lado, el artículo dice que Ucrania va a pagar estos préstamos “en tramos con vencimientos largos y tasas de interés favorables”. Por el otro, que Ucrania “debe acordar la disponibilidad de garantías adicionales”[7].

El centro de la cuestión es quién va a dirigir esa “reconstrucción” y al servicio de qué objetivos e intereses: ¿los de Ucrania como nación independiente o los de las potencias de la UE? Con su lenguaje, el artículo responde a esta pregunta:

“Una plataforma de coordinación internacional, la ‘plataforma de reconstrucción de Ucrania’, codirigida por la Comisión que representa a la Unión Europea y por el gobierno ucraniano, funcionaría como un organismo de gobernanza estratégica general, responsable de respaldar un plan de reconstrucción, elaborado e implementado por Ucrania. El plan de reconstrucción ‘RebuildUkraine’ respaldado por la plataforma, basado en una evaluación de necesidades, se convertiría en la base para que la Unión Europea y los demás socios [léase, el imperialismo estadounidense] determinen las áreas prioritarias seleccionadas para la financiación y los proyectos específicos” (eninglés en el original, traducción y destacados nuestros).

La alemana Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, clarifica aún más el tema: Esto significa que las inversiones irán de la mano con reformas que ayudarán a Ucrania a seguir su camino europeo”. En otras palabras: no son “ayudas” sino inversiones y la “reconstrucción” se hará según las prioridades fijadas por las potencias imperialistas y al servicio de sus intereses y sus objetivos de semicolonización de Ucrania.

En esta parte, hemos desarrollado la acción de las potencias imperialistas de la UE. El imperialismo estadounidense es socio en este proyecto. Como vimos, de modo inmediato, sus préstamos y “ayudas” se han concentrado en el aspecto militar de la semicolonización[8]. Pero también interviene a través del FMI, organismo en el que tiene un peso cualitativo.

Por toda la experiencia histórica, sabemos que el FMI no presta un solo dólar a países dependientes si estos no se comprometen a realizar “reformas estructurales” (léase, privatizaciones de empresas estatales y facilidades al capital extranjero) y a aceptar las “misiones” de supervisión y control de sus políticas económicas. Los préstamos del FMI a Ucrania empezaron en 2015. Este organismo se enojó en 2020 porque el gobierno de Zelensky no avanzaba lo suficientemente rápido en una de las “reformas estructurales” clave: la privatización de la tierra.

“Negocios son negocios”

Los gobiernos de las potencias imperialistas, y las grandes corporaciones capitalistas cuyos intereses defienden, “no dan puntada sin hilo”. Algo que se expresa también en las guerras. Por un lado, se ubican en esas guerras en función de sus intereses profundos y de sus objetivos de fondo; por el otro, aprovechan las guerras como tales para hacer negocios con ellas. Por eso, podemos ver negocios inmediatos y proyectos de corto y largo plazo.

Un ejemplo de negocio inmediato es el de las armas en el imperialismo estadounidense. Las partidas presupuestarias ya votadas y las que ahora propone el gobierno de Joe Biden por la guerra en Ucrania, como vimos, tienen como objetivo la renovación del stock y la tecnología de su arsenal. Lo que significa grandes oportunidades para las empresas privadas del llamado complejo militar industrial, como la Lockheed Martin, la Northrop Grumman o la Boeing.

Sobre los negocios a corto plazo, van a estar concentrados claramente en la “reconstrucción” de Ucrania. No sabemos aún cuáles serán las empresas estadounidenses o europeas que se beneficiarán con esos contratos. Pero sí tenemos un ejemplo en la guerra de Irak: la empresa Halliburton y su subsidiaria Kellogg, Brown & Root obtuvieron grandes contratos tanto para la construcción de instalaciones militares como para la reconstrucción de edificios destruidos. Recordemos que Dick Cheney (entonces vicepresidente de George Bush hijo) había sido Director Ejecutivo de esa empresa que, en ese proceso, dio un gran salto en su tamaño.

En los negocios de más largo plazo están las llamadas “reformas estructurales” del Estado ucraniano. Es decir, el aprovechamiento de las privatizaciones de empresas estatales y el control resultante de sectores claves de la infraestructura y los servicios. Desde la década de 1990, hemos visto numerosos ejemplos de qué significan y cuáles son las consecuencias de esas “reformas” y las privatizaciones: un avance profundo en el carácter semicolonial de un país. 

“Il bocata di Cardinale”: las riquísimas tierras ucranianas

Sin embargo, el objetivo más estratégico de las potencias imperialistas y sus empresas es apropiarse de las riquísimas tierras del país. Ucrania posee una de las tres mayores planicies de las mejores tierras del mundo, junto con la pampa argentina y las praderas centrales estadounidenses (Rusia también posee una parte de ella).

