Este año celebramos los 100 años de la Revolución Rusa (RR), uno de los acontecimientos históricos más importantes del “breve” siglo XX, que provocó un enorme cambio social, político, económico y de paradigma en el mundo y que todavía marca fuertemente la época en que vivimos, incluso después del fin del ex URSS. También celebramos los seis años de la Revolución Siria.

Por: Gabriel Huland | Corriente Roja – LITCI Estado Español

Como revolucionarios, no nos interesa simplemente “estudiar” los hechos ocurridos entre febrero y octubre de 1917 que culminaron con la toma del poder por los Soviets dirigidos por el Partido Bolchevique. Reivindicamos la Revolución de Octubre como la primera revolución obrera triunfante, la primera experiencia histórica en que los trabajadores organizados en consejos populares tomaron el poder del Estado y expropiaron a la burguesía. Por tanto, nos interesa, sobre todo, extraer lecciones que nos sirvan para el presente.

Por otro lado, apoyamos e intervenimos en las revoluciones contemporáneas con vistas a contribuir para que triunfen. El periodo en que vivimos está marcado por el enfrentamiento cada vez más profundo y dramático entre revolución y contrarrevolución.

Las fuerzas sociales dominantes en el sistema mundial de Estados en la época imperialista siempre actuarán –a través de sus organizaciones, ejércitos y medios de propaganda– para desviar, desestabilizar y derrotar las revoluciones lo más rápido posible, temiendo que una revolución victoriosa en cualquier país del mundo, por más pequeño e irrelevante que pueda parecer, se expanda como ondas magnéticas a otras partes del mundo.

Independiente de las causas y de los objetivos de una revolución, hay algo común a todas ellas: la entrada en escena de las masas trabajadoras y populares, como sujeto social, en los asuntos de la política. Para que estalle una revolución, una aceleración de los tiempos históricos, la mayoría de la población debe haber llegado a una percepción colectiva de que sus condiciones de vida se encuentran en un punto insoportable y que salir colectivamente a cambiar el orden de cosas es la única alternativa. Las revoluciones se transmiten por olas, como en el reciente caso de las Revoluciones Árabes.

La característica más indudable de una revolución es la intervención directa de las masas en los eventos históricos. En tiempos de normalidad el estado, sea monárquico o democrático, se eleva sobre la nación, y la historia es hecha por especialistas – reyes, ministros, burócratas, parlamentarios, periodistas. Pero en los momentos cruciales, cuando el viejo orden ya no es soportable para las masas, ellas rompen las barreras que las separan de la arena política, apartan a un lado a sus representantes tradicionales y crean mediante su propia intervención las bases para un nuevo régimen. Si esto es bueno o malo, lo dejo para el juicio de los moralistas. Cogeremos los hechos como se han dado en el curso objetivo de su desarrollo. La historia de una revolución es para nosotros, en primer lugar, la entrada forzosa de las masas en el reino de la determinación de su propio destino. (Prefacio de la Historia de la Revolución Rusa – León Trotsky)

Entender e intervenir en las revoluciones contemporáneas representa un enorme reto para la izquierda mundial. Más concretamente la Revolución Siria, que sigue en curso en medio de grandes dificultades, provocó un debate acalorado en la izquierda y fue un divisor de aguas entre los que la apoyan y los que la ven como una “conspiración imperialista/jihadista”. Dos visiones opuestas e imposibles de conciliar. Para nosotros, se trata de la revolución más importante de estas últimas décadas.

¿Es posible establecer un paralelo entre las Revoluciones Rusa y Siria? ¿Qué tienen ambas en común y qué las diferencia? ¿Cómo las lecciones de la primera nos pueden ayudar a comprender la segunda?

Abrir un debate sobre estas y otras cuestiones es el objetivo de este texto. No pretendemos sacar conclusiones definitivas sino empezar el debate, sin perder de vista que nuestro deber como revolucionarios es transformar la realidad, no solo analizarla. La Revolución Siria necesita más que nunca nuestro apoyo y solidaridad. Seguir apoyando y construyendo movimientos de base de apoyo a la lucha del pueblo sirio, dentro y fuera del país, es una tarea principal para la izquierda revolucionaria y todo el movimiento de solidaridad internacional.

