
El pasado 20 de mayo la ciudad amaneció inundada con el símbolo de la margarita sin un pétalo con la cual se conmemora a los detenidos y desaparecidos a manos de la criminal dictadura militar (1973-1985).
Desde abajo, cada colectivo, sindicato, comisión o grupo, cada vecino, cada trabajador, mujer, joven o estudiante, decidieron desde los días previos organizarse y expresarse, no dejando barrio, calle, edificio o cooperativa donde no se viera por lo menos algún elemento relacionado a esa jornada de lucha.
Aparecieron pintadas en calles, veredas y muros por todos los barrios. También en miles y miles banderas y afiches que las familias colocaban en las fachadas de sus casas o vehículos, muchas veces acompañada de la frase “¿Dónde están?”. Desde temprano ya se podía ver por las calles y en los ómnibus a muchas personas, especialmente jóvenes, que vestían las remeras con la consigna “Todos somos familiares”.
El reclamo se vio incluso a nivel deportivo en carteles con la leyenda “¿Dónde están?” que fueron llevados por los planteles de varios equipos de fútbol y básquetbol en la fecha previa a la movilización, y donde incluso las hinchadas se organizaron para manifestarse.
Un punto alto de ello se vio en el Palacio Peñarol durante la semifinal del básquetbol, donde en el entretiempo del partido Aguada – Peñarol, la hinchada de estos últimos levantó cientos de imágenes de los desaparecidos acompañado por un fuerte cántico que retumbó en todo el recinto: “¡Dónde están, dónde están, que digan dónde están!” y “¡Nunca más, nunca más, milicos nunca más!”, a la vez que desplegaron una pancarta que decía “Fuera Gavazzo y Cordero de nuestro club”, un reclamo que la hinchada viene sosteniendo hace tiempo mientras la directiva aún mantiene a esos torturadores en el padrón de socios.
Este hecho sucedió el martes posterior a la marcha, como respuesta a que en el partido de fútbol de Peñarol – Boston River la policía le prohibió el ingreso a hinchas del aurinegro por llevar insignias de los desaparecidos.
La movilización de cientos y cientos de miles del 20 de mayo fue, según Familiares, la más grande desde que se realiza (1996). 18 de Julio se vio colmada, mientras no paraba de llegar gente; los ómnibus llenos se vaciaban al llegar a las calles aledañas a 18 y se transformaban en nuevos contingentes que engrosaban más y más la movilización.
Una expresión impresionante de la magnitud de una causa que está arraigada en lo más profundo del sentir popular y que se volvió a mostrar con una fuerza grandiosa, no sólo en la formidable movilización de Montevideo sino también en cada capital, pueblo y rincón del interior del país.
¡Verdad, Juicio y Castigo!
Con este trasfondo, 37 años después de terminada la dictadura, la burguesía y los milicos no han podido ni “reconciliar” ni “dar vuelta la página”, como todos los gobiernos lo han intentado hacer por diferentes vías, amparados por un Parlamento y una Justicia que se han dedicado a mantener esa impunidad.
El gobierno de Lacalle Pou no es la excepción y además incluye en su coalición a los nostálgicos del Golpe de Estado de Cabildo Abierto, que sin tapujos salen un día sí y otro también a defender a los torturadores de la dictadura.
Toda la fuerza que se expresó el 20 de mayo y lo profundo del reclamo tiene que servir para profundizar la pelea y cerrarle el paso a los defensores de la impunidad, lo que solo podemos lograr si imponemos el juicio y castigo a todos los asesinos y torturadores.
Para ello será necesario que la lucha tenga continuidad uniendo la pelea general de los trabajadores por su salario, por la educación pública, por los derechos de las mujeres, con el reclamo por Juicio y Castigo para terminar con este régimen de la impunidad.