El cierre de 2023 y los primeros días que transcurren en este 2024 nos muestran en varias partes del mundo y en nuestro país, que los trabajadores, la clase media empobrecida y los más humildes debemos determinar cuales son nuestra tareas centrales para prepararnos y organizarnos en este año que recién comienza.

En Medio Oriente, en territorio palestino se esta llevando adelante una brutal masacre por parte del ejercito del Estado sionista de Israel. Este bestial genocidio, donde el sionismo lleva asesinadas más de 20 mil personas, la mayoría niños, mujeres, gente que se encontraba hospitalizada o en campamentos para refugiados, deja al desnudo la enorme mentira de una supuesta guerra contra Hamas. Los recientes ataques al Libano y Siria por parte del ejercito de Israel y sus asesinatos en Cisjordania, confirman que el objetivo del sionismo es terminar de expulsar de sus tierras a la población Palestina y servir de gendarme a Estados Unidos en la región, un papel que cumple desde su nacimiento en 1948.

¿Por que si Uruguay está tan lejos debemos preocuparnos por las guerras de invasión capitalistas, tanto en Palestina como en Ucrania, y muchas otras en el mundo? La humanidad y principalmente la clase trabajadora no puede ser indiferente a estas atrocidades. Las guerras son la continuación de la política por otros medios, las armas, y sus resultados tienen repercusiones sobre todos los países del mundo incluido Uruguay. Si la invasión de Rusia a Ucrania desató la suba sideral de alimentos básicos como el trigo, la harina y el pan, cuyo mayor costo siempre paga el pueblo trabajador, en Europa se sumaron los problemas con el gas y la energía que generaron problemas para la calefacción y la vida cotidiana de las familias trabajadoras.

Hoy Medio Oriente, que soporta el genocidio sobre Gaza, Palestina, por parte del sionismo, se ponen en juego las condiciones de lucha, la situación y las perspectivas de las luchas de la clase trabajadora y la revolución mundial. La derrota de Israel, el retiro de sus tropas de tierras palestinas, sin duda sería un aliciente para nuestra clase y los pueblos oprimidos y un golpe para el imperialismo dominante, los Estados Unidos.

Para contribuir con estas importantes discusiones es que presentamos un resumen de textos de Nahuel Moreno refiriéndose a las perspectivas de la revolución y el socialismo, su posición sobre la teoría del “catastrofismo”, sobre la lucha del pueblo Palestino, el sujeto social de la revolución, la construcción de la internacional y las discusiones dentro del partido revolucionario, respuestas que consideramos no han perdido su vigencia.

Nahuel Moreno respondía en la década del 80, sobre estos temas

Empecemos con una pregunta, o mejor cabría decir una reflexión, que se nacen muchos militantes marxistas y que los defensores del capitalismo, especialmente sus propagandistas y periodistas, suelen emplear para atacar al marxismo. Los socialistas revolucionarios vienen anunciando desde hace décadas la crisis definitiva y caída del capitalismo. Sin embargo, éste no cae.

“Sí, es verdad que el capitalismo no ha caído, y es igualmente cierto que venimos anunciando su crisis definitiva desde hace mucho. Creo que esto obedece a una concepción catastrofista: a fines del siglo pasado y principios de éste, Rosa Luxemburgo, Kaustky, y los marxistas revolucionarios en general sostenían que el capitalismo se dirigía a la catástrofe, es decir, a una crisis sin salida, llevado por sus propias leyes intrínsecas.

Todos nosotros hemos compartido esa concepción, hasta el punto de caer en un criterio milenarista. Así como hace siglos se pensaba que en el año mil sobrevendría el hundimiento de la civilización y la segunda venida de Cristo, los marxistas revolucionarios decíamos que en nuestro año mil, que era un año equis de principios de este siglo, se hundiría el capitalismo para dar lugar a una sociedad socialista. Esta concepción siguió vigente hasta hace poco en los círculos marxistas y entre nosotros.

Los marxistas revolucionarios sí tuvieron razón al afirmar que el régimen capitalista imperialista entraría en una crisis cada vez más aguda, que hundiría a las masas trabajadoras en la miseria creciente y originaría guerras y revoluciones sin solución de continuidad.