Por otro lado, necesitamos reforzar los lazos entre los que hemos estado peleando junto al pueblo sirio para que su lucha sea victoriosa. Este acercamiento se debe dar con el objetivo de superar a la vieja izquierda estalinista y castro-chavista, que sigue atada al pasado de la guerra fría y a un modelo de falso socialismo, nacionalista, burocrático y dictatorial.

Necesitamos recuperar y reconstruir los valores del internacionalismo, de la revolución y del socialismo con democracia obrera, no con el objetivo de hacer un saludo a la bandera al pasado, sino con el de cambiar y transformar radicalmente el presente.

El debate con la izquierda/oposición siria

Una parte de los activistas, de los luchadores revolucionarios y de reconocidos intelectuales sirios ha sacado la conclusión de que la Revolución Siria marcará un antes y un después para la izquierda mundial.

Llegan a esta conclusión a causa de la postura asumida por la mayoría de la izquierda (desgraciadamente) de negarse rotundamente a apoyar la revolución, poniéndose del lado del régimen sirio. Esta actitud significó, para muchos activistas, el “fin” o “la tumba” de la izquierda y, consecuentemente, de los valores defendidos por ella, principalmente el de la lucha por el socialismo.

Estamos totalmente de acuerdo con que la izquierda vinculada al castro-chavismo y al estalinismo, que caracteriza el régimen sirio como progresista e antiimperialista, no puede ser vista como un referente para aquellos que luchan contra los efectos de la globalización imperialista y el capitalismo.

Pero la izquierda no se limita a estos grupos, es más amplia. Felizmente, hay una parte de la izquierda socialista internacional que apoyó la revolución, hizo campañas de solidaridad e intentó vincularse a los movimientos de base sirios. Hay una parte de la izquierda, como la LIT-CI y otros grupos, que se sumó al movimiento de solidaridad internacional con el pueblo sirio en lucha contra el régimen genocida de Bashar al-Assad.

Tampoco estamos de acuerdo con las conclusiones que afirman que la lucha por el socialismo perdió vigencia, que hay que buscar “nuevas utopías” o que nuestro horizonte estratégico se debe limitar simplemente a “radicalizar la democracia” liberal burguesa. Nuestro horizonte no puede ser este.

En nuestra opinión, las Revoluciones Árabes, y la Siria en particular, reafirman la necesidad de luchar contra la dominación iimperialista, por la destrucción del capitalismo y la construcción de una sociedad socialista, sin explotados ni explotadores. El estudio de la Revolución de Octubre a sus cien años y su comparación con la Revolución Siria nos pueden a ayudar a entender el por qué.

¿Es posible trazar un paralelo histórico entre ambas revoluciones?

Aunque las dos revoluciones se hayan dado en puntos muy distantes en el tiempo y el espacio, creemos que se enfrentaron a problemas de fondo similares, como toda revolución en la época imperialista. Hay diferencias y similitudes que deben ser comprendidas, empezando por las diferencias, ya que estas determinaron en un caso el triunfo de la Revolución liderada por los Bolcheviques en 1917 y en el otro, desgraciadamente, la derrota, por lo menos momentánea, de la Revolución Siria iniciada en marzo de 2011.

Toda revolución es un proceso continuo, no se trata de una suma de momentos puntuales; sin embargo, en la revolución rusa podemos destacar dos momentos cruciales para entenderla: las Revoluciones de Febrero y Octubre de 1917.

En febrero de 1917, en Rusia tuvo lugar una revolución democrática victoriosa, que culminó en la caída de la dinastía de los Romanov, que llevaba en el poder desde 1613. Aunque a la cabeza del zarismo, un régimen autocrático, estuviera un sector de la nobleza coligado con la burguesía liberal y el capital internacional, la economía rusa era predominantemente capitalista, con un sector industrial altamente desarrollado y relaciones semifeudales en el campo. La revolución era, al mismo tiempo, una revolución obrera, aún inconsciente y espontánea.

