“Toda revolución es imposible hasta que se torna inevitable”
El 25 de octubre de 1917 una insurrección a cuyo frente estaba el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky, tomaba el Poder junto con el proletariado y las masas explotadas arrebatándoselo a los capitalistas y terratenientes.
De esta forma se conquistó el primer Estado Obrero de la historia, la Revolución Rusa, llevando a la práctica las ideas de Marx y Engels, vino a demostrar que es posible que los trabajadores y las amplias capas explotadas y oprimidas gobiernen sus propios destinos sin necesidad de los capitalistas y su propiedad privada. Allí reside la importancia histórica de la Revolución Rusa que debe ser estudiada atentamente y al detalle por todas y todos los luchadores que quieran derribar el capitalismo.
La Rusia de los zares y la Revolución de 1905
Entrado el siglo XX Rusia seguía gobernada desde hacía 300 años por la dinastía de los Romanov. El régimen monárquico y feudal ruso, que se mantenía aún en pie hasta entrado el año 1917, combinaba el atraso de la agricultura (el campo era dominado por poderosos terratenientes) con la gran industria que se había introducido al país (fundamentalmente en Petrogrado y Moscú) donde se concentraba una joven clase obrera que se educó en la lucha política contra un régimen monárquico opresivo y una burguesía liberal explotadora.
Esa poderosa clase obrera significaba, sin embargo, menos de un 4% dentro de una población de 150 millones de personas de enorme mayoría campesina. Numéricamente débil, la fuerza de la clase obrera residía en su posición social, en su capacidad de parar la producción y en su espíritu consecuentemente combativo.
En 1905 la situación de penuria de los obreros y campesinos se agrava al compás de las consecuencias de la guerra ruso-japonesa. Este escenario llevó a una poderosa oleada de huelgas que enfrentaron al gobierno. La clase obrera hacía sus primeras experiencias de lucha y organización. En esta ocasión, las masas fueron encabezadas por un sacerdote llamado Gapón en una enorme manifestación pacífica donde se pretendía entregar un modesto y respetuoso petitorio al Zar que respondió con una sangrienta represión.
Las masas “carecían de experiencia y les faltaba confianza en sí mismas” (1). Pero de la experiencia de 1905 surgieron los soviets (en español, coordinadoras o consejos), organismos que agrupaban obreros, campesinos y soldados. Allí se debatía la situación del país, de las fábricas, del campo, de la guerra; y se decidían medidas de lucha.
Los Bolcheviques, un grupo marxista revolucionario encabezado por Lenin que comenzaba a intervenir en los conflictos obreros y la vida política, caracterizaron esta dura derrota como el “ensayo general” de la Revolución Rusa, su “prólogo”.
Más adelante los soviets, dirigidos por los bolcheviques, cobrarían una importancia fundamental para el triunfo de la revolución y su nombre se haría popular transformándose en la referencia de poder obrero para los trabajadores en cada rincón del planeta.
La Revolución de Febrero: las mujeres obreras desencadenan el levantamiento
Luego de la derrota de 1905 siguieron varios años de reflujo en las luchas obreras. En 1914 estalla la Primera Guerra Mundial y los obreros y campesinos son enviados al frente de batalla a morir “por la patria”, es decir, por los intereses de sus patrones.
Nuevamente, la situación de penuria, a la que se suman las consecuencias de la guerra imperialista, va sembrando un malestar cada vez más creciente entre la clase obrera, los campesinos y los soldados. En febrero de 1917 el malestar estalla y se produce la revolución de febrero. Las mujeres de la industria textil se declaran en huelga y envían delegadas a los metalúrgicos, hasta ese momento dubitativos, para que también tomen el camino de la huelga.
Las enormes colas que se generaban en las panaderías para poder obtener algo de pan (compuestas también por muchísimas mujeres) actúan como una polea de transmisión del malestar y la bronca hacia los barrios populares, dando el empujón final para arrastrar a las fábricas y barrios a la lucha. La huelga y los enfrentamientos con la policía se extienden durante varios días. 12 años después de 1905 las masas pedían la caída de la monarquía: “¡Abajo la autocracia!”, “¡Abajo el Zar!”.
Como en todo proceso revolucionario las masas, desde abajo, se organizan, discuten, sacan conclusiones y vuelven a la lucha. Miles de valientes dirigentes obreros y obreras anónimos surgen en las fábricas y en los barrios. Resurgen los soviets y, partiendo de la experiencia de 1905, esta vez las masas se muestran más resueltas y confiadas en sí mismas, dispuestas a llevar las cosas hasta el fin. Al cabo de cinco días el poder de los Romanov, que hasta hace algunas semanas parecía eterno, se desplomaba con la acción revolucionaria de las masas.
La Revolución de Octubre: el Partido Bolchevique como factor fundamental
Pero por heroica que resultase la revolución de febrero, esta no llevó al poder a la clase obrera y los pobres. A esa heroicidad le faltaba una organización política cuyo objetivo fuera tomar el poder, como sucede hoy en día en muchos levantamientos que vemos en el mundo. En Rusia esa organización era el Partido Bolchevique, pero que aún en febrero no estaba preparado para esa tarea.