El tiempo nos ha demostrado que no existe una ley científica por la cual se llega inexorablemente a la catástrofe final del capitalismo y el comienzo del socialismo. El problema es mucho más complejo, ya que entran en juego los sujetos históricos, que son las clases, con sus sectores, grupos y dirigentes. La crisis definitiva de una sociedad está íntimamente relacionada con las luchas y los acuerdos para la lucha entre todos ellos”.

Es decir, el capitalismo se estaría hundiendo, pero sin que llegue el socialismo…

“Sí, por eso hablamos de la barbarie. Nuestra expresión, socialismo o barbarie, parece una consigna, pero en realidad es un concepto teórico muy profundo. Significa que la crisis capitalista no conduce inexorablemente al socialismo sino que puede dar lugar a una nueva sociedad de clases mucho peor que el capitalismo, basada en formas de trabajo semiesclavistas”. (…)

“El fenómeno de Hitler no ha sido estudiado a fondo por los marxistas. En el racismo hitleriano tenemos el embrión de una nueva sociedad esclavista, con los campos de exterminio y de trabajo a donde Hitler enviaba a los judíos, los polacos y también a los izquierdistas. Es el comienzo de una nueva relación de producción, con nuevas formas de esclavitud”(…)

Usted traza un paralelismo entre el nazismo, el apartheid y el sionismo. ¿Nunca lo han acusado de antisemita por eso?

Sí, la izquierda sionista me acusa de antisemita, sobre todo porque sostengo que es necesaria la destrucción del Estado sionista. Como marxista, parto de la base de que el proletariado de una nación que explota y oprime a otra, como Israel a los árabes y palestinos, no puede liberarse. La clase obrera judía es heredera de una gloriosa tradición en la lucha de clases: el camino del proletariado occidental, incluido el argentino, esta sembrado de una multitud de heroicos luchadores judíos. Pero ese proletariado no podrá seguir hasta el fin, ni reverdecer y superar su gloriosa tradición, mientras no se ponga de parte de los palestinos y los árabes, que son reprimidos, perseguidos, y esclavizados por el Estado de Israel. El genocidio es una constante del sionismo, desde los primeros años hasta la reciente invasión del Líbano y la masacre de los campamentos de Sabrá y Chatila.

Eso de llamarnos antisemitas es una trampa para incautos. Es como decir que un alemán que quería la derrota de la Alemania nazi era anti-alemán; o que quien quiere barrer del mapa a la república boer porque es antinegra, es un racista porque está contra los campesinos boer.

La pregunta a responder con respecto a las relaciones entre pueblos, razas, naciones y clases es muy sencilla, yo diría demasiado sencilla: ¿quién oprime, quién es el oprimido? Para un marxista revolucionario, la respuesta es tan sencilla como la pregunta: estamos contra los opresores y a favor de los oprimidos. Defendemos a muerte a estos últimos, sin dejar de señalar, cuando es necesario, los errores de su dirección.

El terrorismo árabe es una táctica aberrante, totalmente equivocada, y así lo decimos. Pero nosotros seguimos al lado de los palestinos y los árabes, defendiendo a esos luchadores aunque empleen tácticas aberrantes y monstruosas, que van contra los intereses de sus pueblos.

Lo esencial para nosotros es que ese terrorismo es producto de la desesperación de los jóvenes palestinos que viven en condiciones similares a las de los campos de concentración nazis. Mira las fotos de los habitantes de esos campos: tiene la piel pegada a los huesos. Muestran el mismo estado que los sobrevivientes de los campos de Buchenwald y Auswichtz, cuando fueron liberados al fin de la guerra. El culpable es el Estado de Israel, apoyado, desgraciadamente, por su pueblo; así como el Estado nazi, durante sus primeros años, tuvo el apoyo de la mayoría del pueblo alemán. No tiene importancia que esos campos se encuentren dentro o fuera de las fronteras de Israel: su existencia se debe a la expulsión de los palestinos de su patria.

¿Socialismo o barbarie significa lo mismo que socialismo u holocausto? Porque usted, en sus últimos escritos, emplea esta expresión.