La participación misma de Rusia en la guerra fue más la obra de la burguesía que de la monarquía. Pero la cuestión más importante fue que el gobierno zarista había garantizado a los propietarios sus fábricas, tierras, bancos, casas, periódicos; era en relación a las cuestiones más vitales su gobierno. La Revolución de Febrero cambió la situación en dos direcciones contrarias; traspasó solemnemente el poder a la burguesía en los atributos externos del poder, pero a la vez les quitó aquella participación en la dominación que ellos disfrutaban antes de la revolución (León Trotsky, Historia de la Revolución Rusa).

De esta revolución victoriosa nació un régimen altamente contradictorio, donde un poder obrero, materializado en los Sóviets (los consejos de obreros, soldados y más tarde campesinos), convivía con un régimen democrático-burgués, simbolizado en el gobierno provisional, formado por una coalición de la burguesía (el partido kadete) y los partidos reformistas (mencheviques y social-revolucionarios) que dirigían los Sóviets.

En estas condiciones actuó el Partido Bolchevique. En febrero de 1917 los Sóviets eran dirigidos por los Mencheviques y los Social-revolucionarios, pero posteriormente, y en particular tras derrotar el golpe fascista de Kornilov, antes de la Revolución de Octubre, los Bolcheviques obtuvieron la mayoría en los Sóviets.

El gobierno provisional surgido de la Revolución de Febrero, al mantener en Rusia las relaciones sociales capitalistas y su dependencia del capital internacional, no fue capaz de solucionar los problemas más graves del país. Rusia siguió en la I Guerra Mundial (IGM), que estaba costando la vida de millones de jóvenes campesinos y obreros rusos, y su política económica, dedicada casi exclusivamente al esfuerzo de guerra, empeoró terriblemente las condiciones de vida de la mayoría de la población.

La Revolución de Octubre solo fue posible porque se combinaron tres elementos: unas condiciones de vida cada vez más degradadas a causa sobre todo de la guerra, la existencia de los Sóviets, y la de un partido revolucionario, el bolchevique, con un programa internacionalista de ruptura con el Estado capitalista y de construcción de una sociedad de transición al socialismo, que ganó la mayoría en los Sóviets.

En Siria, desgraciadamente, la revolución de “febrero”, una revolución espontánea y antidictatorial, no triunfó y no es esta de momento una perspectiva cercana. Este hecho marca dinámicas profundamente diferentes en ambas revoluciones, aunque veremos que hay elementos importantes de la Revolución Siria que también estuvieron presentes en la Revolución Rusa, aunque en grados de desarrollo ciertamente distintos.

Cada revolución desarrolla una dinámica propia, y por eso la labor comparativa asume una complejidad importante, no obstante, como dicho antes, el enfrentamiento entre fuerzas sociales antagónicas bajo la hegemonía del sistema mundial imperialista –es decir, del dominio económico, político y militar del mundo por un pequeño grupo de grandes potencias dirigidas por su capital financiero– marca una serie de características comunes a todas las revoluciones de nuestra época.

¿Cómo se desarrolló la Revolución Siria?

El doble poder

La “Revolución de Febrero”, tras el derrocamiento de una dictadura, abre en general una situación de gran inestabilidad y de poder dual, más o menos centralizado. En Rusia, por ejemplo, los Sóviets se formaron por primera vez en 1905, durante la revolución conocida como el “Ensayo General”. La derrota de la revolución de 1905 significó su aplastamiento, hasta volver de nuevo a la escena en febrero de 1917, en el marco de la insurrección antizarista.