No casualmente, el país es denominado el “granero de Europa”: antes de la guerra aportaba 12% de las exportaciones mundiales de trigo y 16% de las de maíz. Otra producción de peso es la de girasol de la que deriva la exportación de importantes cantidades de aceite. En 2020, el total de exportaciones de origen agrario del país sumó 22.000 de dólares[9]. Ucrania posee también una amplia riqueza de minerales metálicos y no metálicos, que incluye hierro y otros elementos más raros pero de uso creciente en nuevos procesos industriales, como titanio, galio y germanio, con cierto peso de sus exportaciones en los mercados mundiales[10].

Es decir que la propiedad de la tierra es la clave del control de la economía ucraniana. En este artículo vamos a concentrarnos en las tierras agrarias, ya que el país destina a la agricultura 42,5 millones de hectáreas (32 millones de primerísima calidad productiva) de las poco más de 60 millones de área total. ¡El 70% de la superficie ucraniana!

Veamos un poco la historia de su propiedad. Cuando Ucrania era parte de la ex Unión Soviética todas las tierras cultivables eran propiedad del Estado y se explotaban en granjas colectivas en las que trabajaban obreros agrícolas. Luego de la restauración del capitalismo y la disolución de la URSS (1991), los gobiernos de la ahora Ucrania independiente comenzaron un proceso de privatización que ya lleva 30 años: actualmente 68% de las tierras está en manos privadas mientras 32% sigue en manos del Estado.

Inicialmente, esa privatización se realizó por la vía de entregar certificados de propiedad de pequeñas parcelas de tierra a los trabajadores de las ex granjas colectivas. Esta política fue orientada y financiada por el FMI y otros organismos internacionales. Se estimaba que había unos siete millones de nuevos pequeños propietarios en estas condiciones. Pero la menor rentabilidad y la crisis económica del país hicieron que muchos de esos agricultores se endeudaran y debieran vender sus parcelas. Comenzó un proceso de concentración de la propiedad, que fue capitalizado por una nueva oligarquía agraria. En 2001, el gobierno instituyó una moratoria de estas deudas, para evitar nuevas transferencias de tierras privadas, y detuvo las privatizaciones de tierras estatales. El proceso que acabamos de analizar quedó entonces “congelado.[11]

Se reabrió a partir de 2016, con los gobiernos del nuevo régimen político surgido luego de la revolución de Maidán. El de Zelensky en particular “ordenó al Parlamento de Ucrania que presente un proyecto de ley sobre la reforma agraria con el objetivo de abrir el mercado de tierras del país, el 1 de diciembre de 2019”[12]. Ya hemos mencionado que en 2020 el FMI se “enojó” con este gobierno porque no avanzaba lo suficientemente rápido en esta “reforma estructural”.   

Una política que podrá ser aprovechada, por supuesto, por la oligarquía agraria ucraniana. Pero que, esencialmente, beneficia a las grandes empresas internacionales productoras de alimentos, que podrán comprar tierras de primera calidad a precios mucho mejores que en sus propios países imperialistas o en otros, como Argentina.

Incluso durante el período de la citada “moratoria”, en 2016 se estimaba que “diez multinacionales controlaban 2,8 millones de hectáreas de tierra ucraniana” y que, con Zelensky, esa cifra habría crecido a 3,4 millones de hectáreas. Otras estimaciones, si se consideran las asociaciones con los oligarcas ucranianos como accionistas, elevan esta cifra a 6 millones.

La guerra significó un impasse en la aplicación de esta política, pero no significó su fin. Por el contrario, los gobiernos imperialistas y las grandes empresas aspiran a que dé un salto luego de su finalización: “Tres grandes multinacionales estadounidenses compraron 17 millones de hectáreas de tierra de primera a Zelensky” […] “Los bancos occidentales están imponiendo la consolidación del modelo del agronegocio en gran escala a costa de los pequeños productores que constituyen un amplio sector de la población del país”. Según palabras de un documento del Banco Mundial de 2019: “la aceleración de la inversión privada en la agricultura”.[13] 

Sin eufemismos, una publicación de la izquierda estadounidense se refiere al conjunto de la política que prepara Zelensky para después de la guerra (y en algunos casos ya viene aplicando) de la siguiente manera: “Occidente se prepara para saquear la Ucrania de la posguerra con una terapia de choque neoliberal: privatización, desregulación, reducción de las protecciones de los trabajadores”.[14]

Algunas consideraciones finales

Hemos caracterizado el conflicto militar en Ucrania como una guerra justa de liberación nacional del pueblo ucraniano contra la invasión rusa. Por eso, damos nuestro apoyo incondicional a la resistencia ucraniana y, en la medida de nuestras posibilidades, expresamos ese apoyo de forma concreta, como en el I y el II Convoyes de Ayuda Obrera a Ucrania. Esta caracterización y esta política nos ubican en el mismo campo militar del gobierno burgués de Zelensky en lo que los marxistas denominamos “unidad de acción”.

