Una de las más grandes infamias políticas perpetradas por la burguesía comercial porteña fue la independencia uruguaya. Los autores nacionalistas lo han puntualizado, pero ligándolo a la influencia británica y brasilera. Planteado así, se diluyen un tanto las responsabilidades históricas. Es la oligarquía comercial argentina la principal culpable, así como la burguesía ganadera uruguaya, por el contrario, es la que impulsa la unidad en una sola república federal.

Recordemos que en 1821 Brasil se transformó en un estado independiente (Grito de Ipiranga) y la Banda Oriental quedó en el imperio como Provincia Cisplatina. Buenos Aires se opuso, aunque tibiamente, a la política expansionista de Pedro I. En realidad, los ingleses, verdaderos instigadores de la política brasileña, aspiraban a que el Uruguay se convirtiera en un “estado–tapón” independiente de los países en pugna. Se iniciaron las hostilidades y tras el bloqueo del puerto de Buenos Aires por el almirante brasileño Lobo la guerra se profundizó. Dentro del territorio uruguayo, mientras tanto, un grupo de patriotas al mando de Lavalleja consiguió repetidos triunfos contra los invasores y declaró en Florida, el 25 de agosto de 1825, que “el voto general decidido y constante de la provincia Oriental es por la unidad con las demás provincias argentinas a que siempre perteneció por los vínculos más sagrados que el mundo conoce”.

En los días de Mayo había sido la burguesía ganadera uruguaya, con su líder Artigas a la cabeza, quien realizó denodados esfuerzos por impedir la ruptura a que la incitaban los prohombres de Buenos Aires. En carta al gobernador de Corrientes, José de Silva, el caudillo oriental expresará su amargura: “Buenos Aires hasta aquí ha engañado al mundo entero con sus falsas y dobladas intenciones. Estas han formado siempre la mayor parte de nuestras diferencias internas y no ha dejado de excitar nuestros temores la publicidad con que mantiene enarbolado el pabellón español”. Es el lúcido portavoz de una burguesía ganadera mucho más dinámica e importante que la argentina, que al disponer de un magnífico puerto natural, Montevideo, le posibilita mejores condiciones para poseer saladeros bastante antes que Buenos Aires. La burguesía comercial uruguaya, en cambio, está ligada a Francia y, busca romper el bloqueo del Río de la Plata a que da lugar la guerra brasileño–argentina, separar la Mesopotamia, darles toda clase de facilidades a los competidores mundiales de Su Majestad británica.

¿Por que la burguesía porteña facilitó y hasta promovió la separación de la Banda Oriental del territorio de las Provincias Unidas? Por la diferencia abismal entre los puertos de ambas orillas: Montevideo es mucho mejor para operar que Buenos Aires, y entonces la unidad de la provincia oriental con el resto del país va a originar el copamiento del comercio por parte de los uruguayos. De ahí la maniobra: “conceder” la independencia. Después, la diplomacia inglesa y portuguesa se encargarían de impedir que todo río u océano sea controlado por la misma nación, facilitando de este modo la política de las burguesías mercantiles de ambas márgenes del Río de la Plata. Jorge Canning lo expresa claramente en carta a su enviado Ponsonby: “Habría que tomar todas las precauciones, mediante cláusulas precisas, para asegurar al Brasil el goce ininterrumpido a la navegación del Río de la Plata. Su Majestad, en el caso de solicitársela, no se negará a prestar su garantía para la observancia de tal estipulación”

Sin embargo, debernos reiterarlo, las potencias extranjeras no hicieron más que abonar el trabajo efectuado por la nefasta oligarquía porteña, creando y sosteniendo una “colega” uruguaya que les sirvió al mantener a todo trance la independencia uruguaya, esa aberración nacional, cultural, histórica, política y económica, que el pueblo y los trabajadores de ambas orillas del Plata están pagando tan cara: la división en dos estados independientes de una sola nacionalidad, la rioplatense.

Nahuel Moreno extracto del libro Método para la interpretación de la historia Argentina