Los Sóviets surgieron en el transcurso de la primera revolución rusa, la de 1905. Su creación no fue debida a la iniciativa de ningún partido ni grupo político, sino que fue obra espontánea de las masas durante el desarrollo de los acontecimientos revolucionarios. Los Sóviets no surgieron de una vez, con las formas relativamente definidas que tomaron en octubre de dicho año, cuando el movimiento alcanzó su apogeo, sino que fue el resultado de la transformación de los distintos organismos de combate creados en el curso de la lucha. Se producía un proceso muy original. “La Historia —como dice el escritor ruso Nevski— por medio de las masas obreras que la creaban, parecía pasar de una forma de organización a otra, modificándola cada vez, eliminando unos elementos, introduciendo otros, ora simplificando, ora complicando la organización.” En unos puntos, surgieron Sóviets como un desarrollo natural de los Comités de huelga creados por los obreros ferroviarios. En otros, el desarrollo de los mismos Comités de fábricas y talleres. Así ocurrió, por ejemplo, en Ekaterinoslav, Rostov, Novorosivirsk, Kransnoyarsk, Kiev, Libau, Reval y otros puntos. Dichos comités, que en un principio no perseguían otra misión que dirigir el movimiento huelguístico, se transformaban paulatinamente, bajo el impulso de los acontecimientos revolucionarios, en organismos representativos de toda la clase obrera, que se ponían de acuerdo con los representantes de los distintos partidos proletarios estableciendo una coalición de combate. Un origen igual tuvieron los Sóviets en Petersburgo. En un principio se trataba únicamente de un sistema de representantes de fábricas, delegados por sus compañeros para tratar con los patronos, recaudar dinero para los huelguistas, etcétera, etcétera (Andreu Nin, Los Sóviets: su origen, desarrollo y funciones).

En Siria también se estableció una situación de doble poder. Las masivas protestas iniciadas en marzo de 2011 pueden ser comprendidas como una revolución de febrero clásica, espontánea, en el sentido de que no fue planeada ni dirigida por ningún partido político; también fue masiva, urbana y provocó una fuerte crisis en las Fuerzas Armadas del Estado, habiendo abierto, igual que en Rusia, una situación de enfrentamiento entre dos poderes contradictorios.

Los comités locales de la Revolución Siria, la expresión de esta “dualidad de poderes”, se convirtieron en un poder “de hecho” en muchas zonas del país, antes y después de la militarización del conflicto. En general, los organismos de poder dual, como vimos antes, surgen durante las revoluciones de manera espontánea e inconsciente. Las masas insurrectas necesitan espacios de decisión colectiva para llevar a cabo su lucha, en todos los aspectos; políticos, militares, organizativos, administrativos, en suma, de creación de un nuevo orden social. Como nos explica Doreen Khoury:

Organización y movilización fueron conseguidos principalmente mediante la formación de los “tansiqiyyat”, o comités de coordinación locales (CCL), que empezaron como reuniones de jóvenes activistas en barrios y pueblos a lo largo del país. Acuerdos locales para la auto-organización han evolucionado de los llamados comités de organización locales, los cuales están implicados centralmente en el trabajo con los medios y la organización de protestas. Han creado unas sofisticadas estructuras de administración civil en las áreas liberadas de Siria. Actualmente, la extendida violencia, sectarismo, radicalización, falta de organización entre las fuerzas rebeldes y unas condiciones de vida deterioradas amenazan seriamente la supervivencia de los CCL y consejos locales de oposición (Losing the Syrian Grassroots: Local Governance Structures Urgently Need Support).

Los comités de coordinación local no son una particularidad siria, como afirman algunos honestos activistas e intelectuales, con los cuales tenemos muchos acuerdos. Las experiencias de doble poder son innumerables. Se dieron, con mayor o menor desarrollo y centralización, en Rusia (los Sóviets), en Chile (los Cordones Industriales), en Alemania (los consejos de marineros y soldados), en Bolivia (la COB), en el Estado español en 1936-37(los Comités-Gobierno) y en Argentina, más recientemente, (las Asambleas Piqueteras). Podríamos nombrar muchos otros ejemplos.

El poder dual expresa la radicalización de la lucha de clases y la intensificación de un proceso revolucionario. Una situación revolucionaria es caracterizada por la combinación de tres factores: crisis económica, crisis política en las élites y ascenso generalizado de las luchas sociales.