Es la misma antinomia, pero en un plano cualitativamente superior, porque significa que la alternativa al socialismo no es, como antes, un retroceso al barbarismo, con la devastación de países y civilizaciones —como sucedió en las dos guerras mundiales— sino la destrucción lisa y llana de la humanidad, la desaparición de la vida animal y vegetal de la tierra (…)

Hablamos hace un instante de cómo el capitalismo destruye al hombre. Pero el hombre no es la única víctima. El capitalismo en su actual faz imperialista, no es en absoluto “democrático” con la naturaleza: la destrucción de la flora y la fauna, la contaminación del aire y el agua y de todo el ambiente por los desechos industriales y sobre todo los nucleares avanzan a un ritmo vertiginoso. La depredación de la fauna, sea por la caza deportiva o por la producción capitalista, es un hecho reconocido por todo el mundo(…) Justamente a eso me iba a referir, porque los híbridos son un ejemplo de cómo los grandes descubrimientos de la ciencia también se vuelven contra la naturaleza cuando los utiliza el capitalismo. Al capitalismo sólo le interesan los híbridos de gran rendimiento económico. Entonces, preparan grandes extensiones de terreno para ser sembradas con esas semillas, lo que significa que la flora natural, de escaso rendimiento económico, es destruida. Así desaparecen decenas de plantas y semillas, simplemente porque no rinden como los híbridos.

También desaparecen especies animales cuya caza da ganancias a los burgueses o satisfacción personal al cazador…

Muy bien, partimos de que el capitalismo está en una profunda decadencia pero que, por otro lado, no se puede llegar al socialismo por un proceso natural de evolución social. Es por eso que los marxistas sostienen que sólo la clase obrera puede resolver esa crisis, ¿verdad?

La clase obrera organizada, y con una dirección que esté a la altura de la gran tarea que está planteada, que es la conquista del poder para destruir al sistema capitalista y reorganizar la economía sobre bases nuevas.

Lo nuestro no es una religión, no tenemos fe religiosa en la clase obrera. Si ésta, con sus partidos y direcciones, no logra derrocar al capitalismo, la situación irá cada vez peor. Ahora, sin dudas afirmamos que existe una lucha sistemática, heroica, de los trabajadores de todo el mundo contra el régimen capitalista e imperialista. Como en toda lucha, no puede decirse de antemano quién la ganará. Lo que es indudable es que esa lucha existe: en Brasil, en Argentina, en Inglaterra con la huelga minera, etcétera, etcétera. La cuestión es saber si la clase obrera sabrá dotarse de la dirección adecuada.

(…)Hablemos, entonces, de las perspectivas de la revolución.

Si lo miramos desde el punto de vista de la dirección, la perspectiva no es muy halagüeña por ahora. No existe una gran dirección internacional, con influencia de masas, que se plantee la perspectiva de derrotar al imperialismo, principalmente el yanqui, apoyándose en el proletariado de los países más adelantados del mundo, incluido el ruso.

Ahora, si bien este aspecto es muy importante, lo decisivo es la gran lucha que vienen librando las masas contra el capitalismo y el imperialismo a nivel mundial. La madre de todo es si las masas luchan, lo que también da pie para probar direcciones y para ser muy optimista. Es decir, mientras haya lucha pueden surgir nuevas direcciones y ponerse a prueba. Es el proceso que yo veo; viejas direcciones en crisis, jóvenes dirigentes que surgen y pueden probarse en luchas incesantes.(…)

Usted es, entonces, optimista con respecto a las perspectivas de la clase obrera norteamericana.

Soy marxista, me baso en un análisis científico. Si me demostraran que las masas trabajadoras de Estados Unidos van a tener una mejoría de su nivel de vida, sería un pesimista. Pero las leyes del capitalismo son inexorables, llevan a la burguesía, yanqui a explotar cada vez más a sus propios trabajadores, no sólo a los de los países dependientes.

Por eso no veo motivo para ser pesimista, o decir que las masas de los países adelantados no van a luchar. Y cuando lo hagan, cambiará toda la situación, porque las masas norteamericanas, cada vez que han entrado en lucha, han sido las más combativas del mundo. (…)

¿A qué sector de clase representa el trotskismo?

Yo estoy convencido de que el trotskismo refleja políticamente al sector más explotado del proletariado, pero siempre trata de movilizar al conjunto de los trabajadores, incluso a sus sectores más atrasados o los más aristocráticos. Por eso decimos que el trotskismo es la conciencia de las necesidades históricas de la clase obrera en su conjunto, no de tal o cual sector.

¿No fue sectario el trotskismo al aferrarse a su programa obrero? ¿No fue más hábil el estalinismo al volcarse al campesinado, si la revolución pasada por el campo?