La caída de la monarquía fue sustituida por un Gobierno Provisional presidido por Kérenski, un abogado “de izquierda” con prestigio entre los trabajadores, perteneciente a un partido que se autodenominaba como Social-Revolucionario pero que desde el día uno intentaba negociar y pactar con la burguesía para ponerle fin a la revolución sin solucionar los acuciantes problemas por los cuales la misma se había desatado: el pan, la paz y la tierra.
En ese momento los soviets eran dirigidos por los dos principales partidos “de izquierda” conciliadora: los social-revolucionarios y los mencheviques. Los dirigentes de estos partidos, que no representaban a los sectores más explotados y oprimidos sino a su sector más privilegiado, querían evitar profundizar la revolución y buscaban que se consolidara el nuevo gobierno burgués. Decían que la clase obrera y los pobres no estaban preparados para gobernar y que Rusia no estaba lista para el socialismo.
A medida que pasaban las semanas la confianza de las masas en ellos se iba evaporando: cada día demostraban estar más del lado de la burguesía que de los trabajadores.
Los obreros bolcheviques del partido de Lenin, que desde 1905 venían educándose en las luchas obreras, estudiando y analizando cómo llevar adelante una segunda revolución, habían jugado un importante papel con su influencia en las fábricas y barrios obreros durante la revolución de febrero e iban ganando un creciente prestigio en esos lugares, pero aún eran minoría en los soviets.
Con la orientación de Lenin, el Partido Bolchevique no concedió ningún apoyo al nuevo gobierno, por más que se disfrazara de izquierda. Tenía claro que, en la medida que esos dirigentes conciliadores no querían romper con el capitalismo, se verían obligados a pactar con la burguesía y traicionar a los trabajadores: el Partido Bolchevique debía explicar pacientemente esta nueva situación y preparar a las masas para una nueva revolución.
Así, en pocos meses los bolcheviques fueron ganando cada vez más prestigio mientras los conciliadores se enlodaban en sus reuniones y pactos de cúpula con los capitalistas.
Los Bolcheviques demostraban que su lucha era desinteresada: no era por cargos o por intereses ajenos a los obreros, sino que subordinaban absolutamente todos los problemas, de los más pequeños y parciales a los más grandes y generales, a la lucha por la revolución. Muchos bolcheviques habían pagado con la cárcel, el destierro o el exilio su actividad revolucionaria.
Su influencia provenía de su coherencia, de su lucha, de estar, vivir y respirar la realidad en las fábricas y en los barrios obreros. Desde allí se construían y en ese tipo de lucha educaban a los obreros y obreras más avanzados. La composición obrera del partido era fundamental.
El Partido Bolchevique actuaba como un laboratorio donde a la interna se discutía y se analizaba para luego votar una línea política mayoritaria donde todo el partido salía a golpear como un solo puño. Era un partido que se caracterizaba por su actitud seria, como expresa Trotsky, fundador del Ejército Rojo: “no exageraba los triunfos, no deformaba la correlación de fuerzas (…) la escuela de Lenin era una escuela de realismo revolucionario” (2).
Este tipo de partido se demostró imprescindible para el triunfo de octubre cuando en pocos meses el gobierno provisional fue perdiendo prestigio y las masas revelándose. El Partido Bolchevique, obteniendo la dirección mayoritaria de los soviets y utilizando su influencia revolucionaria ganada en base a su actitud leal y desinteresada hacia las masas, llamó a la insurrección del 25 de octubre, derribando al capitalismo e instaurando un gobierno obrero apoyado en los soviets.
El Partido Bolchevique fue el elemento decisivo para que los trabajadores pudieran tomar el poder, pasando a la historia como el ejemplo del partido revolucionario que, superando todas las presiones del capitalismo, logró derribarlo, dejando enseñanzas muy valiosas para los luchadores y luchadoras actuales, más allá de la deformación estalinista posterior cuyo análisis puede verse en otras de nuestras notas.
“La lucha de clases es el gran motor de la historia. Necesita un programa justo, un partido firme, una dirección valiente y digna de confianza; no héroes de salón y del conciliábulo parlamentario, sino revolucionarios dispuestos a llegar hasta el fin. Esta es la gran lección de la Revolución de Octubre.” (3).
2021: un capitalismo en crisis… retomemos el camino de la Revolución Socialista
Hoy, cuando el capitalismo está cada vez más en decadencia, cuando todos los avances de la ciencia son colocados al servicio de un puñado de megamillonarios mientras destruye el ecosistema; cuando en pleno siglo XXI las masas siguen sufriendo el hambre y el desempleo -solo en Uruguay, en apenas un año, tenemos 100 mil pobres más-, cuando la violencia machista sigue cobrándose la vida de las mujeres, sobre todo de las trabajadoras y pobres; recuperar las enseñanzas de la Revolución de Octubre es fundamental para los luchadores y las luchadoras que están al frente de los conflictos y las distintas luchas.
Desde IST y la LIT-CI, con nuestras humildes fuerzas, queremos ponernos a disposición para construir ese partido y esa internacional revolucionaria que les permita a las masas explotadas tirar abajo este sistema cada día más podrido, como hace 104 años lo lograron los Bolcheviques con la Revolución Rusa. La tarea de luchar por el socialismo a nivel mundial es dura, pero es también impostergable.
1) L. Trotsky. Historia de la Revolución Rusa, editorial Desván de Hanta, pág, 26.
2) L. Trotsky. Historia de la Revolución Rusa, editorial Desván de Hanta, pág, 749.
3) L. Trotsky. Lecciones de Octubre