La radicalización “in extremis” de esta combinación de factores puede generar la existencia de una dualidad de poderes en el capitalismo entre un poder burgués y otro obrero/popular. La dualidad de poderes será siempre algo provisorio, nunca estable o duradero, ya que, inevitablemente, uno de los poderes prevalecerá sobre el otro, según el resultado del enfrentamiento entre ambos.

La dualidad de poderes se da cuando el poder “legal” establecido pierde legitimidad y las masas empiezan a construir inconscientemente el nuevo. Los consejos serán la base del nuevo poder que se establecerá después de la revolución en caso de que esta triunfe. Los comités locales en Siria son el germen de la Siria libre por la que luchamos.

En los comités locales se toman, incluso hoy en día, donde persisten, decisiones políticas, y en algunos casos militares, sobre la administración de una zona liberada y sobre la continuidad de la lucha. El comité local de Idlib, en el norte del país, sigue activo. En Minbej, el comité local definía incluso las acciones de la brigada popular del Ejército Sirio Libre. En los suburbios de Damasco, como en al-Qaboun, los comités locales organizaban las protestas y la defensa de las manifestaciones contra los francotiradores del régimen, que disparaban indiscriminadamente a los manifestantes.

Una de las grandes debilidades de la revolución siria, quizás la más grande, fue la falta de centralización de los comités locales en la labor de coordinar la lucha contra el régimen y de aplicar medidas unificadas en las zonas liberadas. En definitiva, no tenían un programa común. En una guerra, actuar con unidad y centralización se hace determinante para la victoria. La coordinación existente ha sido extremadamente limitada y casi exclusivamente en cuestiones de tácticas militares, con poca perspectiva estratégica de qué se quería exactamente.

Esta falta de centralización, por ejemplo, convirtió cada zona liberada y cada frente de batalla en una “guerra particular”, en donde distintos actores políticos (grupos, países, líderes locales) influían en las decisiones que se tomaban.

Crisis y división de las Fuerzas Armadas

Las Fuerzas Armadas (FA) son el pilar central del Estado capitalista, el garante último del orden y de la opresión/explotación a los trabajadores y el pueblo pobre. Tienen la tarea central de reprimir a la población en momentos de crisis más aguda y de defender los intereses de cada burguesía nacional.

Como afirmó un activista sirio en una charla: Durante la revolución, los sirios nos dimos cuenta de que el ejército de la República Árabe Siria había sido constituido y existía para reprimir a los trabajadores sirios cuando estos se levantaran contra el régimen y no para defender los ‘intereses del país’.

Para Lenin, el Estado es producto de los antagonismos de clase. El revolucionario ruso toma las tesis de Marx, que definían las Fuerzas Armadas y el monopolio de la violencia por parte del Estado como los principales instrumentos para el ejercicio del poder de una clase sobre otra.

En Rusia, la crisis de las FFAA fue provocada esencialmente por la catástrofe de la guerra, las masacres y las enormes penalidades que significó para los soldados y para la población, ya agotada por la miseria y las duras condiciones de vida.

Los soldados y un sector de la baja oficialidad protagonizaron un fuerte movimiento de deserción y de cuestionamiento abierto a la participación en una guerra que no era suya, porque se trataba de una lucha entre potencias imperialistas por el dominio del mercado mundial. Quienes pagaban con sus vidas, sin embargo, eran los y las trabajadoras y los y las campesinas. El Partido Bolchevique hizo una importante labor agitativa dentro de las filas del ejército para acelerar su división y profundizar la crisis revolucionaria.

En Siria, la crisis de las FA se dio porque un gran número de soldados y oficiales se negaron a acatar las órdenes de sus superiores, de disparar contra los manifestantes pacíficos. Las manifestaciones masivas, sumadas a la violencia indiscriminada del régimen, provocó la ruptura de un sector del ejército que pasó al campo de la revolución y, posteriormente, a defender las protestas y luchar con las armas contra la dictadura que los asesinaba. El principal responsable por la guerra civil actual no es si no el régimen de Bashar al-Assad.

