Por Katia

Como cada 8 de marzo, gran parte de los hombres uruguayos felicitarán a las mujeres de su familia, a sus esposas, hijas, madres y amigas. Las tiendas pondrán énfasis en las ofertas de perfumes y electrodomésticos. Pero nosotros queremos recordar que el 8 de marzo es un día de reivindicación de los derechos y la emancipación de la mujer. ¿Pero qué está pasando en Uruguay? ¿Cómo estamos en materia de derechos hacia la mujer?

La despenalización del aborto y los límites de la ley actual

Uno de los avances más grandes de la época reciente en materia de derechos para la mujer fue la aprobación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. En un país donde se cometían 30 mil abortos clandestinos al año y cientos de mujeres morían en el intento, esta ley se volvía fundamental. Sin embargo los ataques a la libertad de la mujer para elegir se han hecho sentir constantemente.

Uno de los principales opositores había sido Tabaré Vázquez, quien optó por vetar el aborto en su primer mandato, condenando a las mujeres a las clínicas clandestinas. Los sectores que lo acompañaron saben que el problema afecta sobre todo a las mujeres pobres: las ricas podían pagar mucho dinero para hacerlo en clínicas especiales.

Pero esta ley del aborto que significó un avance, está muy lejos de ser la ideal, como demuestran los cientos de problemas que las mujeres tienen a la hora de llevarla a la práctica. Por ejemplo, las que viven en el interior y deben enfrentarse a la falta de médicos o la “objeción de conciencia” de la cual se valen muchos de ellos para no hacerlo. Otras reciben violencia psicológica y coerción para que no lleven a cabo su decisión. Mientras defendemos esta ley frente a los ataques reaccionarios, debemos exigir su profundización, terminando con todos los obstáculos que impiden el total y libre acceso al derecho de aborto en la actual ley.

La violencia hacia las mujeres y la explotación sexual

El 2014 fue el año con más muertes de mujeres a mano de sus parejas o ex parejas. 29 fueron las mujeres fallecidas y según el Ministerio del Interior, se reciben 68 denuncias diarias por Violencia Doméstica.

Vivimos en una sociedad donde la mujer todavía está relegada a las actividades domésticas y de cuidado de los hijos, donde el machismo todavía dicta que el hombre tiene poder sobre nosotras, y eso se ve reflejado en que año a año suben las cifras de violencia doméstica.

Sobre la explotación sexual, hemos visto casos concretos e imperdonables, como por ejemplo el de la Casita del Parque en Paysandú, donde un jerarca de la Intendencia de dicho departamento realizó una fiesta de la cual participaron varias menores de edad. Estas personas son las mismas que luego se llenan la boca hablando de la moral.

La explotación sexual de niños, niñas y adolescentes es moneda corriente. Las denuncias cada vez son más, y cada vez son más los hombres que se justifican diciendo que “aparentaba más edad”.

El comercio sexual no se queda allí, porque además de los menores que se ven implicados, muchas mujeres deben salir a vender su cuerpo para poder obtener algo de dinero. Es el sistema opresor y explotador el que fomenta este tipo de actividades, sin proporcionar trabajos dignos para las mujeres, y colocándonos como objeto sexual para disfrute de los hombres.

Salarios bajos, pocos derechos

En cuestión salarial la mujer sigue siendo la más perjudicada en cuanto a remuneraciones. Según el Ministerio de Desarrollo Social, los hombres ganan 26,3% más que las mujeres de igual nivel educativo y edad. Esto ocurre en todos los tipos de empresa, salvo en los trabajadores rurales donde la brecha se acorta (lo que no es de extrañar dado que el peón rural es aún más explotado).

A esto se le puede sumar la discriminación a la hora de contratar a mujeres que tienen hijos. Las madres tienen menor posibilidad de conseguir empleo, y si consiguen, los derechos son más precarios. Las guarderías públicas y gratuitas deberían estar aseguradas para todas las mujeres, pero unir la maternidad y el trabajo cada vez es más difícil.

La falta de derechos en todos los ámbitos, y la minimización de la mujer tanto en su hogar como en los ámbitos laborales, son un claro ejemplo de opresión. La opresión por su parte es funcional a la explotación que llevan adelante los capitalistas. Al sistema le sirve que estemos bajo el yugo, para pagarnos menos, para darnos menos derechos y mantenernos controladas. El machismo es en definitiva, una forma de dividir a los trabajadores en lucha.

Por eso, esta no es una pelea que debemos dar solas, sino que debemos convocar a nuestros compañeros, hombres trabajadores, explotados como nosotras, para que estén a nuestro lado en las luchas. Para exigir leyes que protejan a las mujeres de la violencia machista, para exigir derechos que garanticen que ser madres no nos impida ni trabajar ni estudiar.

La manera de pelear contra la opresión hacia la mujer es tirar abajo este sistema capitalista explotador, que promueve el machismo y toda clase de prejuicios para enfrentar y dividir a los trabajador@s. De esta forma, estaremos retomando el sentido histórico del 8 de marzo: la lucha clasista y socialista que las mujeres venimos dando para terminar con el machismo de raíz: destruyendo este sistema capitalista y patriarcal.

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