Al contrario, yo opino que ese es nuestro gran acierto. Antes que nada, quiero decir que Hugo Blanco no quería participar en la movilización campesina; fuimos nosotros quienes lo convencimos, en una reunión clandestina en el Cuzco.

A esta altura de mi vida estoy convencido de que nuestro “sectarismo”, en el sentido de permanecer junto al movimiento obrero, es enteramente correcto. No hay forma de engañar al proceso histórico y de clase. Si yo dirijo al movimiento campesino a la conquista del poder, no puedo construir una democracia obrera. Es imposible llegar al socialismo con democracia basándose en el campesinado, es algo que va contra las leyes descubiertas por el marxismo y confirmadas por, la historia. La superestructura política que surja será acorde con la clase que toma el poder. (…)

Por consiguiente, la tarea de los trotskistas es penetrar gradualmente en el movimiento obrero y construir su partido…

Para mi ninguna construcción es gradual, en la naturaleza o en lo que sea. Hay, si, ciertas etapas en la construcción del partido. Una es la teórica, de elaboración del programa y el análisis de la realidad. Es muy compleja porque sin un análisis y una organización mundial no puede haber análisis nacionales correctos. También hay una etapa de penetración en el movimiento obrero. Pueden existir mediaciones: por ejemplo, durante un período el partido milita en el movimiento estudiantil a fin de ganar a sectores de la izquierda para las posiciones trotskistas. Pero el objetivo a corto plazo —dos. tres, cuatro años— es ir al proletariado. Una organización trotskista que no esté llena de militantes obreros vive en crisis permanente, aunque esté formada por compañeros muy inteligentes y capaces. Es el caso de algunos de nuestros partidos, donde hay compañeros incluso brillantes, pero jóvenes y sin formación en la lucha de clases.

En la universidad, si uno comete un error táctico o pierde una discusión, no pasa nada, puede volver al otro día y ver cómo revierte la situación. Pero en el movimiento obrero un error táctico puede ser fatal, se pierde todo. Por eso el militante se vuelve serio, responsable, aprende las maniobras de la lucha de clases. Se da cuenta de que es una guerra. Lo ve en la realidad, no en los libros. Por eso los dirigentes revolucionarios sólo pueden formarse en la vida de la clase obrera y sus luchas.

El partido mundial

A lo largo de su vida política usted ha dedicado enormes esfuerzos a la construcción de una organización revolucionaria mundial…

Yo diría más bien que la mayor parte de mi militancia política ha estado, sigue estando, volcada al partido mundial, a la construcción de la Cuarta Internacional.

El partido mundial es la prioridad número uno del movimiento obrero, porque existe una economía y una política mundial, a la cual están supeditadas las realidades nacionales. El imperialismo aplica una sola política, a través del FMI, a todos los países, adelantados o atrasados, que tengan deudas con la banca internacional. Y esto que decimos con respecto a la deuda externa, es cierto en todos los terrenos de la política y la economía.

La existencia de una política mundial es característico del capitalismo y, puesto que se trata de derrocar a éste, se necesita un instrumento acorde con esa realidad y esa tarea. El movimiento de masas mundial requiere distintas herramientas para cada uno de los problemas que plantea la lucha de clases. Para luchar en el terreno económico la clase obrera creó los sindicatos. No es casual que las primeras organizaciones sindicales nacieran en Inglaterra, la cuna de la revolución industrial (…)

Para nosotros, el máximo crimen, la máxima traición de la burocracia estalinista fue la disolución de la Tercera Internacional, exigida por sus aliados Churchill y Roosevelt.

Esto es lo que explica que el imperialismo todavía no haya sido derrotado. La Segunda Internacional existe, pero no es una verdadera internacional sino una federación de partidos socialdemócratas, defensores del sistema capitalista. La Tercera Internacional y la Internacional Sindical Roja fueron oficialmente disueltas por el estalinismo. Con ello se borró la necesidad de la internacional de la conciencia de las masas.

Hoy día los internacionalistas somos una ínfima minoría en el movimiento de masas mundial. Los trotskistas somos los únicos que reivindicamos la necesidad indispensable de contar con una organización sindical y una organización política internacional, un partido mundial centralizado.

Militancia y vida cotidiana

Se dice que el partido leninista, con su estructura centralista, su disciplina casi militar, está perimido. En Europa, sobre todo, grandes sectores de la izquierda se oponen a ese tipo de estructura partidaria. ¿Qué les diría usted a quienes opinan de esa manera?