A continuación, se fueron formando espontáneamente brigadas y milicias populares, con las armas traídas por los desertores. Durante los primeros seis u ocho meses de iniciada la revolución, las manifestaciones fueran totalmente pacíficas, salvo algún que otro incidente aislado. Solo después de varios meses, como medida defensiva, se empezaron a usar armas de fuego, como respuesta a la acción del régimen, como forma de sobrevivir.

¿La Teoría de la Revolución Permanente se aplica a la Revolución Siria?

La Teoría de la Revolución Permanente (TRP) formulada por León Trotsky a lo largo de su vida, a partir del estudio de la teoría marxista y de las revoluciones que vivió, es uno de los aportes teóricos más importantes del siglo XX al marxismo. Grosso modo, son tres las premisas o leyes generales de esta teoría:

-Bajo el imperialismo, la revolución democrática trasciende a socialista.
-La revolución nacional se convierte en internacional.
-La revolución, después de la toma del poder por la clase obrera y sus aliados, sigue su curso profundizándose y cambiando sin cesar los distintos aspectos de la vida social hacia la sociedad socialista.

No podemos desarrollar ahora extensivamente estas tres leyes del proceso revolucionario, pero sí señalar que se aplican a la Revolución Siria, que empezó con unas protestas, influenciadas por las Revoluciones Árabes, que solamente pedían reformas en el régimen político, y poco más. Las revoluciones en los países vecinos, la crisis económica y la dictadura fueron los detonantes del levantamiento sirio.

Inicialmente, segmentos masivos de la población nutrían la ilusión de que Assad hijo, al asumir la presidencia tras la muerte de su padre, sería una especie de reformador del sistema político y “modernizador” de la economía (términos ambos de gran ambigüedad).

No obstante, el hijo del viejo dictador del partido Baath, muerto en 2000, mantuvo el sistema político autocrático y llevó a cabo unas reformas económicas neoliberales que no hicieron más que empeorar la vida del pueblo pobre y trabajador del país.

En marzo de 2011, al principio de las protestas, esta ilusión de que Assad hijo podría ser un agente de cambios y reformas progresistas en el régimen y la economía estaban todavía presentes en el imaginario colectivo y la consigna más coreada entonces no pedía más que la democratización del régimen.

A medida que la reacción violenta de al-Assad hacia las protestas aumentaba, las consignas fueron evolucionando, así como el nivel de organización de los activistas y la conciencia sobre cómo proseguir la lucha, que ya se daba bajo la forma de protestas masivas organizadas por los comités locales.

Durante cualquier lucha, y más aún si se trata de una revolución, las masas hacen una experiencia con sus líderes, organizaciones tradicionales y gobiernos, y se van dando cuenta, muchas veces de manera confusa y difusa, de que para resolver sus problemas más básicos hace falta avanzar en sus reivindicaciones y nivel de organización. En una lucha, la conciencia colectiva avanza y retrocede de manera continua.

La consigna de “el pueblo quiere la caída del régimen”, tal vez la más coreada en las manifestaciones, se masificó increíblemente por todo el país, reflejando una comprensión colectiva de que Assad no estaba dispuesto a limitar su poder. Sin embargo, es necesario decirlo, nunca hubo claridad, incluso en los sectores más combativos, con relación a qué hacer después de la caída del régimen.

Como no podía ser de otra forma, la lucha contra el régimen, sumada a todos los problemas con los que se enfrentó la revolución, como la aparición de los grupos fundamentalistas islámicos, de los que hablaremos más adelante, y la intervención de las potencias regionales, acaparó todas las energías de las fuerzas revolucionarias.

A través de los comités locales, la revolución siria, cuyas reivindicaciones principales eran de carácter democrático, fue obligada a tomar una serie de medidas de “carácter socialista”, como las expropiaciones, el control colectivo de algunas empresas e instituciones y la administración de los servicios públicos.