Al mismo tiempo, también como marxistas, somos plenamente conscientes de que, dentro de ese campo militar común y de la unidad de acción, existen intereses de clase diferentes y antagónicos. Por un lado: los de la burguesía ucraniana y el gobierno burgués de Zelensky; por el otro, los de la clase obrera y el pueblo ucraniano. Por eso, en el marco de esa unidad de acción, debemos combatir políticamente ese gobierno que es quien hoy conduce la guerra.

En primer lugar, por la propia forma en que la conduce: construyendo un ejército burgués “normal”, dependiente del imperialismo, en detrimento de las Defensas Territoriales obreras y populares. En segundo lugar, pero no menos importante, porque, como dijimos en nuestro artículo anterior, “incluso en medio de la guerra de resistencia nacional, esa burguesía y el gobierno de Zelensky mantuvieron su proyecto estratégico de entregar Ucrania como semicolonia a los imperialismos europeos (a través del ingreso a la Unión Europea) y estadounidense. En los hechos, están poniendo el esfuerzo y el heroísmo del pueblo ucraniano al servicio de ese proyecto”.

Es decir, el gobierno de Zelesnky combate contra el sometimiento a Rusia pero, al mismo tiempo, avanza en impulsar otro sometimiento, esta vez “pacífico”. Esto significa que la clase obrera y el pueblo ucraniano deben combinar la lucha urgente e imprescindible por defender su soberanía contra la agresión rusa con la tarea de defenderla contra la entrega de esa soberanía a los imperialismos europeos y estadounidense. Política esta que el gobierno de Zelensky ya está aplicando y que se prepara para dar un salto en la posguerra. En ambos combates, para la clase obrera y el pueblo ucraniano estará planteada la necesidad de avanzar en tareas y medidas propias de la transición al socialismo.

Hablamos de una combinación de tareas sobre la base dinámica de la concepción trotskista de la revolución permanente. Es decir, cómo dos tareas “democráticas” (la lucha por la defensa del país frente a la agresión rusa y la lucha contra este proyecto de semicolonización de los imperialismos europeos y estadounidense) se combinan con tareas mínimas, propias de la clase obrera (como la defensa del salario y las condiciones laborales e, incluso, con las condiciones para integrar las defensas territoriales), con tareas propias de la transición socialista, como la expropiación de las grandes empresas nacionales y extranjeras, industriales o agrarias, el control obrero de la producción y la distribución, o el desconocimiento de la deuda externa.

La clave para que se pueda avanzar en esta dinámica es que la clase obrera ucraniana avance en su movilización y en su organización independiente. Una clase obrera que está siendo armada en la guerra contra Rusia y se organiza en ese combate. Una experiencia que debe aplicar para defenderse contra las leyes antiobreras del gobierno de Zelensky y contra el proyecto semicolonizador que hemos analizado, más aún si la guerra culmina con un triunfo ucraniano, ya que sus medidas comenzarán a aplicarse rápidamente, camufladas como “reconstrucción”.

La declaración la LIT-CI del 6/9/2022 formuló de la siguiente manera esta combinación de tareas que le propone a la clase obrera y al pueblo ucraniano, llamando a defender: “la expropiación de todos los activos de los oligarcas y empresas rusas asociados al régimen de Putin,la nacionalización y centralización en manos del Estado de la economía, al servicio de la defensa nacional, bajo el control de los trabajadores, y la centralización de las defensas territoriales como organización de la resistencia en milicias obreras que favorezcan la tendencia a la independencia del gobierno. Debemos llamar a defender la soberanía nacional a costa de las ganancias capitalistas y derrotar los despidos, suspensiones forzosas, y garantizar el pleno empleo, como parte de un plan de defensa nacional, con una política de exigencia y denuncia hacia la política concreta de Zelensky hoy” .[15]

En esta dinámica de revolución permanente también es clave el papel de la clase obrera mundial. Por un lado, en el apoyo a la resistencia ucraniana. Por el otro, en especial a los trabajadores de los países imperialistas europeos y de EE.UU., les proponemos que se exprese también en el combate contra la política de sus gobiernos y empresas de “comerse a Ucrania con papas”. 

Fuentes en la nota original