Ante todo, que no deben confundir al partido leninista con la caricatura que ha hecho el estalinismo de él. Esas corrientes que usted menciona reflejan la repugnancia que provocan los partidos estalinistas: se han tragado el cuento de que el estalinismo es la continuación del leninismo, cuando en realidad es exactamente lo contrarío. Es cierto que conserva algunas similitudes formales, como la estructuración del partido en células, equipos de trabajo permanentes, aunque últimamente los partidos estalinistas están perdiendo esta característica. La definición del militante como persona que realiza actividad partidaria y pertenece a un organismo donde discute la política y la actividad del partido es propia del leninismo.

Quiero decir a la pasada, y saliendo un poco de los marcos estrictos del tema, que esta concepción leninista originó la primera división leninista origino la primera división del marxismo ruso en sus alas bolchevique y menchevique, pero fue superada después de 1905, cuando un congreso unificado del partido aprobó la fórmula de Lenin. De ahí en adelante persistió la división entre las dos alas, pero referida a sus diferencias en la interpretación de la Revolución Rusa, que se volvieron cada vez más irreconciliables. Esa fue, entonces, la causa de fondo que separó a las dos tendencias del marxismo ruso.

Volviendo a la pregunta, hay que remarcar que la disciplina militar hace parte de la caricatura estalinista, que concibe al partido como un organismo en el cual la cúpula decide la política y la actividad, mientras la base se limita a acatar sin discusión. Es evidente que a ningún obrero o intelectual que simpatice con las posiciones revolucionarias le gusta la idea de pertenecer a un partido en el cual la obligación numero uno es obedecer.

En el partido de Lenin siempre reinó una amplia democracia, sobre todo en los organismos de base. Los obreros se sentían a gusto en él, y en plena libertad para discutir y criticar. A nadie se le pasaba por la cabeza que un militante pudiera ser reprimido u obligado a autocriticarse por sus posiciones políticas. Había discusiones, a veces muy fuertes, pero fraternales, sin represión. (…)

¿Nunca hubo expulsiones del partido?

Hubo sectores y corrientes que sustentaron posiciones profundamente antagónicas con las de la dirección del partido. Algunos se separaron de él —que no es lo mismo que ser expulsado por discrepar—, pero la mayoría de esos sectores permanecieron en el partido, y sus voceros conservaron sus puestos de dirección. Por eso digo que la libertad era casi absoluta.

En el Partido Bolchevique se combinaba la disciplina, es decir, que todo el partido participaba activamente en la lucha de clases con la misma política, con una auténtica democracia Interna. La historia lo demuestra: ninguna de las grandes resoluciones se tomó por unanimidad, y me refiero a decisiones tan importantes como la toma del poder.

Algunas discusiones se realizaron en el periódico del partido: por ejemplo, la discusión acerca de la economía soviética, en la que participaron Bujarin. Preobrajenski y otros grandes teóricos y dirigentes. Esto sucedió en los años veinte, antes de que Stalin controlara totalmente el partido.

Es interesante el ejemplo de Zinoviev y Kamenev en la Revolución de Octubre…

Efectivamente, ambos se opusieron a la toma del poder en 1917. En eso estaban en su derecho. El problema fue que, cuando el Comité Central del partido votó la insurrección, ellos revelaron esa votación al público en forma indirecta, a través de ciertas declaraciones a los diarios burgueses. Con eso no sólo violaban la norma elemental de que lo que se vote se acate sino que además ponían en peligro nada menos que el triunfo de la revolución. Por eso Lenin los llamó traidores y rompehuelgas y exigió su expulsión. Cualquier trabajador comprende lo correcto de esta actitud. Si una asamblea de fábrica vota por mayoría salir a la huelga, el que no acata es un camero…

De todas maneras, posteriormente Kamenev demostró una gran lealtad hacia el partido, se puso a las órdenes del Comité Central y participó activamente en la insurrección. No así Zinoviev. que permaneció al margen.

Después Lenin los convocó para asumir algunas de las tareas más importantes de la revolución. Zinoviev fue el presidente de la Tercera Internacional durante los primeros altos y ambos fueron miembros de Buró Político, la máxima dirección del partido en el poder.

Así era el Partido Bolchevique: todo se discutía, incluso públicamente, en las páginas del Pravda.