Estas medidas, que fueron muy limitadas, pero reales, se dieron no porque existiera una conciencia socialista ampliamente diseminada en las distintas capas sociales que salieron a luchar, sino porque los problemas concretos con los que se enfrentaba la revolución solo se podrían solucionar en el marco de un cambio radical en la estructura socioeconómica del país.

Siria es extremadamente dependiente de capitales extranjeros y ayudas internacionales, y el régimen de Assad profundizó esta situación. Este hecho convierte la cuestión de la independencia nacional en uno de los más importantes de la Revolución Siria.

Es imposible, además, la liberación político-económica del país si esta no se convierte en una revolución regional, que enfrente de manera unificada todos los poderes reaccionarios (potencias imperialistas, burguesías árabes, fuerzas fundamentalistas, etc.) actuantes en la región. La burguesía “democrática” siria no está dispuesta a llevar a cabo este enfrentamiento y se somete a las potencias regionales y por eso se hace más necesario que nunca construir una organización independiente de los y las trabajadoras sirios.

Volviendo al tema de cómo evoluciona la conciencia en un proceso revolucionario, veamos qué dice Samar Yazbek, activista opositora y escritora siria de origen alauí, la misma rama chiita del dictador Assad, sobre cómo se dio la evolución en la conciencia de los manifestantes:

Todas las ciudades empezaron con las mismas consignas, pero, cuando las fuerzas de seguridad y las ‘shabiha’ comenzaron a detener y a matar a las personas, el movimiento empezó a cambiar y las reivindicaciones por mejor calidad de vida se transformaron en una reivindicación única: la caída del régimen.

Es necesario decir, desgraciadamente, que la TRP demostró ser una herramienta útil para analizar la revolución siria pero lo es por la negativa, debido a la ausencia de un elemento decisivo, que se convierte en un verdadero drama: nos referimos a la ausencia de una dirección revolucionaria.

Desgraciadamente, faltó una organización revolucionaria, con un programa que sintetizara la conciencia histórica de las clases oprimidas y sus necesidades y definiera una estrategia para tomar el poder, implantada entre los trabajadores y los sectores más dinámicos y combativos de la sociedad, con lazos internacionales y claridad estratégica de que la revolución no puede ser simplemente democrática –aunque empiece de esta forma–, sino socialista, anticapitalista, antiimperialista e internacional.

Todas las revoluciones en la época imperialista se encontrarán con los dilemas de cuál es su contenido social y las tareas que tienen planteadas. ¿Se trata de una revolución popular, obrera, de las capas medias de la sociedad, de la burguesía? ¿Con qué problemas concretos se enfrenta? ¿Cómo se organiza y quién la dirige? ¿Partidos políticos, organizaciones populares como los comités locales? ¿Qué programa tienen? ¿Basta simplemente un cambio de régimen o la transformación debe ser mucho más profunda?

El imperialismo enfrenta las revoluciones de distintas maneras. Actúa de forma organizada a nivel internacional, combinando maniobras y agresiones abiertas, siempre con el objetivo de neutralizar y aplastar las revoluciones. Los revolucionarios, en contrapartida, debemos actuar con la misma claridad en los objetivos.

El surgimiento de los grupos fundamentalistas islámicos

La inexistencia de organizaciones políticas independientes en Siria es una de las explicaciones para el florecimiento de los grupos fundamentalistas islámicos. El régimen de Assad se aprovechó claramente de esta debilidad para estimular la sectarización del conflicto, usando un discurso divisionista y de supremacía religiosa para atacar la revolución.

Por un lado, los grupos reaccionarios que florecieron cuentan con apoyo internacional de Estados y donantes privados, con la complacencia del régimen y con una ideología política que mezcla elementos de división sectaria y proclamas contra el “colonialismo occidental”. Por otro lado, se apoyan también en la desilusión causada por el abandono por parte de la comunidad internacional de las aspiraciones de democracia y justicia social que tantas vidas sirias está costando.

