El pasado mes de marzo transcu­rrieron 37 años desde que finalizó la dictadura (1985) y se conquis­taron las libertades democráticas en nuestro país. Este cambio de régimen dentro del Uruguay capi­talista – el paso de la dictadura a democracia burguesa, no significo el abandono total del poder de los militares y civiles golpistas, sino por el contrario estos terroristas de Es­tado pusieron condiciones para lo que denominaron “apertura demo­crática”.

Esas condiciones se plasmaron en un acuerdo, conocido como el Pacto del Club Naval y para ello contaron con la colaboración de los partidos políticos. Dirigentes del partido Co­lorado, la Unión Cívica, y el Frente Amplio se sentaron a “dialogar” y aceptaron proscripciones para las elecciones de 1985 como por ejem­plo la de Liber Seregni (F A) y Wil­son Ferreira Aldunate (PN) y cárce­les que mantenían aún entre rejas a centenares de presos políticos.

El partido Nacional (Blanco) que se retiró de las negociaciones, lo hizo de forma oportunista para presio­nar la liberación de su líder. Prueba de esto fue que en 1986 el propio Wilson Ferreira fue impulsor y de­fendió junto a Sanguinetti la ley de Caducidad de la Pretensión Puniti­va del Estado, popularmente cono­cida como “Ley de Impunidad”. Aún hoy no existe un balance de aque­llos acuerdos, lo cierto es que los pactos y el silencio, en los hechos todos cumplieron.

Manini Ríos hacia la reunión con la mayoría de la cúpula del PIT-CNT

¿Habría caído la dictadura sin con­diciones?

¿Las movilizaciones que crecían y cercaban a los golpistas tenían la fuerza para imponer su retiro y el juicio y castigo a tortu­radores, golpistas y violadores de DDHH? Nosotros opinamos que al igual que lo demostró el pueblo ar­gentino eso era posible, las posibi­lidades estaban abiertas. Lamenta­blemente como hasta nuestros días, la “izquierda progresista” junto a la derecha prefirió la negociación, que implicó la impunidad.

Hoy a 37 años de instaladas las li­bertades democráticas la enorme mayoría de los desaparecidos (ase­sinados por la dictadura) no se sabe dónde están. De los aproximada­mente 200 asesinados por la dicta­dura uruguaya, apenas 6 personas fueron halladas e identificadas en excavaciones, la mayoría de ellos en Batallones del Ejercito, otros 10 en las costas de nuestro país y más de una veintena fueron encontrados en Argentina y otros países. Más de 160 permanecen aún desapa­recidos sin saber dónde están sus restos y los familiares siguen recla­mando Verdad y Justicia y saber ¿Dónde están?

La organización de Familiares de Detenidos Desaparecidos viene desde hace décadas organizando cada 20 de mayo la denominada marcha del silencio. Es una enorme movilización apoyada por las nue­vas generaciones de jóvenes que suman masivamente. Todos tene­mos un enorme respecto por esta organización y otras que buscan a sus seres queridos. Pero lo cierto es que esta lucha por saber dónde es­tán, por verdad juicio y castigo ne­cesita una gran lucha que termine con los silencios, que tenga conti­nuidad.

La clase trabajadora y sus organi­zaciones deben tomar esta tarea y esta lucha, los más de cinco mil presos políticos, los 200 asesina­dos, las mujeres violadas y los miles de torturados que dejó el golpismo no pueden quedar impunes. Hoy la derecha y la ultra derecha quieren volver a imponer su relato falso de la historia, desde los altos cargos de las FFAA, grupos de civiles y el par­tido militar de Manini Rios, levantan más la voz defendiendo al puñado de violadores de Derechos Huma­nos, piden su libertad y reivindican su accionar.

Por eso la enorme necesidad, la gran tarea que tenemos para ce­rrarles el paso y seguir exigiendo Verdad, Juicio y Castigo, es organi­zarnos desde abajo en los lugares de trabajo, en los liceos, la UTU, la Universidad y en los barrios po­pulares para que este nuevo 20 de mayo sea una enorme marcha, pero un primer paso de una enor­me lucha que tenga continuidad y se vaya profundizando para que en ese camino podamos derrotar la im­punidad y que vayan a una cárcel común todos los responsables.

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