Algunos grupos luchan contra el régimen, otros luchan con el régimen, todos luchan contra la revolución y fueron rechazados –más o menos en distintos momentos– por el movimiento popular sirio.

Una protesta fue organizada por el comité popular de Bustan Qasr contra el consejo islámico y los grupos islamistas. Los activistas gritaban, “que vergüenza, que vergüenza, los revolucionarios se han convertido en Shabiha”, comparando el consejo islámico a la policía secreta del régimen sirio, en una clara ilusión a sus prácticas autoritarias” (Joseph Daher, “The roots and grassroots of the Syrian revolution” (Part 3 of 4)).

Hay miles de ejemplos que demuestran que la población no está de acuerdo y no tolera la presencia de organizaciones fundamentalistas autoritarias. El espíritu de la Revolución Siria es otro, los fundamentalistas no cumplieron ningún papel importante en su surgimiento.

Se han aprovechado del vacío de poder y de la poca asistencia recibida por el movimiento popular sirio para crecer, ganando para sus ideas al sector más desesperado de la población siria y llevando a cabo una campaña propagandista para reclutar jóvenes musulmanes de otros países, decepcionados con la islamofobia y la segregación de que son víctimas.

Los grupos fundamentalistas que luchan contra Bashar al-Assad muchas veces mantienen una “retórica revolucionaria” pero sobre el terreno actúan en contra de la revolución, con sus prácticas autoritarias y también, en muchos casos, atacando físicamente al movimiento independiente de autoorganización popular. También ejercen la censura contra los medios de comunicación independientes y favorecen el enriquecimiento personal de sus líderes.

La crisis de dirección revolucionaria

En síntesis, el abandono por parte de la mayoría de la izquierda mundial y la ausencia de organizaciones revolucionarias en Siria fue determinante para que hayamos llegado a la complicada situación actual. Aunque eso no quiere decir que se cierre la posibilidad de que la lucha contra Assad pueda triunfar más adelante, dada la fuerza subyacente de la lucha popular y como parte de un proceso regional de levantamientos, que no debemos dar por cerrado.

Desde luego, queremos reafirmar la necesidad de seguir apoyando la revolución, no solo con palabras, sino siendo parte activa de las iniciativas de solidaridad en escala local e internacional. Fortalecer los movimientos independientes que siguen activos es la única manera de avanzar en la superación de los problemas actuales.

La revolución en este momento no tiene una expresión política clara, una vez que la mayoría de los grupos en el exilio han sido incapaces de vincularse a los movimientos populares de base y se han limitado a negociaciones infructíferas con un régimen genocida y unas instituciones internacionales contrarias a la revolución. Su programa último es cambiar el régimen para colocarse en el poder.

Debemos, como mencionamos antes, profundizar los lazos entre los que apoyamos la Revolución Siria con vistas a retomar el internacionalismo revolucionario, la solidaridad internacional, la verdadera práctica antiimperialista y la lucha anticapitalista como estrategia de acción.

Por nuestra parte, reivindicamos la tradición del marxismo revolucionario, del Partido Bolchevique y de la Cuarta Internacional, de Lenin, de Trotsky, y de muchos otros revolucionarios.

El estalinismo fue una contrarrevolución que liquidó el viejo partido bolchevique y enterró las tradiciones revolucionarias para mantener sus privilegios como casta burocrática y acabar finalmente restaurando el capitalismo. Exterminó a los opositores, traicionó revoluciones –como la española, la francesa y la griega–, mantuvo con los EEUU un pacto de “coexistencia pacífica” y, en ese marco, apoyó el nacionalismo burgués panarabista que acabó capitulando al imperialismo. No nos representan.

Seguimos firmes en el apoyo a la lucha del pueblo sirio y creemos que debemos extraer lecciones de esta gran lucha. En nombre de todos los mártires, de los desplazados, y de los que siguen luchando heroicamente en el país.

Artículo original publicado con el título: Debate con los revolucionarios sirios a seis años del estallido de las protestas en Daraa, en: www.corrienteroja.net

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